Los derrames cerebrales son la principal causa de discapacidad en adultos y la segunda de mortalidad en Colombia.
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Donde unas 250.000 han quedado con secuelas permanentes que impactan en la calidad de vida y la productividad.
La advertencia la hicieron varios expertos con motivo del Día Mundial del Ictus.
Este 29 de octubre se conmemora el Día Mundial del Ictus bajo el lema «Levantarse tras un infarto cerebral».
Esta campaña insta a apoyar la recuperación efectiva de las personas que han sufrido un derrame.
Aunque el ataque cerebrovascular (ACV), también conocido como infarto cerebral o ictus, constituye la segunda causa de muerte en Colombia, la «mayor carga social y costo es para el 90 % de los sobrevivientes», dijo a Efe el neurólogo clínico Mario Muñoz, miembro directivo de la Red Colombiana contra el Ataque Cerebrovascular (RecaVar).
Un derrame ocurre cuando el flujo de sangre a una parte del cerebro se detiene, bien sea por obstrucción causada por un coágulo o por la ruptura de un vaso sanguíneo.
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Este hecho al no tener una atención inmediata (en un intervalo máximo de 4,5 horas tras los primeros síntomas) puede dejar secuelas en la movilidad, el lenguaje o los sentidos.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), 15 millones de personas sufren un accidente vascular cerebral al año en todo el mundo.
De este grupo, cinco millones mueren y otros cinco millones quedan discapacitadas de por vida.
En Colombia se estima que se presentan unos 45.000 nuevos casos de ACV cada año, pero, según la Asociación Colombiana de Neurología.
Cerca del 38 % de pacientes no reconoce los síntomas para acudir inmediatamente a un centro de atención, lo que aumenta el riesgo de muerte o discapacidad.
«Es indispensable actuar con prontitud cuando se presentan las primeras señales ya que las consecuencias de un ataque cerebral son graves y no solo las sufren los pacientes sino todo su entorno familiar», agregó Muñoz.
Los síntomas de que se está sufriendo un derrame son parálisis facial, debilidad en los brazos o dificultades del habla.
Las secuelas incluyen dificultad para coordinar movimientos, para hablar, leer o escribir, problemas de memoria o alteraciones visuales.
Según el neurocirujano e investigador colombiano Boris Pabón, una vez se acude a un centro de alto nivel por un ataque cerebral, el tratamiento más común es la trombólisis, que consiste en dirigir medicamentos a la obstrucción a través de un catéter.
Otra alternativa es extraer o incluso «succionar» el coágulo a través de un dispositivo.
Los expertos destacan que la hipertensión está estrechamente vinculada a los infartos cerebrales.
Ya que puede aumentar entre dos y cuatro veces las posibilidades de sufrir un ACV antes de los 80 años.
Otros factores de riesgo son la fibrilación auricular, el hábito de fumar, la diabetes, la obesidad y el sedentarismo.
En América Latina, el ACV es la segunda causa de muerte en la mayoría de países, con una tasa regional de 43,1 fallecimientos por 100.000 habitantes frente a una de 20 en Norteamérica (EE.UU. y Canadá), apunta un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Según la OPS, aunque la mortalidad por ACV ha ido disminuyendo en la región a un ritmo de entre 2 y 2,5 % desde el año 2000, se prevé que el número de casos (de los que no hay datos consolidados disponibles) siga aumentando, debido al crecimiento demográfico y al envejecimiento de la población.
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