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Cinco cosas escalofriantes que no creerá que pasaron en Bogotá

La historia de Bogotá está llena de crímenes escalofriantes: Mujeres emparedadas, hombres hechos picadillo con hachas en plena vía pública y otros relatos.

Cinco cosas escalofriantes que no creerá que pasaron en Bogotá

¿Un restaurante donde se vendía carne humana? Eso es solo parte de tantas cosas horrendas- e increíbles- que han pasado en Bogotá desde su fundación. Revisando la historia de la ciudad, encontramos crímenes que, desde la Colonia, alimentaron la imaginación y el horror popular.

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Mujeres emparedadas (siglos XVI- XIX)

A falta de correctivos como el convento, cualquier jovencita que no aceptara el destino que le imponía su padre y se enamorara del equivocado, o una esposa molesta (y con cuantiosa fortuna), tenía como terrible destino no ser siquiera recluida: ser emparedada, encerrada en un pequeño espacio cubierto por cal. Mejor dicho, ser encerrada en una pared, con pobre alimentación, pobre higiene y cero luz. Muchas ni siquiera tenían eso  y morían ahí, consumidas por la humedad y el hambre.

Otras eran víctimas de la venganza. En 1852, Trinidad Forero emparedó a su criada, a la que alimentaba con excremento y torturó por dos meses. Entre otras cosas, le sacó los dientes, le arrancó el pelo, cejas y pestañas. También le quemó todo el cuerpo con planchas. Esto, porque el hombre con quien Forero vivía, la dejó por la joven, a la que consideraba más bonita y que por supuesto, superaba a Forero en juventud . Esta gozaba torturándola sin darle nada de comer ni beber y dejándola en el paredón.

Por este crimen fue condenada a 10 años de prisión. La pobre criada sobrevivió y quedó hecha un guiñapo que vivió de limosnas en Bogotá.

Atravesado de lado a lado (siglo XIX)

Sebastián Herrera fue un comerciante de 70 años que era tal como «Mr. Scrooge»: tenía mucho dinero, era viudo, ávaro y tenía 70 años. Obviamente, no tenía familia. Vivía en una de las casas cercanas a donde se firmó la Independencia. Un día salió a la calle y un sujeto lo atravesó de lado a lado, – de izquierda a derecha-y le dejó clavado el cuchillo. El hombre dejó todo a sus sobrinas y luego, al extraérsele el arma, se desangró. Se descubrió que Torres estaba casado con una jovencita a la que le prometió toda su fortuna. Esta tenía un amante con el que esta se casaría apenas muriera Torres.

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Muerto a hachazos en plena calle ( 1914)

Rafael Uribe Uribe fue un militar y estadista colombiano que tuvo que ver cómo sus ideales se quedaron hechos nada en la Guerra de los Mil Días y cómo esto dio paso a la Hegemonía Conservadora. Aún así, siguió siendo parte importante de la oposición y la política colombiana. El 15 de octubre de 1914, el estadista, de 55 años, caminaba por la Plaza de Bolívar hacia el Capitolio. Dos carpinteros, Leovigildo Galarza y Jesús Carvajal lo acorralaron y lo «picaron» a hachazos. Claro: sobrevivió luego del ataque, pero murió en la madrugada. Independientemente del juicio a los detenidos (20 años de presidio), nunca se supo quién fue el autor intelectual del homicidio.

Teresita, la descuartizada (década de 1940)

Teresa Buitrago fue una joven campesina que como muchas mujeres que llegaban a Bogotá en ese entonces, tuvo que entregarse a la prostitución. Le fue tan bien que quedó como madame de un finísimo burdel en la 59. Tenía como amante a Pacho Díaz, que un día le presentó a su amigo italiano, Ángelo Lamarcca. Ella se quiso casar con el italiano y esto originó celos en Díaz. Los amigos se volvieron enemigos y un día el extranjero denunció la desaparición de su esposa. La encontraron descuartizada, en maletas. Nunca se supo quién la mató. Díaz desapareció y el extranjero, heredero de todo, se fugó con la fortuna de su difunta esposa.

El apartamento 301 (década de 1970)

El apartamento 301 quedaba en el Antiguo Country. Un comerciante venezolano lo rentó y hacía orgías ahí con sus amigos, a los que dio varias llaves. Hasta que se encontró el cadáver desnudo de una mujer llamada Myriam Villamizar, a la que mataron con herida de bala. Pero no se encontró ninguna arma de fuego en el lugar. Se supo entonces que en las orgías participaban generales, «niñas bien» y todo tipo de mujeres de diversa procedencia. Por supuesto, nunca se resolvió el crimen.

Todos los relatos fueron tomados de «Reminiscencias de Santafé de Bogotá», de José María Córdovez Moure y de «20 crónicas policíacas», de Fernando González Toledo, encontradas la primera y la segunda en el catálogo digital del Banco de la República.

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