El paso de Daneidy Barrera Rojas, más conocida como Epa Colombia, por la cárcel El Buen Pastor en Bogotá dejó un episodio que se convirtió en noticia: su esfuerzo por reducir su condena elaborando manillas artesanales dentro del penal.
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La influencer, que buscaba acogerse a los beneficios de la redención de pena contemplados en la Ley 65 de 1993 y la Ley 2466 de 2025, invirtió parte de su tiempo en la producción de artesanías junto a otras internas. De acuerdo con el Código Penitenciario y Carcelario de Colombia, estos programas permiten que las personas privadas de la libertad reduzcan su condena a través del trabajo o el estudio.
Según explicó el abogado Francisco Bernate a El Tiempo, la expectativa de Barrera era aprovechar al máximo este beneficio para avanzar en su proceso de resocialización. Sin embargo, los resultados fueron mucho más limitados de lo que esperaba su defensa: apenas logró una rebaja de entre 25 y 27 días de su pena, cifra que ni siquiera completó un mes.
La situación, calificada por su abogado como un beneficio simbólico, puso en evidencia los retos del sistema penitenciario colombiano para que estas iniciativas tengan un verdadero impacto en los procesos de resocialización. Además, las dificultades para consolidar un proyecto colectivo dentro de El Buen Pastor impidieron que el trabajo de Barrera trascendiera lo individual y se transformara en una estrategia más amplia para las internas.
Más allá de la reducción mínima conseguida, el caso de Epa Colombia abrió de nuevo el debate sobre la efectividad de los beneficios penitenciarios en el país y sobre las pocas oportunidades reales que tienen los reclusos para construir proyectos de reinserción social a través del trabajo en prisión.

