Era una misión imposible y lo terminó siendo. Barcelona se jugaba la vida en Múnich, ante el todopoderoso Bayern, sabiendo que si no ganaba tendría que depender del Benfica, local en Lisboa del Dínamo de Kiev. Mejor hacer la tarea y no depender de lo que ocurriera en el estadio Da Luz, porque allá en 20 minutos ya las Águilas ganaban 2-0.
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El Barça tuvo coraje. Le plantó cara a los bávaros los primeros veinte minutos, pero poco a poco se fueron desinflando, más con la lesión de Jordi Alba. Mientras tanto, Bayern comenzaba a carburar, aunque jugaba con freno de mano puesto.
Aún así, Robert Lewandowski se las arregló para meterse al área, gambetear y asistir a Thomas Müller, quien de cabeza marcó la primera estaca en el ataúd culé. El gol debió ser revisado por la tecnología, para saber si el balón traspasó la línea o no. Al final, se demostró que así fue y el Bayern se ponía en ventaja.
Barcelona no jugaba mal, pero tampoco inquietaba al golero Manuel Neuer. Peor el escenario cuando Leroy Sané metió un bombazo de treinta metros y marcó el 2-0, con la complicidad del portero Marc André ter Stegen.
El segundo tiempo estuvo de más. La pelota fue posesión del Barça, pero no así las situaciones. Cuando podía, el Bayern generaba peligro a la contra y así llegó el tercer y definitivo gol, gracias a Jamal Musiala, tras habilitación de Alphonse Davies.
Bayern se dio el lujo de sacar a sus mejores jugadores, entre ellos a Lewandowski, mientras Barcelona se desangraba. El equipo catalán bajó a la Europa League y aunque parezca premio consuelo, deberá ganarla para asegurar su presencia en la próxima Champions, porque la hecatombe puede ser mayor.