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¿Es la reforestación la mejor solución para frenar el cambio climático?

Para muchos expertos la reforestación es el camino para recuperar los bosques del mundo ¿Pero en verdad es una alternativa 100% favorable con el medio ambiente? Conozca la otra cara no tan amigable de una tendencia que se practica cada día más en el mundo y sus riesgos.

Aunque reforestar ha sido una de las mejores acciones para repoblar los bosques, esta alternativa puede llegar a ser riesgosa si no se tienen los conocimientos necesarios para que su efecto sea beneficio para el medio ambiente
Aunque reforestar ha sido una de las mejores acciones para repoblar los bosques, esta alternativa puede llegar a ser riesgosa si no se tienen los conocimientos necesarios para que su efecto sea beneficio para el medio ambiente

Cuando se habla de tomar acciones para frenar el cambio climático es común escuchar a las personas hablar de la reforestación como una solución inmediata, pues los bosques son los encargados de absorber el 30% de CO2 que se encuentra en la atmósfera. Sin embargo, sería bueno preguntarse qué tan viable es esta alternativa en un entorno donde el mínimo cambio de una especie puede traer complicaciones para todo el ecosistema. Incluso hay que pensar más a detalle si esta clase de propuestas vienen del sector empresarial, como una medida para mitigar su impacto ambiental.

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¿Es la reforestación una buena alternativa?

Para muchos expertos, la reforestación tiene un enorme potencial en la lucha contra el cambio climático, llegando a categorizarse como la opción más viable que podrían implementar las personas y los gobiernos. Pero esta afirmación pronto sería desmentida, pues un estudio hecho por la revista ‘Science’ en 2019, demostraría el riesgo de “plantar por plantar” y que la solución al cambio climático no esta en esta practica. Pues se ha llegado a demostrar que la reforestación no es tan sencilla de llevar a cabo como se aparenta, debido a que una mala preparación a la hora de plantar una especie de árbol puede llegar a destruir los ecosistemas nativos.

Un ejemplo de la mala planeación a la hora de reforestar un territorio fue lo que les pasó a los Cerros Orientales de Bogotá, cuando a sus suelos llegaron cientos de pinos y eucaliptos procedentes de Europa que buscaban reducir el impacto que los suelos habían sufrido durante la explotación minera a la que fueron sometidos en la época de la conquista, y que con los recientes incendios forestales sirvieron de combustible para que las llamas se extendieran debido a que son una especie de árbol mucho más seca que las locales.

Es por esta clase de sucesos que se deben tomar con pinzas la idea de reforestar todos los bosques o zonas de conservación, pues el riesgo que se puede correr puede ser peor a no hacer nada.

Reforestar puede liberar más CO2 a la atmósfera

Algo que no muchas personas tienen en cuenta a la hora de reforestar es que los suelos son los encargados de absorber el 30% del CO2 que se genera en el planeta, por lo que plantar en suelos que almacenan altas cantidades de carbono puede llegar a ser contraproducente. Pues se liberaría mucho mucho más CO2 del que los mismos arboles podrían absorber.

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Cuidar los bosques que ya existen es la verdadera solución

Aunque la reforestación puede llegar a ser una alternativa favorable con los estudios necesarios y una buena implementación, la mejor arma para enfrentar el cambio climático es la preservación y la mejoría de los bosques que existen hoy en día en el mundo, pues no debemos olvidar que estos ecosistemas tuvieron un desarrolló no de años, sino, de siglos completos. Y querer plantar árboles que se conviertan en un auténtico bosque en términos de flora y fauna esta aun un poco alejado de las expectativas.

Por lo que la recomendación es que se cuiden los bosques con los que contamos hoy en día. Con acciones como:

· Reducir el consumo de energía para que menos bosques sean talados en la búsqueda de combustibles fósiles.

· Elegir alternativas como el papel de caña o papel reciclado para evitar que más árboles sean cortados.

· Reducir el consumo de alimentos que se cocinan con leña, al igual que los productos como la leche y las carnes que dependen de extensas áreas de tierra para su producción.

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