Luis Eduardo Motoa es un rostro inolvidable de la televisión colombiana. Su nombre se asocia de inmediato con Padres e hijos, una de las producciones más largas y vistas del país, pero también con exitosas producciones como Rosario Tijeras, Tres Milagros y Arelys Henao: canto para no llorar. Sin embargo, lejos del bullicio de los sets y la vida en Bogotá, el actor encontró un nuevo rumbo en Subachoque (Cundinamarca), donde combina la actuación con un proyecto de vida en medio de la naturaleza.
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En entrevista con Vea y El Espectador, Motoa recordó que la idea de sembrar raíces en el campo surgió hace más de tres décadas, cuando aún grababa Padres e hijos. Junto a un grupo de amigos adquirió un terreno en la sabana de Bogotá que en ese entonces estaba despoblado. Con paciencia y esfuerzo, comenzaron a plantar especies nativas y a levantar lo que hoy se conoce como La Granja del Bosque, un espacio pedagógico y sostenible.
“En estos 34 años logramos salvar unas 60 o 70 variedades de árboles de este piso térmico. La idea fue hacer una granja dentro de un bosque, aunque el camino fue al revés: primero construimos la granja y después vino la siembra. Ha sido un viaje de crecimiento, de alegría y muy pedagógico”, relató el actor.
Su rutina comienza alrededor de las 4:30 a.m., con ejercicios, prácticas espirituales y una ducha fría antes de dedicarse a la huerta, los animales y actividades pedagógicas. A las 8:00 p.m., asegura, ya está desconectado de todo. “Cuando uno viene del campo deja de ser ave nocturna. Aquí uno aprende a poner los pies en la tierra, porque los artistas vivimos mucho en la fantasía, pero la realidad también es fundamental”.
Pese a su nueva vida, Motoa no ha dejado la actuación. Entre semana o fines de semana viaja a Bogotá para grabaciones o presentaciones en teatro y cine. “Vivo en los dos mundos, pero aquí, en el campo, encontré un espacio amable para esta etapa de la vida”, concluyó.