Millones de toallas higiénicas y tampones desechables terminan cada año en basureros y cuerpos de agua, convirtiéndose en un serio problema ambiental. Según un informe de la ONU, las mujeres que utilizan toallas sanitarias generan en promedio 60 kilogramos de residuos durante su vida, lo que equivale a cerca de 100.000 toneladas de desechos al año en todo el mundo. Además, estos productos pueden tardar entre 500 y 800 años en degradarse, lo que agrava su impacto en el medio ambiente.
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Frente a esta problemática, cada vez más mujeres optan por alternativas sostenibles para el manejo de su ciclo menstrual, destacándose la copa menstrual como una de las más eficaces. De acuerdo con datos de Copa Uva, el uso de este producto puede reducir hasta en un 90 % la generación de residuos, ya que una sola copa puede durar entre 5 y 10 años, a diferencia de las decenas de toallas y tampones descartados en ese mismo periodo.
Maria Laura Guirald, líder de marca de Copa Uva, asegura que en Colombia, la demanda de copas menstruales ha aumentado más de 30 % en el último año, impulsada por la creciente conciencia ambiental de las consumidoras y los beneficios económicos que ofrece frente a los productos desechables. Además, su uso continuo de hasta 12 horas brinda mayor comodidad y seguridad, sin riesgo de filtraciones.
Copa menstrual reduce los residuos sólidos en el mundo
A diferencia de los productos convencionales, la copa menstrual está fabricada con silicona de grado médico, un material higiénico y seguro que, aunque no biodegradable, reduce significativamente la cantidad de residuos al tener una larga vida útil. “Este producto representa una alternativa responsable, ya que disminuye la necesidad de reemplazo frecuente”, explica Guirald.
El impacto ambiental también se ve reflejado en la reducción de la huella de carbono. Según la organización Friends of the Earth, el uso de productos menstruales desechables genera alrededor de 5,3 kg de CO₂ por persona al año, mientras que la copa menstrual, al ser reutilizable, disminuye la presión sobre los sistemas de producción y transporte de insumos plásticos.
Desde el punto de vista de la salud, la copa menstrual es considerada más segura. Al estar hecha de materiales hipoalergénicos y libres de químicos dañinos, no altera la flora vaginal ni causa resequedad. “A diferencia de los tampones, que pueden absorber fluidos naturales y generar desequilibrios, la copa simplemente los recoge, manteniendo el entorno natural del cuerpo”, precisa la vocera de Copa Uva.
Otro aspecto clave es el ahorro económico. Aunque la inversión inicial en una copa menstrual puede ser mayor, su duración de hasta una década representa un ahorro sustancial. Se estima que una mujer podría gastar cerca de 8 millones de pesos en productos desechables durante su vida fértil, mientras que con el uso adecuado de la copa, necesitaría solo unas pocas unidades en toda su vida.
Este cambio de hábitos refleja una tendencia global, especialmente entre las mujeres de la Generación Z, quienes priorizan la sostenibilidad y el impacto ambiental al momento de consumir. Según una encuesta del Banco Mundial, la creciente preocupación por la crisis climática está llevando a un número cada vez mayor de mujeres a reconsiderar el uso de productos desechables, optando por soluciones más responsables con el planeta.

