En la Corporación Esperanza Rosa Mística de Medellín, que se dedica a mejorar la calidad de vida de niños de escasos recursos que luchan contra el cáncer, los voluntarios se han convertido en el corazón de ‘la casa’, como los niños llaman el lugar en el que encuentran el mejor refugio para sobrellevar y superar su enfermedad.
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El deseo de ayudar, llevar alegría, compartir conocimientos, leer cuentos, cantar o jugar, son algunas de las razones por las que más de 25 voluntarios llegan cada día hasta la casa para regalarle una sonrisa a los niños que día a día se enfrentan con los altibajos de esta cruel enfermedad.
Juan Sebastián Zapata, director de la Corporación Esperanza Rosa Mística, explicó que a los niños se les brinda un hogar con todo el apoyo psicosocial, acompañamiento psicológico, neuropsicológico, jurídico, espiritual; además, cuidado paliativo, medicamentos no POS y transporte, todo de manera gratuita.
“Para nosotros los voluntarios hacen parte fundamental de la fundación. Son ellos quienes de manera muy altruista y desinteresadamente desde su profesión o desde su hacer le aportan a la institución en tiempo, acompañamiento en las actividades, en los basares, la recreación, entre otros. Ellos son como nuestras manos, porque tenemos nuestra área de administración, pero son los voluntarios los que ejecutan”, dijo Zapata.
Dentro de los voluntarios hay psicólogos, contadores públicos, trabajadores sociales, abogados; entre otros. “Siempre estamos dispuestos a fortalecer este grupo de voluntarios y los vamos a incentivar como con el nombramiento del mejor voluntario del mes, porque son muy importantes para nosotros. Además, los niños y sus madres o acompañantes son felices cuando llegan porque se han convertido en su inspiración o como en sus héroes”, agregó el director.
La casa actualmente tiene capacidad para 16 niños y sus acompañantes, así que están atendiendo las necesidades de 32 personas constantemente, a las que les brindan todo lo que necesitan para vivir.
Las experiencias
Fracined Ospina, es administradora comercial, es una de las voluntarias de la corporación y define esta labor como el poder de “dejar huella, fortalecer el alma de todos aquellos que lo necesitan. Es otra manera de ser feliz, de ayudar a mejorar el mundo, de tener sensibilidad social. Es demostrar que se tiene empatía, sentido humanitario y que realizas acciones con amor”.
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Para María Isabel Rivera Sánchez, ama de casa y es voluntaria porque quiere aportar “amor a la construcción de la esperanza de vida. Este es un llamado de Dios para pensar más en los demás, a disfrutar cada logro y así producir más sonrisas. Trabajamos en actividades lúdicas para que los niños puedan expresar sus emociones y mantenerse activos y alegres, porque les permite tener una mejor recuperación.
En el caso de Lina María Salazar, comerciante, bailarina de tango y gestora cultural, el ser voluntaria le ha permitido cumplir con “el deseo de servir al otro, de poder aportar un granito de arena a personas que lo necesitan. Lo hago de diferentes maneras: con tiempo, acompañamiento, leyendo un libro, con actividades manuales, con una salida o con clases de danza; porque todo les alegra la vida y los aleja un poco de lo que están viviendo”.
Por su parte, Yuly Andrea López, abogada de un juzgado de familia, contó que desde niña ha sentido la necesidad de servir. “En la corporación he podido abrir mi corazón y entregar todo de mí a esos pequeños, que con un abrazo logran compensar todo el amor que se les brinda. Nosotros como voluntarios les ayudamos a olvidar la enfermedad, porque ellos no la dimensionan, y así nosotros con amor, alegría y fe, les ayudamos a sanar”.
La frase
“Nosotros como voluntarios les ayudamos a olvidar la enfermedad, porque ellos no la dimensionan, y así nosotros con amor, alegría y fe, les ayudamos a sanar”, Yuly Andrea López, abogada.
La cifra
25 voluntarios de diferentes disciplinas asisten constantemente a la Corporación.