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La Sirenita: Halle Bailey ahoga a todos los ‘monstruos marinos’ del racismo que la trataron de hundir desde 2019

Una historia lineal de quizás el mejor live action que ha hecho Disney luego de ‘La Cenicienta’ y de cómo puede acallar todas las voces que querían dejarlo ‘Bajo El Mar’.

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Así como en una de las primeras escenas de ‘La Sirenita’, de 2023, donde unos marineros tratan de matar a su especie con un arpón, quizás una de las producciones que más odio inmerecido ha recibido desde que se supo que Halle Bailey tendría el protagónico, tiene el potencial de usar la misma arma contra sus críticos a través de su gran don para entretener: porque si bien, como decía Scarlett O’ Hara, no existe la ‘mala publicidad’, no hay una película reciente de Disney que no haya sido más criticada que esta incluso en detalles tan insignificantes como la caracterización de los compañeros animales de Ariel, que hacen parte de un conjunto donde cada personaje es correctamente presentado.

Y que forman, a su vez, parte de producto que definitivamente complementa y en ratos hasta supera a su predecesor animado, al expandir  en algo más la historia de 1989 y en profundizar en los personajes principales, de una manera correcta y en momentos puntuales, conmovedora.

Pero así como la voz de Ariel encarnada en una arrojada y carismática Halle Bailey tiene que luchar para hacerse oír contra una bruja malvada y el autoritarismo de su propio padre, la película ha hecho lo propio desde 2019, cuando enfrentó el primer hashtag viral, #NotMyAriel, donde muchos usuarios se quejaban de que el cambio de etnia de Ariel era innecesario, haciendo alusión al origen danés del cuento de Hans Christian Andersen. No sirvió de nada -ni ha servido-  para quienes se han opuesto ante este cambio esgrimir argumentos como el hecho de que las sirenas están en muchas culturas, son seres mitológicos y si probablemente existieran (como lo mostró un documental de ficción de  Animal Planet, ‘Sirenas’, de 2012) se verían más como el humanoide de ‘La Forma del Agua’ que como Jessica Chastain, para comenzar. Tampoco el hecho de que más allá de tener personajes ‘woke’ - tal y como lo mencionan muchos creadores de contenido de entretenimiento que se oponen a ideas que ellos consideran ‘progresistas’ y por ende, sin lógica-  se puede contar con ellos una buena historia.

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El caso es que las últimas producciones en el entretenimiento que se han valido de la nostalgia para sacar remakes, spin-offs, precuelas o secuelas de cualquier producto cultural  les han dado la razón una y otra vez, y estrepitosamente. Tanto en series y películas que han sido enormes fracasos en varias plataformas de streaming, personajes que podrían ser más interesantes que solamente su lugar de enunciación, y por los que muchos productos se han hecho publicidad (tildando de racistas, homofóbicos y discriminatorios a los fans que no los quieren, y sí, puede que muchos lo sean, pero hay otros fans que quieren ver lo que ellos amaron y ya), son culpados de los fallos de sus historias y no de la historia en sí misma.

Una carta mediocre que ha usado el Hollywood actual para ir en contra de sus propios fans y que le ha pasado factura, cuando series como ‘Pose’, por ejemplo, han mostrado que sí se puede ser inclusivo contando buenos personajes e historias y han ganado premios (MJ Rodríguez ganó el Globo de Oro por su corajuda interpretación de la madre Blanca). Pero la serie de los ballrooms neoyorquinos de los años 80 es una ‘rara avis’ en un mar de producciones que han destruido para muchos fans, universos que amaban. Y ellos, que deberían ir es contra los showrunners o escritores, señalan a estos personajes, que representan causas que desconocen, rechazan o con las que se pueden identificar (más no en el lore que aman) de “arruinar” sus universos y hasta de ‘tokenizarse’. Es decir, siendo sólo personajes accesorio para mostrar que una producción es ‘diversa’, como ha sucedido desde hace más de siete años.

Todo esto, enmarcado en medio de una tensión política y social que se ha agudizado con las últimas guerras y conflictos sociales. Así, este reflejo de este conflicto cultural y político es lo que a ‘La Sirenita’ le ha pesado más que cientos de millones de toneladas de agua. Sus tráilers han sido objeto de burla en comentarios, con miles de dislikes, con montones de apodos deshumanizantes para Bailey, con miles de memes, con miles de comentarios en redes que se valen de la “inclusión forzada” como argumento para despreciar un producto, cuando lo que importa en últimas, es una excelente historia. Y esto es lo que la película, ante todo, se esfuerza por mostrar.

Ariel: navegando entre imaginarios

Lo que más encanta de esta nueva versión y que precisamente hace que sus protagonistas empaticen con la audiencia, es que ni Eric (Jonah Hauer- King)  es un accesorio ni Ariel es sólo una princesita ‘tonta’ que se desboca por un hombre sin reflexión. Ambos quieren ver más allá de los límites que les han impuesto sus padres. Ambos quieren ver y ser más. Y aunque ambos de alguna manera quieren pagar el precio, claramente el personaje de Halle Bailey en algún punto de la película es quien se da cuenta de que ella, claro, pagará más. Todo, a través de su excelente gestualidad y sus canciones, mostrando su inmenso talento para cantar.

Ese trasfondo es fascinante, y pudo haberse desarrollado mejor, por más que el cuarteto de personajes principales (Eric, Ariel, Úrsula, interpretada por Melissa McCarthy y el majestuoso Rey Tritón, Javier Bardem) lo transmitan en los matices de sus personajes. Eric es adoptado, hubo una guerra entre humanos y tritones que mata a la madre de Ariel. ¿Cómo fue esa guerra fratricida tipo ‘Succession’ submarina que termina desterrando a Úrsula?

Habría sido interesante expandir esto, al igual que la historia de las hermanas de Ariel, que apenas casi salen: esa relación con ellas tampoco se cuenta. Ahora bien, de los dos actores consagrados que soportan a Bailey, se puede decir que Javier Bardem hace lo que se espera de él, aunque da mucha fuerza a momentos dramáticos y conmovedores. Y, en contraste,  aunque Melissa McCarthy sea única como Úrsula, a veces tiene gags que hacen recordar que hace de ella misma: es decir, ser una gran comediante.

Pero esto se olvida, o se complementa, con un buen reparto de secundarios, entre el que destaca Art Malik, como Grimsby, el cómplice mayordomo de Eric, y por supuesto, el trío de animales en live action de los que muchos han querido hacer ‘ceviche’, Flounder, Scuttle y Sebastián, pero que cargan con el mayor peso humorístico de la película. Es imposible en un live action humanizarlos (cosa que sí lograba la animación, es por eso que los animales/guías de Disney son tan icónicos), pero las voces de Daveed Giggs, Awkwafina y Scott Tremblay lo compensan.

Hay nuevos números musicales, en los que mete mano Lin-Manuel Miranda, y se nota. Y claro que como en toda producción de Disney que no está situada en un país específico, hay anacronismos. Pero los que más destacan son los de Ariel en solitario y la icónica ‘Under the Sea’, que si bien no da la factura visual de una ‘Ávatar’, invita a sumergirse con ella en su universo.

Sí, ‘La Sirenita’ ha conseguido asomar la cabeza a la superficie en medio de muchos que se han hundido hasta el fondo. Y tiene todo para lograrlo. Su historia es quizás el mejor live-action que ha hecho Disney en muchos años a pesar de los miles de arpones que le han lanzado.

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