La actriz colombo-canadiense Flora Martínez, recordada por sus papeles en diferentes producciones como Rosario Tijeras, La Bruja, Mujeres asesinas entre otras, reveló en una reciente entrevista con EFE que se alejó del cine porque los papeles que le ofrecían la encasillaban como drogadicta, sicaria o prostituta, al tiempo que reclamó porque esas temáticas no representan a Colombia.
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“Era una necesidad. Me alejé del cine porque después de hacer una película tan importante como ‘Rosario Tijeras’ me dejaron ahí como enclaustrada y las únicas películas que me ofrecían tenía que ser o sicaria o drogadicta o prostituta, que son temáticas absolutamente válidas, pero después de un tiempo ya no quería más”, afirmó.
Martínez, nacida en Montreal, regresa a la pantalla grande con “Itzia, Tango y Cacao”, una propuesta diferente a lo que hizo en el pasado como actriz, que es el opuesto a los asuntos de la cinematografía colombiana y en la que debuta como directora y es a la vez la protagonista de la historia.
La actriz considera que los asuntos de violencia, narcotráfico y drogadicción son problemas latentes, pero que hay otros temas que definen mejor al país y representan a su gente.
“Creo que de pronto no somos conscientes de que en Colombia sigamos exportando la imagen que hacemos con nuestra cinematografía. Realmente para un extranjero que nunca ha visitado Colombia y solamente la conoce a través de las películas que hacemos se lleva una muy triste y dolorosa imagen”, comentó Flora Martínez.
En “Itzia, tango y cacao” Martínez cumple el sueño de dirigir su primera película, en la que le da voz a las 500.000 personas con discapacidad auditiva de Colombia y también a las 120.000 familias campesinas que se dedican al cultivo del cacao.
Para ella el actuar y dirigir supuso “un reto gigantesco”.
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“Solamente pude hacerlo porque ya llevaba un año y medio trabajando a Itzia, ya el personaje estaba tan logrado, lo tenía tan claro que solamente gracias a esto pude dirigir la película con el sentido de una mujer de discapacidad auditiva y darle otros pluses a la historia”, añade.
La actriz preparó la película estando en contacto con la comunidad sorda, aprendiendo el lenguaje de señas y estudiando a fondo la realidad de este colectivo de personas al que ella describe como “seres de paz, luminosos y muy valientes”.
También recalca que la cinta habla de la importancia de la fe, del perdón, de los lazos familiares y de sanar las relaciones con los padres, asuntos que ella considera que son lo “realmente importante de la vida”.