Dos generaciones que se entrelazan a través de la obra del director paisa, se conectan con emotividad, nostalgia y canciones de un abuelo con la realidad violenta que viven los jóvenes en la periferia. Una lucha por la vida que contrasta dos realidades: el hip hop y el arte urbano y la tradición silletera antioqueña desde la mirada del director paisa Henry Rincón.
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La cinta hizo parte de la muestra Primavera Audiovisual del Miradas Medellín, Festival de Cine y Artes Audiovisuales, en el marco de la celebración de la edición 61 del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias FICCI.
Hablamos con su director, Henry Rincón sobre la proyección de su cinta en la Primavera Audiovisual.
¿Cómo surge la idea de relatar una historia que entrelaza una tradición urbana actual y la tradición de las flores silleteras?
Todo surge por dos investigaciones: La muerte de varios integrantes del hip-hop en Medellín, de la cultura urbana. Me llamaba mucho la atención que muchos de estos chicos eran amenazados y huían al campo, no necesariamente a Santa Elena, que es donde yo retrato la historia, sino a otros espacios; en paralelo me fuí a vivir a Santa Elena, al campo, y allí empecé a convivir con familias silleteras, floricultoras, campesinas y habían dramas muy similares.
De entrada hay un tema de soledad, pero también, por parte de ellos hay un temor al abandono de sus tradiciones, que sus nietos y sus hijos ya no quieren continuar el cuidado de la tierra… el cultivar; entonces yo dije, ¿qué pasa si unimos estos dos espacios?, ¿qué pasa si uno trae a un chico que es totalmente ausente a lo que es el campo y lo enfrentamos con sus tradiciones y raíces? … que las desconoce pero que al final son estas tradiciones y raices las que nos definen. Esto me llevo a involucrarme, a querer contar esa historia; lo que más me llamaba la atención eran esos contrastes, esas capas, esas texturas tan diferentes, pero que al final si las mezclamos terminan siendo familia y esa es un poco la definición.
¿Cómo fue el proceso de trabajar con un actor natural como don Octavio en la película?
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Fue un proceso de mucho aprendizaje de mucha sabiduría porque era entender su quehacer, sus tradiciones; a través de sus conocimientos nutrió lo la historia, lo que es el valor del silletero y el valor del campesino. Yo creo que fue muy bonito, desde el momento que lo conocí que empezamos la conversación y también durante el proceso de formación, teníamos unos talleres con él, que más que enseñarles a actuar, era enseñarles a que entendieran su cuerpo, su voz y a que le perdieran un poco el miedo a la cámara, a entender el lenguaje de lo que nosotros íbamos a hacer, entonces la verdad fue algo muy bello ese trabajo con él. Una persona muy bondadosa y siempre dispuesto a aprender y también muy sincero al decir “es que yo no soy profesional y lo último que quiero es que quede mal”, pero claro su naturalidad lo único que hizo fue que cuando uno ve la película uno se conecta con un personaje entrañable que tiene mucha verdad en su mirada, en sus manos, en sus gestos, en todo. Fue bella esa comunión con él para la película.
¿Cómo fue el trabajo con dos actores tan distintos?
Fue increíble precisamente por eso, porque eran dos actores muy distintos; pero también existió una camaradería entre ellos. Cada uno entendió y comprendió el universo que cada uno tenía, entonces hubo un respeto, también admiración. Don Oscar, quien hace el personaje de Don Octavio sentía total admiración hacía Brayan, quien hace el personaje de Tato por ganarse la vida en batallas callejeras de improvisación. Del otro lado, los ensayos de las escenas con en tiple entre Brayan y Don Oscar, fueron un encuentro sublime un poco, un bello el trabajo y creo que hubo tanta camaradería que se apoyaban mutuamente en los procesos y cuando estábamos rodando. Entendieron el lenguaje que ellos se apoyaban en beneficio de la película, de la historia; eso permite que cuando el espectador ve la película, sienta naturalidad en el relato.
¿Cuándo estará esta película en salas de cine colombianas y que espera de la audiencia?
La película va estar en julio - agosto del presente año, justo se estrenará en la Feria de las Flores para enaltecer la tradición silletera desde lo que es Medellín y lo que Colombia también conoce. Como artista y cineasta, tenemos un discurso en las películas y obras; que más quisiera yo, que hubiera una conexión con la audiencia, con el público, que la película incomode, que nos invite a cuestionarnos, a reflexionar, al diálogo, a charlar alrededor de eso que nos duele como país y como ciudad. Creo que de por sí es una película muy emocional, muy entrañable, entonces seguramente el público se va a dejar llevar un poco por las historias de Tato, pitu, la Crespa y Octavio
¿Cuál es el mensaje que un Festival como Miradas Medellín deja en las nuevas generaciones de creadores y cineastas colombianos?
El mensaje es muy claro, hay una apuesta para que el cine local y nacional siga creciendo. Es un mensaje directo que nos aventuremos a seguir contando nuestras historias, a que nos aventuremos a hacer historias tan auténticas y únicas. El territorio, lo que es Medellín y Antioquia tiene un sinnúmero de historias para enriquecer la cinematografía naciona y eso es precisamente lo que hace que las películas sean universales cuando partimos de esas historias tan mínimas que al final lo único que van a hacer es a conectar con el público porque conectan desde la condición humana del amor, desde el corazón, desde el alma. Entonces Miradas más que nos abrió, permitió la continuidad de un proceso que veníamos trabajando desde hace mucho tiempo y esto hoy en día es la mezcla del trabajo de muchas personas que hemos estado allí, que estuvieron y que creyeron en que el cine era un motor para transformar un poco la sociedad y creo que ese el camino que Miradas nos ha dado y tiene que perdurar en el tiempo y cada vez hay que lograr no solo posicionar no solo el Festival, sino todos los que estamos allí trabajando.
Sobre esta obra el secretario de Cultura Ciudadana Álvaro Narváez, gestor de los procesos del sector audiovisual con el Festival Miradas Medellín, afirmó: “el cine es un recorrido por los barrios de Medellín, el freestyle y la música hip-hop una forma de contar sus historias y buscar un lugar de refugio sobre sus luchas diarias. Refleja la ciudad, necesidades y las enormes necesidades, pero también las oportunidades que el arte ofrece como transformador de procesos de paz”.
La Primavera Audiovisual contó con la programación de seis películas de la ciudad de Medellín: “Amparo”, “La Ciudad de las Fieras”, “Si Dios fuera mujer”, “Una madre”, “¿Quién soy?” y “Cantos que inundan el río”.
Miradas Medellín, Festival de Cine y Artes Audiovisuales, se llevará a cabo del 23 al 27 de noviembre, con una Selección Oficial de películas de todo el país.
A través de Miradas Medellín, se articulan procesos para el desarrollo audiovisual y se marca el rumbo para la industria en la región por medio de narrativas que se proyectaron a nivel internacional en el Festival FICCI.