Un misterioa millones de kilómetros de la Tierra mantiene en alerta a la comunidad científica internacional. Se trata de 3I/ATLAS, un objeto interestelar que atraviesa nuestro sistema solar y que, por su comportamiento, ha generado una ola de especulaciones que van desde lo estrictamente astronómico hasta lo que parece sacado de una novela de ciencia ficción.
La discusión ha sido impulsada por el reconocido astrofísico Avi Loeb, exdirector del Departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard, quien desde hace años aboga por tomar en serio la búsqueda de inteligencias fuera de la Tierra. Para Loeb, 3I/ATLAS no actúa como un cometa ni como un asteroide convencional, y cada nuevo dato recopilado incrementa el desconcierto.
Descubierto en julio, el objeto realizó recientemente una peligrosa aproximación al Sol. Lo esperado, según los modelos cometarios tradicionales, era que su núcleo se fracturara, liberando gas y polvo en grandes cantidades. Pero ocurrió lo contrario: 3I/ATLAS salió indemne.
“Es algo que ningún cometa natural debería poder hacer”, comentaría un astrofísico teórico ante la falta de explicación. Las últimas imágenes captadas por el Telescopio Óptico Nórdico, en España, refuerzan el misterio: el objeto no muestra signos de fragmentación, sino que parece ser un cuerpo sólido y brillante, envolvido por una nube de gas alargada y una extraña “anti-cola” que apunta hacia el Sol.
A la lista de anomalías se suman los dos inmensos chorros de material que emanan de su superficie. Uno de ellos se extiende hacia el Sol con una longitud aproximada de 620.000 millas.
“Basándonos en el tamaño de 3I/ATLAS, que es de aproximadamente 3.5 millas, no hay suficiente hielo en su interior para producir chorros de vapor de agua tan masivos”, señala el científico. Su hipótesis es tan provocadora como polémica: lo que estamos viendo podría ser el escape de propulsores tecnológicos.
“Un propulsor que apunte su escape hacia el Sol aceleraría alejándose de él. Esta maniobra podría ser empleada por una nave espacial que busca ganar velocidad”, añade Loeb, planteando un escenario que muchos consideran audaz, pero no imposible.
¿Qué dice la comunidad cientifica?
Como era de esperar, la teoría del académico ha sido recibida con cautela y escepticismo. La NASA y diversas instituciones astronómicas mantienen la postura de que se trata de un cometa interestelar con una composición química inusual, posiblemente formado en un sistema solar remoto bajo condiciones drásticamente diferentes a las nuestras.
Muchos astrónomos sugieren que los chorros observados podrían ser emanaciones de dióxido de carbono (CO₂) congelado, en lugar de vapor de agua. Esta alternativa explicaría su resistencia al calor solar y parte de su comportamiento anómalo. Sin embargo, Loeb vuelve a contradecir esa interpretación: los cálculos indican que, para expulsar cinco mil millones de toneladas de material al mes, el cometa tendría que ser mucho más grande de lo que realmente es.

