Hace once años este diario fue uno de los primeros medios en escribir, contra el clasismo imperante, a favor del jean levantacola: eran los tiempos en que el Gran San aún se veía como un enclave de la mal llamada “narcoestética”: una estética enclavada en el male gaze, de poco entendimiento para el establecimiento de moda colombiana y que carecía de todo análisis y sí se excedía en todo prejuicio.
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Para ese entonces, PUBLIMETRO hablaba de cómo los jeans colombianos eran el 10% de las exportaciones y muy a pesar de esos comunicadores y diseñadores que les hacían ascos, una gran parte del país se vestía con ellos: y también fuera.
Japón, México o Estados Unidos buscaban un molde que luego adaptó Levi’s y en tiempos más recientes vendió Kali Uchis. Y el proceso para entender esa otredad, que también somos ese país y está bien, que no siempre tenemos que ser Europa ni lo seremos, tardó más de una década.
Así, Bogotá Fashion Week en 2024 lo hizo bien. Más que bien: con respeto, dignidad, creatividad. Porque San Victorino no hace parte de Bogotá, es toda Colombia. Con un montaje que puso desde champeta hasta música popular, y los sonidos de su diario trasegar, mostrando a los protagonistas del ‘Madrugón’ y luego diseños que iban más allá de esa estética comercial y que como bien lo decía su título, marcaban un ‘Puente’ entre esa estética de autor, con mirada global que comienza a tener sus propios titulares y mercado en otros países, con esa estética comercial que ha sido tan popular y rentable por sí misma.
La impecable curaduría y trabajo de Pilar Castaño y Ana María Londoño, quienes con visión entendieron que existía otro país del que hablaban hace mucho tiempo varios comunicadores de moda, pudo mostrar que allí, más que calidad, hay infinitas posibilidades de moda más allá de la cotidianidad.
Que puede existir otra aspiración. Y que el dénim es uno de nuestros fuertes, así como las prendas de control y también la creatividad inmensa de unos diseñadores que van más allá de la demanda masiva.
Este gran paso también plantea otros : “What If”.
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¿Qué pasaría si, por ejemplo, se hiciera ese mismo trabajo con marcas de tallas grandes, un sector que está creciendo de la mano de ferias como ‘Gorda’ y que conglomera marcas, movimientos sociopolíticos y hasta sus propias influencers? ¿Qué pasaría si se hiciera esa curaduría, cuando ya alcanzaron, por ejemplo, lugares como el Congreso de la República?
¿Qué pasaría si se hiciera esto con el sector deportivo, tan innovador con sus materiales? O, ¿qué pasaría si se hiciera con marcas aún más emergentes, en un programa que tuviera una serie de pasos que les diera oportunidad de ir de ceros a una pasarela en Bogotá? ¿Y qué pasaría si se hiciera algo con estudiantes?
Quién sabe. Pero se espera que al menos este ejercicio con San Victorino siga existiendo para las demás ediciones y con muchas más marcas: lo merece y permite que este mercado crezca hacia otros targets y de paso, cambie imaginarios como lo hizo con esta edición.
Ahora bien: el objetivo de este evento es apoyar el diseño independiente. Así debe continuar. Muy loable que invitaran a marcas de otras ciudades del país, como Alado, estandarte de historias de colombianidad, o a Zorro Gris, de Cali, única marca genderless sin restricciones de talla a debutar. Que sigan dando espacios a esas disrupciones de Papel de Punto o a La Petite Mort.
Y que diseñadores como Andrea Landa y sobre todo, Alejandro Crocker, tan coherente en la construcción de sus siluetas, tuvieran su espacio. Un espacio también para los siempre interesantes boleros de Carlo Carrizosa y pasarelas tan honestas como la de A Modo Mío. Con espacio también para amos del tejido artesanal, como Tejidos Rebancá.
Y eso fue parte de todas las mejoras que hicieron para este año.
En la moda actual, puedes tener conocimiento como ser un ‘pavo real’
Hago esta alegoría pensando en aquella famosa columna de Suzy Menkes hace una década, cuando se quejaba de todos aquellos bloggers que iban a solo tomarse la foto con sus pintas súper producidas a las pasarelas.
Corta se quedó la señora Menkes al ver que se puede ser las dos cosas y que en las ferias de moda puedes irte como el mismísimo Elton John a ver una conferencia académica que te hable de geopolítica, sostenibilidad o tantos dilemas actuales de la moda, tal y como pasó en este evento, que bajo Rocío Arias Hoffman trajo panelistas de todas las voces.
Historiadores respetados como William Cruz Bermeo, colegas pioneras como Angélica Gallón o voces tan increíbles como las de Brigitte Baptiste y Vanessa Rosales. Para los que carecemos de tiempo: agradeceríamos a las redes de Bogotá Fashion Week que construyan su catálogo de memorias.
Esto, no solo para ayudar a los que corremos entre pasarela y pasarela desde la redacción, sino para construir la historia de moda de este país y dejar para la posteridad estos planteamientos realizados. Así serán consultados por futuros comunicadores e investigadores.
Por otro lado, si se quiere ser meramente un ‘pavo real’, no hay ningún problema: en esta era de Instagram nuestra generación lo demanda. Es un deleite ver a la gente con sus propias interpretaciones de la moda, siempre dispuesta a dejar un recuerdo de cómo se construyeron para ese momento efímero.
Y las marcas dieron muchas experiencias en ese sentido. KIA tenía un espacio para tomarse fotos. BLIND tenía un espacio para tomarse cócteles inspirados en perfumes. Incluso había un stand de maquillaje. Todo esto hace parte de ese ejercicio de mirar y mirarse, como lo decía Walter Benjamin. Un ejercicio que es la esencia de la moda misma. Y uno que también mejoró en cuanto a puesta en escena: cada marca tuvo una producción de primera.
Asimismo, hubo mucho menos desorden en la entrada, cosa para alabar. Y si usted quería darse una oportunidad de ver todas las propuestas, podía hacerlo en los stands dispuestos para ellas y en las multimarcas: ver y querer también hacen parte de este fenómeno tan tácito, pero tan presente en absolutamente todo.
Bogotá Fashion Week ha tomado muchos aprendizajes, se ha nutrido de múltiples miradas y ha escuchado. Ha involucrado a la ciudad en su ejercicio de revelarse como el evento de moda de la capital de Colombia.
Y puede ser aún más legendario en esta búsqueda. Pero al menos en 2024 ya dio pasos hacia esa grandeza que implica ser uno de los pocos eventos de la moda Latinoamericana que miró hacia el futuro, el presente y hacia las multiplicidades de rostros de esta Colombia cambiante.