Este 17 de febrero se cumplirá el primer año del inicio de la vacunación contra el covid-19 en Colombia, que sin duda marcó un antes y un después en la que ha sido, a no dudarlo, la batalla sanitaria, social y económica más dura del país en las últimas décadas. Desde aquella primera aplicación a una enfermera de Sincelejo, el 17 de febrero de 2021, la cruzada contra la pandemia no se ha detenido. Hoy el país superó las 73 millones de dosis administradas. Un esfuerzo presupuestal, logístico y humano sin antecedentes.
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La enfermera del Hospital Universitario de Sincelejo, Verónica Luz Machado Torres, fue la primera persona en nuestro país en ser inoculada con el biológico de la marca Pfizer. Por entonces, el país sumaba 2,2 millones de contagios por el coronavirus y más de 58 mil fallecidos. Un año después y tras dos picos fuertes, la pandemia sigue su curso en Colombia, al punto que se superaron los seis millones de casos positivos y nos acercamos a las 137 mil vidas perdidas. Una tragedia sin antecedentes.
Sin embargo, el saldo fatal sería aún mayor si el Plan Nacional de Vacunación no estuviera funcionando con el nivel de eficiencia que hoy tiene. En el último año se han aplicado cerca de 73,7 millones de dosis (con corte al 8 de febrero), lo que significa que más de 32,4 millones de colombianos tienen su esquema de protección completo, en tanto que se avanza en la administración de la dosis de refuerzo a más de 6,5 millones de compatriotas.
Pese a que el país no fue de los primeros en iniciar el proceso de vacunación, sí es de las naciones que más avanza en este frente. Se comprueba no solo por los reportes diarios del Ministerio de Salud sino en distintos informes internacionales al respecto. Por ejemplo, esta semana, el índice global sanitario de Our World in Data señaló que nuestro país ocupa el puesto 13 a nivel planetario en cuanto a cobertura de inmunización, un listado que encabeza Emiratos Árabes Unidos, Portugal, Cuba y Chile, entre otras naciones.
Sin embargo, haber llegado a este punto no ha sido fácil. Al comienzo hubo demoras en la llegada de los lotes y también ha sido necesario corregir el rumbo sobre la marcha en varios aspectos clave. Aunque el país mantiene vigentes y exigibles la mayoría de los protocolos de bioseguridad, no ha querido abocar la vacunación como obligatoria. Esto a pesar de que los no inmunizados constituyen un grave problema de salud pública por el alto nivel de contagio del covid-19 y, por obvias consecuencias, también aportan el mayor número de hospitalizaciones y decesos en estos doce meses.
Sin embargo, dentro de la complejidad de esta cruzada sanitaria, resulta claro que el Plan Nacional de Vacunación, casi un año después de haberse iniciado, tiene cuatro elementos fundamentales que le han permitido dar resultados que se califican como positivos por el Gobierno y los expertos locales e internacionales. EL NUEVO SIGLO presenta esos flancos que han permitido al país frenar en una proporción importante el embate pandémico, en el marco de una estrategia que combina decisión política gubernamental, destinación presupuestal de emergencia, negociación de doble vía para la adquisición de los biológicos, así como una estructuración rápida del Plan Nacional de Inmunización (PAI) para su aplicación. Todo ello unido al que es, sin duda, el principal factor de este andamiaje: el talento humano en salud.
Decisión política
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Una de las pocas coincidencias de las encuestas publicadas en el último mes se refiere a que la opinión pública califica de forma positiva la gestión del Gobierno para enfrentar la pandemia, sobre todo en el flanco de la vacunación. Para no pocos analistas y expertos, se debe a que desde comienzos de 2020 Colombia fue uno de los países que con mayor rapidez no solo proyectó un plan de contingencia contra la amenaza pandémica, sino que declaró la emergencia sanitaria, lo que le permitió al Estado redirigir recursos de forma extraordinaria al fortalecimiento de un sistema de salud debilitado, desfinanciado y con evidentes problemas de cobertura, equipamiento y cualificación de talento humano.
La Casa de Nariño enfocó y priorizó gran parte de su gestión en la crisis sanitaria, dejando incluso en un segundo plano las metas del Plan de Desarrollo. Esa decisión política, que en otros países se condicionó o se dilató a temas presupuestales, barreras de endeudamiento o de cálculos políticos para la adopción de medidas fuertes e impopulares, ha sido clave en Colombia. No en vano, la inversión puntual en el plan de contingencia en dos años supera, según los cálculos oficiales, los 150 billones de pesos, entre recursos ordinarios y extraordinarios.
Estrategia de negociación
Los resultados del Plan Nacional de Vacunación están sustentados en que Colombia decidió desde finales de 2020 y comienzos del 2021 adoptar un plan de adquisición de vacunas de doble vía. Negociación y contratación directa de suministro de biológicos con no menos de ocho laboratorios que hoy tienen aprobación de sus vacunas contra el covid-19, así como inclusión del país dentro del mecanismo Covax de la Organización Mundial de la Salud (OMS), activado de manera urgente al evidenciarse que las principales potencias y países desarrollados concentraron desde el comienzo más del 80% de la producción de los biológicos, generando un escenario de desigualdad mundial en el acceso a los mismos.
Esa negociación de doble vía permite a Colombia tener hoy tasas de cobertura de vacunación superiores a países con igual o más población, cobijando, además, grupos de edad más amplios y priorizados, incluso en materia de dosis de refuerzo. Las cifras son contundentes: según el Ministerio del ramo, Colombia tiene probablemente el portafolio de vacunas más diverso de la región, con 105 millones de biológicos adquiridos, de los cuales 67,8 millones corresponden a negociaciones bilaterales con los laboratorios, 20 millones al mecanismo Covax y 17,6 millones a donaciones, especialmente de Estados Unidos y España. Otro dato clave aquí es que las vacunas tienen una amplia variedad en cuanto a su componente básico molecular y plataforma de desarrollo antiviral, especialmente las que utilizan el revolucionario ARN mensajero.
Alta efectividad
Los estudios de seroprevalencia que se han realizado en el país ponen de presente que el proceso de inmunización ha sido efectivo. Así se evidencia cuando se analizan factores clave como la baja tasa de positividad y el promedio de muertes y contagios por cada 100 mil habitantes. De hecho, el Ministerio de Salud indicó que la efectividad de las vacunas en nuestro país está por encima del 75%. Incluso para el caso de la variante ómicron, que desde comienzos de este año desplazó a la Delta como cepa dominante, se calcula una efectividad del 90% para prevenir hospitalización y mortalidad. Se trata de un elemento clave en la medida en que si bien ya en Colombia se dio vía libre a un tratamiento para atacar casos graves de covid-19, la evidencia científica señala que las vacunas son cerca de dos veces más efectivas en prevenir la enfermedad grave y la muerte por este virus que algunos de estos nuevos cuatro medicamentos aprobados hasta el momento.
Talento humano en salud
Otro de los elementos principales en el nivel de eficiencia del Plan Nacional de Vacunación en el último año es, sin duda alguna, el esfuerzo de no menos de 100 mil enfermeras, auxiliares, médicos y demás trabajadores sanitarios que llevan doce meses en la labor de aplicación de los biológicos, en miles de puestos urbanos y rurales, ya sea en hospitales, clínicas y centros de salud, como en centros comerciales, terminales de transporte, aeropuertos, plazas de mercado, parques y otra gran cantidad de sitios públicos. A ello debe sumarse la esforzada labor de los vacunadores rurales en zonas muy aisladas, en donde el personal sanitario utiliza cualquier medio de transporte, desde canoas hasta caballos o simplemente a pie, para llegar a los caseríos más apartados e inmunizar a sus pobladores. Si bien es cierto que el PAI en Colombia tiene una de las coberturas más altas a nivel latinoamericano, administrar más de 73 millones de vacunas en menos de un año ha sido un esfuerzo titánico, con una alta demanda de recursos, pero, sobre todo, con una muestra evidente de alta calidad humana de los profesionales de la salud.