Saquear tumbas no es, ni ha sido, una práctica relacionada con la tradición de Halloween. Se trata de un delito que, aunque ha ocurrido a lo largo de la historia por distintos motivos, no forma parte de las costumbres de esta festividad. Cualquier acto de profanación, robo de lápidas o de restos humanos es considerado vandalismo o crimen, no una celebración.
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La confusión puede surgir porque Halloween tiene raíces que se vinculan con la muerte y el mundo de los espíritus. Su origen se remonta al antiguo festival celta de Samhain, una celebración que marcaba el fin de la cosecha y el inicio del invierno, época en la que —según la creencia— se desdibujaba la frontera entre el mundo de los vivos y los muertos. Se pensaba que los espíritus malignos deambulaban esa noche, capaces de causar travesuras o incluso llevarse a los niños.
Sin embargo, el saqueo de tumbas obedece a motivaciones muy distintas y tiene una larga historia que nada tiene que ver con la celebración moderna de Halloween:
- Por dinero: Desde la antigüedad, se han profanado tumbas para robar objetos de valor enterrados junto a los difuntos. En el Antiguo Egipto, por ejemplo, los ladrones de tumbas solían tener conocimiento interno de los sepulcros y excavaban con paciencia durante semanas o meses para hacerse con los tesoros.
- Con fines médicos: Durante los siglos XVIII y XIX, el robo de cadáveres era una práctica común. Los cuerpos se vendían a cirujanos y estudiantes de medicina que necesitaban material para sus disecciones y estudios anatómicos.
- Por violencia o venganza: También existen casos en los que los cementerios han sido profanados durante conflictos o como actos de odio. Un ejemplo es la destrucción de miles de tumbas en el cementerio del Monte de los Olivos en Jerusalén, considerado uno de los mayores actos de profanación de los últimos tiempos.
En resumen, aunque Halloween evoque lo macabro y lo sobrenatural, sus raíces culturales no promueven la violencia ni la profanación. La festividad busca más bien exorcizar los miedos y rendir homenaje a las almas que ya partieron, no perturbar su descanso.

