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¿Una novena sin música? Así fue como una monja bogotana le metió sabor a la tradición navideña

En sus inicios la tradición establecía que se debían rezar 150 ‘Avemarías’.

Novena de Aguinaldos
Montaje - Novena de Aguinaldos Montaje - Novena de Aguinaldos

La tradicional Novena de Aguinaldos que se celebra año tras año en los hogares de millones de colombianos se ha convertido en motivo de reunión para familias y amigos. Del 16 de diciembre al día 24 del mismo mes, los cánticos, villancicos y la buena comida, son el diario vivir durante nueve días en donde se conmemora para el catolicismo el nacimiento de Jesucristo.

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En principio, esta celebración no incluía estos gestos de fraternidad y alegría, enfocándose en acciones meramente religiosas que debía realizar al pie de la letra como un acto de confusión y de fe.

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Creada a mediados del siglo XVIII por el fraile ecuatoriano Fernando de Jesús Larrea, la novena incluía unas tortuosas solicitudes de acciones a realizar durante su celebración, en donde se incluía:

Día 1: “Hacer reverencias, a las camisitas del niño Jesús”, besando 33 veces el suelo.

Día 2: Orar por las ánimas del purgatorio.

Día 3: Hacer silencio durante todo el día.

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Día 4: Rezar 150 Avemarías.

Día 5: Realizar un viacrucis como penitencia.

Día 6: Realizar actos de perdón por sus pecados.

Día 7: Dar limosnas y visitar a los enfermos.

Día 8: Dormir en una cama dura.

Día 9: Postrarse frente a una imagen del “Divino Niño” y ayunar con agua y pan.

¿Cómo cambio la novena? ¿Quién fue la monja que lo hizo posible?

La incorporación de los cánticos que hicieron menos estricta la tradición de la novena fueron posibles gracias a la labor de la religiosa bogotana Betilda Samper Acosta, quien en su papel de madre superiora de Bogotá en 1770, realizó cambios al novenario del fraile Larrea que se mantienen hasta nuestros tiempos.

Ejemplo de esto, fue su idea de hacer una novena menos tediosa e incorporar música, acompañada de mensajes que se quedaran en la mente de quienes realizan esta celebración. Así pues, Samper Acosta estableció que seguido del fragmento “Dulce Jesús mío, mi niño adorado... ¡Ven a nuestras almas, ven, no tardes tanto!”, fuera acompañada del un estribillo a modo de canto “Ven, ven, ven, ven a nuestras almas, Jesús, ven, ven, ven, ven. Ven a nuestras almas, Jesús ven, ven a nuestras almas. No tardes tanto, no tardes tanto, Jesús ven, ven”.

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