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“Los monstruos en Colombia sí existen”: así era la mente perversa de Luis Alfredo Garavito

Murió uno de los peores asesinos seriales de Colombia y Esteban Cruz Niño analiza qué lo impulsaba a matar.

Luis Alfredo Garavito Noticias Caracol / Archivo

Ha muerto Luis Alfredo Garavito, asesino serial, de los peores en Colombia, a sus 66 años en Valledupar. Con motivo de su fallecimiento, NUEVA MUJER COLOMBIA revive el perfil que le hizo Esteban Cruz Niño en el libro ‘Los Monstruos en Colombia sí existen’. Los monstruos en Colombia sí existen” es uno de los best- sellers más importantes de la última década en Colombia.

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Porque en medio de la violencia continua, es un duro, crudo y desgarrador recordatorio de que la maldad en su más espantosa y retorcida forma, puede desgarrar vidas de los más inocentes a través de rostros en apariencia amables. Porque de los monstruos que investigó el antropólogo, escritor y maestro Esteban Cruz Niño, no se podía ver ni un sólo estereotipo de hombres temibles, sino de personas afables, precarizadas y desamparadas que mataron entre ellos a cientos de personas.

Esto, en un sistema judicial cuya meta es la impunidad y en donde se ve cómo se tratan a los ricos y cómo se olvida a los pobres.

Mujeres, niñas, niños. Estas fueron las víctimas de Garavito, ‘El monstruo de los Andes’, e incluso el famoso tinterillo falso, el ‘Doctor Mata’. Sus historias fueron investigadas y corroboradas por Esteban, que en esta nueva edición de un libro tan popular muestra casos nuevos, como el del infame ‘Monstruo de Monserrate’.

Todo, combinado con casos mundiales como el del ya popular, gracias a Netflix, Jeffrey Dahmer, entre otros criminales.

Para esta edición de la Feria del Libro, PUBLIMETRO habló con el autor sobre los asesinos en serie, su modus operandi y qué hay detrás de esta problemática.

Murió Luis Fernando Garavito: cómo son los asesinos seriales como él

¿Cómo fue el proceso de investigación en cuanto a Colombia y sus asesinos seriales?

Duré hasta cuatro años buscando entre antiguos periódicos, en archivos judiciales, entrevistando familiares, víctimas, entrevistando periodistas. Fue enfrentarse a algo terrible, a la maldad. Y a mí me daba mucho miedo. Y cada vez que escribía, me daba cada vez más miedo. Pero dije: " tengo que terminarlo porque es la única forma que tengo de mostrarle a las personas qué hay en estos casos que pasan en nuestro país y no tienen por qué suceder”. Y si la memoria queda escrita, es para que no vuelva a pasar nada como esto. Ahora, en todas las culturas y todos los países pasa esto.

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Somos un país acostumbrado a la muerte. ¿Eso explicaría el por qué nosotros no tenemos una cultura de admiración hacia los asesinos seriales, como, por ejemplo, en Estados Unidos?

Yo creo que lo que hace cada cultura es interpretar el fenómeno de acuerdo a cómo vive y cómo se socializa. Y los Estados Unidos son un país donde todo es mercancía. Entonces, Jeffrey Dahmer se vuelve una estrella porque genera dinero. Su historia genera plata en otros lugares del mundo.

Los asesinos en serie se ven simplemente como una rareza. Pero en Colombia, nosotros hemos sido tantas violencias de tantas vertientes, de tantos lugares con tantas expresiones, que nos hemos olvidado muchas veces de que existe este tipo de violencias, que es un fenómeno mundial y que tenemos los peores asesinos en serie peores que los de ese país.

Lo olvidamos porque tenemos a Pablo Escobar, a los paras, a la guerrilla, al Cartel del Golfo. Tenemos al al que te roba el celular por la calle. Tenemos al que no tiene qué comer.

Tenemos muchas violencias, tenemos tantas, que estas han quedado un poco inadvertidas. Solo quedaba Garavito por ahí.

Así que lo que realmente hice fue investigar y descubrir que gente como el ‘Monstruo de Los Andes’ quedó libre y no sabemos aún dónde está uno de los peores asesinos en serie.

¿Por qué no hay asesinos en serie de clase alta? Sólo hay alguien que se acerca a la élite pero ni tanto, el infame ‘Doctor Mata’.

El asesinato serial está en todos lados. No debería existir, pero es un fenómeno que se da. En Colombia hay una equivocación, sin embargo. Señalan a los paras y guerrilleros como tales. Pero estos hacen parte de organizaciones, mientras que los asesinos seriales no obedecen, dan vueltas por ahí, matan compulsivamente más de tres personas en un espacio determinado y sin motivación de dinero.

Matan por sus propios deseos ,por sensaciones de poder. Y estos señores tienen como característica en nuestro país que la mayoría ellos tienen una alta movilidad, a diferencia de los asesinos en serie norteamericanos que ataca una sola ciudad, por ejemplo, Jeffrey Dahmer en Milwaukee o el Asesino del Zodiaco en San Francisco. No: los asesinos en serie colombianos van pueblo por pueblo. El Monstruo de Los Andes, por ejemplo, llegó hasta Perú caminando y mató en pueblo por pueblo, dejando un terrible rastro de dolor y víctimas.

Por otro lado: el asesino en serie colombiano vive de forma precaria, está fuera del sistema. Y si no hay asesinos de las élites, es que no han sido juzgados. Han existido. Y por otro lado: entre cinco asesinos acabaron con quinientas personas, la mayoría niños pobres.

Si Garavito hubiera atacado al hijo de Roy Barreras, Petro o Sarmiento Angulo, ya hubiese sido judicializado, pero como acabó con el hijo de la señora de los tintos, a este país no le importó: por eso llegaron a más de 300 víctimas.

El modus operandi de la mayoría es aterrador: abuso sexual y apuñalamiento.

El asesinato serial tiene que investigarse más y la pregunta es siempre si el asesino serial nace o se hace.Pero sí hay un elemento presente, el abuso sexual, la violación física o simbólica, cirunscrita al poder. Muchos de estos señores ejercen su poder sobre la víctima y lo acompañan entonces de estas acciones que terminan, configurando no solo asesinatos, sino violación.

Y hay un componente que nos muestra también una faceta humana llamada la parafilia. Y con los asesinos en serie colombianos sí hay una grave presencia de agresión sexual, sobre todo a personas vulnerables, y eso es muy triste, porque el asesino en serie busca a alguien a quién someter fácilmente.

Y lo peor: son gente que parece buena. Garavito se disfrazaba de cura y se llevaba a los niños a los cerros de Bogotá ofreciéndoles comida. Daniel Camargo Barbosa se hacía pasar por pastor cristiano. No son gente con la cara cortada. No son gente con el rostro deforme ni con una máscara. No son genios del mal, son seductores, son estafadores y someten a víctimas vulnerables y fáciles de manipular para poder atacarlas más fácilmente.

Una cosa aterradora es ver cómo se “convierten” tan fácilmente a la religión. ¿Por qué?

Muchos de estos asesinos seriales se encuentran en la religión y en el fanatismo de la religión. Una supuesta rehabilitación porque precisamente con la religión, porque la mayoría de la gente que está allí te dirá que es inocente. Muy pocos aceptan su culpa.

Y si lo hacen, es porque hay unas evidencias muy fuertes en contra o porque realmente saben y aceptan su culpabilidad y empiezan a rehabilitarse. Pero hay otros que no lo asumen y este comportamiento cae en los límites de lo que llamamos a veces la psicopatía.

Y pues en la cárcel no vemos un sólo caso de un asesino serial rehabilitado. Y en otros casos, donde hay pena de muerte, el criminal trata, como último recurso, de exhibir que se ha reformado gracias a un poder divino, inmanente, sobrenatural trascendente que podemos llamar Dios Jesucristo, Mahoma.

Pero así se manipula a la gente: tal y como Garavito, por ejemplo, manipuló a sus víctimas para someterlas y engañarlas, es lo mismo que hace frente a las cámaras para decir que se ha rehabilitado. Y nosotros estamos siendo manipulados.

Porque ahí se usan las creencias de las personas buenas (muchas que lo son en el mundo las tienen). Y todos también tenemos creencias sobre la idea de la bondad, y sobre todo, en el cristianismo hay un elemento que es el perdón de los pecados, que usan mucho para decir “miren, yo me convertí a Cristo. Estoy perdonado, sáquenme de la cárcel”. Pero esto no es sincero, porque el asesino manipula al sistema para decir que es bueno.

Ahora, otro patrón muy interesante es ver cómo estos asesinos vienen de una generación donde la violencia era la forma más común de educación. Pero en el libro está un nuevo asesino, el ‘Monstruo de Monserrate’, que viene en apariencia, de una familia normal.

Aparentemente. La mayoría de asesinos son de otra generación, pero en el caso de este, es víctima de otras violencias. Sufre de un muy fuerte acoso escolar, algo que no lo justifica, porque, obvio, todos hemos vivido y muchas personas han sufrido acoso escolar y no no le hacen daño a nadie. Pero en este caso, hay unas circunstancias familiares que sí vienen de la violencia de la desigualdad.

El padre abandona a la familia, la madre muere joven. Y él mismo vive en el desamparo de la calle. Así que este señor, antes de ser ‘El Monstruo de Monserrate’, está abandonado por la familia, el Estado y la sociedad.

Termina viviendo en la calle, consumiendo bazuco, sin ninguna protección, en un cambuche en Monserrate. Esto es otro tipo de violencia. Si hubiese una protección y esta persona no hubiese quedado desamparada, tal vez no hubiese matado nunca a nadie.

Y ahí viene otro cuestionamiento: todos de cierta manera estamos sujetos a cierto tipo de violencias, pero dependiendo de nuestro lugar de privilegio.

Hay otra cosa: todos somos humanos que tenemos impulsos de dominación, fetiches, deseos de poder. ¿Cuál es la línea que separa a los que son monstruos del resto?

Es un cóctel con muchos elementos. La OMS dice que el cuatro por ciento de la población mundial es psicópata, pero no todos los psicópatas son criminales.

La mayoría son políticos, banqueros, cirujanos, hay muchos otros que también son sacerdotes y líderes religiosos. No lo digo yo: lo dicen estudios como los de la Universidad de Columbia. Y estos también trabajan en Wall Street. Allá se realizan muchos estudios sobre psicópatas, pero la cárcel también está llena de ellos.

Yo creo que muchos de estos asesinos tienen personalidad psicópata, pero es u ingrediente más.Así creo que,, a diferencia de muchas personas que han sufrido o hemos sufrido violencias o nos hemos enfrentado a momentos duros en la vida, ellos estuvieron en momentos y en lugares en los que esto fue realmente un cóctel que detonó su diagnóstico. Y en muchos casos no hubo cuidado ni protección, sólo desamparo y abandono. Son personas que sufrieron muchas violencias, pero esto no justifica nada.

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