Dentro del álbum musicalmente hablando, hay mucha diversidad sonora, empieza con urbano, sigue pop, y también hay cosas experimentales con Humbe, ¿desde dónde nace esa necesidad de diversificar el sonido en este álbum?
Creo que es una necesidad mi cuando creo algo, el hecho de siempre estar creando algo nuevo y distinto. Siempre digo que no me gusta escribir la misma canción dos veces o una canción como que se parezca a la otra y las veces que lo he hecho después quedo como, ‘¿para qué?, ¿para qué lo hice?’ Y eso me pasó con este álbum. Quería volver un poco al mundo de fantasía donde se volvía bastante al pop, pero enfocarme más que en un género, enfocarme en una experiencia celestial, en que el álbum tuviese como esa sonoridad y que se sintiera vivo y que te emocione, que las letras cada vez pueda decir cosas nuevas que ya no dije antes.
Eso es lo bueno de cuando uno escribe muchas canciones, porque cuando sacas tantas cosas es como ‘ok, ¿qué me voy a inventar distinto para hablar de estas cosas?’ porque un simple ‘hola, te extraño’ ya no sirve, por eso uno empieza a recurrir a ciertos elementos como la poesía para escribir: “ Ni en el grande templo de piceas siento tu frescura, es que ni siquiera un té de coca me alivia la altura. Mi trébol de cuatro ranuras, mi vida de suerte, ya que el sol de estar desorientado Regreso, regreso para verte” (canta un fragmento de su canción Templo de piceas).
Inicia el álbum con sonidos urbanos y cierra cantando Óleo de mujer con sombrero de Silvio Rodríguez junto a su papá ¿Cómo fue el hecho de hacerlo parte activa del disco?
Bueno, Milagro, la primera canción es, creo que de las cosas favoritas que he escrito a lo largo de la vida. Ese sonido del piano lo saqué de la nada, y después Ben, que es un productor con trabajo y músico muy bueno, mexicano grabó los pianos muy bien. Esta canción me transportó y le encontré mucho sentido a este disco. Después, entra el reguetón como algo emocionante, porque toda esa energía que pasa ahí, entraba perfecto ese ritmo como para romperlo y sentir esa explosión y satisfacción de soltar.
Cerrar el disco con mi papá, es casi como una coda. Una coda es cuando se termina la canción y después hay como una parte agregada. Para que se entienda un poco mejor, es como en las películas de superhéroes que ves el final y después hay una escena postcréditos. Para mí, eso es Oliva de mujer con sombrero, porque llevo toda la vida escuchándolo cantar esa canción. Fue único.
¿Fue difícil convencerlo?
No, porque para mi papá el punto débil siempre han sido sus hijos, y uno se aprovecha un poco de eso (risas), pero fue súper especial. Lo que sí hice es dejársela lo más fácil posible, porque muchas veces uno graba con una pista, y después la guitarra al tiempo , y después graba la voz separada, pero con él no iba a pasar eso, y tampoco se iba a sentir la emoción real de cómo él hace la música. Entonces pusimos micrófonos y fue ‘bueno, vamos a cantarlo como si estamos en la sala de la casa’, y eso fue lo que hicimos.
Justo con el lanzamiento del álbum tomó la decisión de tatuarse las cicatrices de unas alas cuando fueron arrancadas, ¿qué tipo de significado tiene?
Sí, todavía se está curando (risas). En los videos del álbum tengo unas alas cortadas en la espalda, y eso es lo me quise hacer aquí, esas alas que representan un poco esos ángeles sin alas que tenemos todos en nuestra vida, sea algún amigo, un hermano, nuestra mamá, nuestro papá, nuestros hijos, la gente que encontramos en la calle. Constantemente encontramos esas personas, así que representan a ese alguien. Esas alas están ahí listas para salir en cualquier momento.
¿Cuáles han sido los milagros que le ha dejado la música a Sebastián Yatra?
Vivir un día distinto. Eso es algo que agradezco demasiado. Con mi carrera yo nunca vivo el mismo día dos veces. Un día estoy aquí, el otro día estoy allá y hago mil cosas, pero no me quejo, lo agradezco porque es muy bonito poder vivir muchas vidas en una. Eso me encanta. También, el milagro de que una melodía que yo escriba y me salga del corazón me nos deje conectados a mí y a la persona que la escucha, de algún modo. Cuando la cantamos juntos (en el escenario, con el público) siempre pienso que nuestra energía está conectada de alguna forma.
