Por allá, en los años 1600 que pregona el Joe Arroyo en sus canciones, la llegada de personas africanas al la costa colombiana trajo consigo tradiciones que hasta el momento han perdurado al son de los tambores, esos mismos que cuando uno los escucha no puede dejar las caderas quietas. Precisamente, el baile en todas sus formas ha persistido como una forma de expresar, protestar, divertirse, disfrutar y ahora, de la mano de Matumbé, el baile transforma.
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Matumbé nació de la unión de Martica Maturana y Gabriela Pinzón. Un estudio que actualmente tiene varias alumnas a las que por medio de su proyecto de baile les enseñan a disfrutar de la música, a incentivar la actividad física y el poder transformador de mover los pies al ritmo de la champeta; aunque las historias de cambio pueden ser individuales, Matumbé se anotó a propuestas más grandes y ha dado clases para niños con cáncer y para la población carcelaria del Buen Pastor.
En Publimetro hablamos con Martica y Gabriela de como fue el proceso de crear Matumbé y de todos los proyectos sociales que han liderado por medio del baile.
¿Cómo nace el proyecto de Matumbé y cómo ha sido el proceso de promover el baile como un espacio artístico que cambia a las personas?
Martica: Matumbé nació hace 4 años en Barranquilla. Yo me fui a Estados Unidos a buscar nuevas oportunidades, y afortunadamente, no me fue bien. Digo “afortunadamente” porque eso hizo que me regresara a Barranquilla con la idea de abrir una academia de baile totalmente diferente a todas las academias.
Las academias normalmente tienen un enfoque pedagógico, donde se enseña a bailar de manera formal. En nuestro caso, el fuerte de Matumbe es brindar experiencias. Como dice Gaby, y me encanta su frase: “Nosotros no vendemos clases de baile, vendemos felicidad”. Esa es la diferencia que tratamos de marcar: ofrecer una experiencia completa que combina baile y ejercicio, creando un ambiente donde la gente pueda liberar su estrés y disfrutar plenamente.
La marca de Matumbé es claramente tener el caribe en todo el estudio de baile, ¿cómo ha sido traer parte de esta cultura a Bogotá y que las personas empiecen a aprender sobre estas prácticas populares?
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Gaby: Para mí fue muy importante como alumna la identidad de la marca de Matumbe. Viviendo en Bogotá, noté que, a diferencia de Barranquilla, donde hay academias de baile en casi cada esquina debido a la pasión por el baile que está en las venas de todos, en Bogotá eso no es tan común. Aquí, si piensas en baile, tiendes a pensar más en ballet contemporáneo o en danzas más clásicas.
Me chocaba mucho pensar que, como alumna, si quería aprender a bailar los ritmos que como colombiana me movían y me gustaban, no tenía dónde hacerlo. No lo encontraba. Y si lo encontraba, era en una academia de paredes blancas o negras, con un piso y un espejo, pero sin el sabor que buscaba, sin el ambiente vibrante que ahora Matumbé tiene inyectado.
Martica: Me ayudó mucho mi viaje a Estados Unidos porque vi diferentes clases de baile completamente fitness, y me inspiré para fusionar ese concepto con la champeta. Quería que la gente viviera una clase de baile, pero con la sensación de estar en una verbena, algo totalmente diferente.
¿Ha existido un reto en que las personas del interior del país empiecen a comprender y ver con otros ojos las costumbres caribeñas?
Martica: Gaby fue mi alumna hace muchos años. Yo abrí Matumbé, y después de un año y medio de que la marca estuviera funcionando en Barranquilla, decidimos expandirnos a Bogotá. Yo dije “hágale, vamos a hacerlo”. Obviamente, quería hacerlo, pero sola no podía, así que Gaby vino a apoyar y revolucionar, porque Bogotá ha sido un hit, gracias a Dios.
Enseñarles a amar a las personas parte de la cultura del Caribe, y crear un espacio de reunión y compartir la cultura para quienes están en Bogotá, pero son del Caribe, ha sido fundamental. Nosotros teníamos mucho miedo sobre cómo sería recibido.
Gaby: Yo también tenía miedo de la acogida de la marca, desde la estética hasta el tipo de clases, temía que no fuera bien recibida en Bogotá. Pensaba que aquí la gente no está tan acostumbrada a bailar y no está tan familiarizada con la música del Caribe por mil y una razones que tenía en mi cabeza. La verdad fue muy gratificante.
Para nosotras y creo que también para los profesores, fue increíble darnos cuenta de que las personas del interior, que ni siquiera creo que sean bogotanos porque Bogotá es la ciudad de todos los colombianos y aquí hay gente de todas partes, sienten mucha admiración por el Caribe, su cultura, el carnaval.
Además de bailar y aprender un poco de la música del caribe, Matumbé tiene el plus de que promueve el baile como una forma de ejercitarse, ¿cómo ha sido inculcar este valor agregado en la marca?
Gaby: En Matumbé, nuestro enfoque no está solo en el ejercicio, sino en promover un estilo de vida saludable. No se trata únicamente de quemar calorías, sino de integrar la música como una parte esencial del bienestar.
En nuestras clases, en tan solo 50 minutos, la gente experimenta una variedad de géneros musicales que les mueven profundamente, terminan cantando y ejercitándose sin siquiera darse cuenta de cuántas calorías han quemado. Para nosotros, la salud mental y el disfrute de moverse y cantar son esenciales para un estilo de vida saludable.
Hablando de los proyectos sociales de Matumbé ¿cómo fue la visita a la cárcel el Buen Pastor?
Gaby: Para nosotros, la felicidad es el verdadero objetivo. Hemos llevado nuestras clases a diversos lugares, como hospitales para niños con cáncer y eventos comunitarios. Siempre tuvimos la idea de llevar nuestra propuesta a lugares menos convencionales, como cárceles. Creíamos que podríamos transmitir una gran cantidad de felicidad a personas que, en su día a día, podrían no tener la oportunidad de bailar.
Convertimos esta idea en un proyecto y conseguimos los permisos necesarios para visitar el Buen Pastor, una cárcel de mujeres. La experiencia fue extraordinaria. A pesar de problemas logísticos y dificultades con la música, como el hecho de que solo funcionaran dos pistas, la actitud de las mujeres fue increíble. Ellas estaban ansiosas por bailar y nos demostraron que, para disfrutar del baile, no se necesita más que actitud.
Martica: Cada día, transformamos vidas a través del baile, desde las experiencias en la cárcel y el hospital hasta las historias diarias de nuestros clientes. Escuchamos testimonios de personas que antes no podían hacer ejercicio y ahora tienen una rutina diaria, o de quienes dedican una hora de su día para mejorar su salud bailando. Estos cambios positivos en la vida de las personas son una parte integral de nuestros proyectos sociales y nos motivan a seguir adelante. Como dicen en Barranquilla, “uno tiene que vivirlo para entenderlo”.