La necesidad de que innovemos en los procesos de fabricación y producción de las prendas de vestir que compramos en los grandes almacenes se ha convertido cada día en una necesidad para reducir la contaminación de residuos que genera satisfacer la demanda de la población.
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En entrevista con la editora de Nueva Mujer, Luz Lancheros, hablamos sobre las principales dificultades para crear un modelo de moda sostenible que supere a la tendencia del “Fast Fashion”.
Generar conciencia sobre lo que cuesta estrenar ropa
Concientizar al usuario sobre su impacto en la producción de desperdicios textiles debería ser la estrategia número uno para reducir el consumo de ropa en grandes cantidades. Esto debido al crecimiento de tendencias de rápido consumo como lo es el “Fast Fashion” que ha generado que se produzca mucha más ropa de la que la población requiere.
Esto lleva a que las prendas que no son compradas vayan a parar a vertederos en el sur de los continentes, como pasa en África y en el desierto de Atacama en Chile, donde tenemos todos los despojos de lo que ya no es tendencia, lo que genera un impacto en el ecosistema. ¿Pero por qué sucede esto?
“Antes nosotros producíamos colecciones de primavera y verano, lo que dejaba en pausa la producción de ropa por 6 meses, pero con la irrupción de la moda rápida de Zara y Mango se cambió el ritmo de producción. Ya las marcas no sacan una colección cada 6 meses, sino que se hacen lanzamientos cada dos meses o tres semanas, o como lo hace Shein y Temu, que presentan productos nuevos cada hora y esto genera que se produzcan cantidades inmensas de ropa que no será comprada”, nos comenta Luz Lancheros, editora de Nueva Mujer.
No es de asombrarse que cuando vayamos a las tiendas de ropa nos enamoremos de los descuentos que en ellas encontramos, pero se han preguntado, ¿Por qué nuestra ropa es tan barata? ¿Habrá alguien acaso que esté pagando el precio por nuestra comodidad?
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¿Cuál es el verdadero precio que tiene la ropa?
La conciencia colectiva con las personas que fabrican nuestra ropa se ha venido acentuando en los últimos años. Esto no es de asombrarse, ya que gracias a sucesos desafortunados como el derrumbe de un edificio de confesión en Rana Plaza, en Bangladesh, el 11 de abril de 2013, que les costó la vida a 1138 personas y que dejó otros 2000 heridos que trabajan en estas instalaciones en la confección de nuevos lanzamientos de varias marcas reconocidas.
Este fue el punto de inflexión que incentivó a los gremios textiles a alzar la voz para reclamar mejores garantías de trabajo, la restitución de derechos humanos y la restructuración de los modelos de producción de ropa que se sostenían mediante la explotación de mano de obra vulnerable para garantizar que la ropa fuera económica y global. “La moda rápida es como los cigarrillos, sabes que matan, pero no puedes dejar de usarla”, reflexiona Luz Lancheros.
Las propuestas que están revolucionando en la industria textil
La moda se está transformando. Gracias a proyectos como los de Juan Pablo Socarras, que con Historias hechas a mano busca generar un modelo de ropa que cuente con una buena durabilidad en tiempo, que no se limite a cumplir con la colección, sino que más allá del reconocimiento en la pasarela, logre generar un modelo sostenible económicamente tanto para las madres tejedoras como para las personas que se atreven a comprar estas nuevas modas.
Otro gran ejemplo de sostenibilidad económica es lo que viene haciendo la marca de Mola Sasa, que trabaja continuamente con las gulas, comunidad indígena de Panamá, y que ha logrado acentuar sus propios centros productivos.
“No solo se puede ser sostenible con los materiales, de hecho, desde lo social debemos implementar mejor un modelo de pedagogía para que nos preguntemos: ¿Cómo estoy usando mi ropa? ¿Cómo debo comprar ropa para usarla mil veces y no aburrirme? ¿Cómo puedo estilizar y no botar las cosas sin antes darles un nuevo uso? O, algo tan sencillo como saber cuándo donar lo que ya no estoy utilizando”, son las preguntas que Luz Lancheros busca que se hagan las personas.
La solución no es tratar el asunto como algo moral, aunque hacer autocrítica está bien. Ver el panorama con ojos de moralidad dista del impacto sobre el consumo de ropa que ahí en Colombia. Esto lo explica Luz a modo que entendamos que ser sostenibles va desde lograr una estabilidad económica en lo que gana el creador de una prenda hasta la persona que compra esa prenda en lugares como Zara, pero que también es capaz de comprar otras alternativas como las de Mola Sasa y Juan Pablo Socarras.