“Me hicieron una especie de exorcismo de iniciación antes de entrar a la iglesia. Me taparon la cara hasta que me llevaron al púlpito, en la parte de adelante, y empezaron a hacer una serie de oraciones que eran parte del exorcismo. [...] Este procedimiento duró mucho tiempo. Cuando terminaron me preguntaron si seguía siendo gay.”
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Este es uno de los 10 testimonios incluidos en un reportaje publicado por la Revista Volcánicas, con el apoyo de la organización internacional LGBT+ All Out, sobre estas prácticas en Colombia, conocidas en el mundo como ECOSIEG (Esfuerzos de Cambio de Orientación Sexual, Identidad o Expresión de Género).
Aunque en este monento es muy difícil estimar la cantidad de personas que han sido víctimas de estas pácticas, según una encuesta del Instituto Williams (en México) , 1 de cada 5 personas LGBTI+ en Colombia ha sido víctima de ECOSIEG.
Según Volcánicas, las víctimas en sus testimonios denuncian a organizaciones como la internacional ‘Courage’; la iglesia católica Santa Isabel de Bogotá; la organización “Protege Tu Corazón” del canal de televisión Televid de Medellín, operado por la Congregación Mariana de la Compañía de Jesús; la iglesia cristiana evangélica cuadrangular de Sevilla; la Cruzada Estudiantil Profesional para Cristo de la Universidad Pública de Pereira; y la iglesia Misión Paz a Las Naciones.
Para la ONG All Out, pionera de esta iniciativa de visibilización, preocupa que existen muy pocos países en el mundo que han prohibido este tipo de prácticas, en las que las personas u organizaciones no afrontan ningún tipo de consecuencia.
“Para lograr prohibir algo primero se necesitan testimonios y datos para tener cifras exactas y así gestionar una ley que prevenga a las personas LGBTI+ de sufrir estas prácticas, pero es algo que en Colombia no se ha investigado mucho”, dice Andrés Forero Ordoñez, gerente de campañas de All Out.
Sin embargo, es difícil que las personas que vivieron estas prácticas quieran hablar. De hecho, según Forero, muchas de ellas tardan bastante tiempo en entender que vivieron un episodio violento. Además, muchos sienten vergüenza, miedo o frustración.
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“En el formulario que hicimos para buscar los testimonios hubo más de 2.000 personas que lo iniciaron y únicamente 17 personas lo finalizaron. Eso nos da entender que hay muchas personas que quieren hablar de este tema pero que no se sienten en la tranquilidad de hacerlo”, indica el vocero de la organización.
La historia de Danne Aro Belmont
Danne Aro Belmont es una joven trans que participó en esta iniciativa, quien habló con PUBLIMETRO de la experiencia que vivió en una de esas “terapias de conversión”.
Danne es hoy la directora ejecutiva de la Fundación GAAT, una organización que ayuda a personas con experiencia de vida trans. Lleva en el activismo cerca de 12 años, dede que salió del colegio, y dice que fue esto lo que en verdad lo salvó, pues muchas veces pensó en suicidarse.
“Yo no puedo decir que en algún momento fui hererosexual o sisgénero. Siento que había cosas diferentes entre lo que yo sentía y la forma como me relacionaba con mi cuerpo a como lo hacían mis hermanos o hermanas”, cuenta Danne.
“Como muchas personas en el mundo, salí del clóset con tropezones y a las patadas. Te van sacando de allí con todo lo que implica. Le conté a mi familia que era gay a los 11 años de edad. A partir de ahí iniciaron una serie de procesos. Las ‘terapias de conversión’ fueron una de las muchas acciones que se tomaron para intentar comprender o cambiar lo que pasaba conmigo”, agrega.
Danne indica que su familia era ‘open mind’, pero se dejaron asesorar por familiares que hacían parte de iglesias y cultos después de que él les contara sobre su identidad de género.
“Realmente mi familia es católica, pero en ese momento una familiar cristianan les aconsejó un lugar en donde podían limpiar o purificar mi espíritu (…) Me llevaron a esa iglesia, donde te acercan a la parte de adelante del púlpito, empiezan a rezar y te dicen que si eres gay estás mal y tu alma está sucia. Me echaban una especie de ceniza negra. Al final del ritual me preguntaban si seguía siendo gay. Eso me hacía entrar en una situación compleja, poque estaba parada frente a muchas personas. Fue un choque para mí porque ni siquiera me habían dicho que me iban a llevar a eso”, recuerda Aro Belmont.
Un segundo episodio ocurrió tiempo después en una convivencia de la Iglesia Santa Isabel a la que la familia de Danne era cercana y en donde incluso había hecho su primera comunión y confirmación. Tenía alrededor de 16 años de edad cuando esto ocurrió.
“Nos subimos a un bus y me empecé a dar cuenta de que había personas con mensajes alusivos a Cristo. Nos llevaron a una finca lejos de la ciudad, a un centro de retiro. Allá te ponían a orar desde las 5:00 a.m, después podías desayunar. En las noches iban llamando a las personas para hacerles como diferentes excorsismos. Te ponían unas velas alrededor y ponían a todas las personas a rezar. Te echaban agua bendita y hacían cantos. A medida que las personas iban limpiando sus cuerpos y espíritus se iban retirando”, cuenta la joven.
A esa convivencia en particular había ido con su hermana, quien estaba apoyando las labores de la igresia. “A ella le molestaba mucho que yo dijera siempre al final de todos esos ritos que seguía siendo gay, porque eso alargaba la jornada y nos acostabamos muy tarde, había que estar mucho tiempo de pie”, cuenta.
A pesar de todo lo ocurrido Danne dice que la relación con su familia ha mejorado pues hoy reconocen que las acciones tomadas fueron violentas.
“Tuvimos que hacer muchas cosas para reestablecer ese vínculo. Hablar las cosas a modo de chiste ha sido la manera de que poder hablar sin que yo llore y sin que ellos se sientan atacados. Hoy también entiendo que fue la información que ellos tuvieron en el momento, que no fue la más adecuada y que no tomaron la mejor decisión, pero ellos también entienden que es algo que debió pasar. Tuvimos muchas conversaciones incómodas para tener relaciones sanas”, cuenta la joven.
Danne dice que fue cuando escuchó hablar de las “terapias de conversión” que se dio cuenta de que había vivido esa experiencia, pues no se dan igual en todos los casos.
“Siento que esto es algo que está muy arraigado en el imaginario de las personas, que creen que lo que necesitas tú para dejar de ser lesbiana, gay, bisexual o trans es ir a una de estas terapias, pero quienes más promueven estos escenarios de conversión son los cultos y las iglesias”, opina Danne.