No hay mucha necesidad de describir qué es un Jeep Wrangler. Durante tres cuartos de siglo, desde que se diseñara en 1941, ha habido producción continua de un Jeep. Nacido como un vehículo para la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en un emblema de la tracción total. Permitió el acceso a zonas que antes sólo se podían mover a lomo de mula. Incluso, creó toda una gama de vehículos.
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Hoy en día todas las marcas quieren tener una SUV en cada gama, con refuerzos plásticos y un poco más alta que un vehículo de calle. Willys, con el diseño de un vehículo de propósito general para el Ejército norteamericano que se llamó jeep, fue la pionera. Estos Willys, que en Colombia se conocieron como «yipaos», fueron los automóviles que industrializaron el Eje Cafetero. Con siete décadas de uso, muchos siguen yendo de aquí para allá en las zonas cafeteras, o son atracciones turísticas.
El Jeep Wrangler JL de última generación es el sucesor de los Willys, pero está muy lejos del «yipao» cargado hasta los estribos del Eje Cafetero. La tecnología y las demandas de comodidad lo han convertido en un vehículo civilizado. Pero el espíritu de acceder a cualquier lugar sigue ahí. A pesar de los cueros, las cámaras y la posibilidad de una versión híbrida en 2020, cumple a cabalidad con lo que se espera de un Jeep.
Empezando por una estética robusta y con muy pocos cambios respecto a las versiones anteriores. Como cabe esperar, creció algunos centímetros y perdió algunos kilos. Pero la estética es evidente: las luces redondas, la parrilla estampada con siete ranuras y los guardafangos inmensos lo distinguen. También lo hacen los voladizos mínimos, que contribuyen al desempeño offroad.
PUBLIMETRO probó la versión de dos puertas, la más emblemática a pesar de sus peculiaridades. Tiene muy poco espacio en los asientos traseros, y su despeje de 25 centímetros lo hace difícil para ascender. Aunque creció la distancia entre ejes, el interior es terriblemente estrecho y la postura de manejo es muy recta. Estos son solo dos de los compromisos necesarios para conseguir que brille en su hábitat natural: la trocha.
Felices entre la tierra y el lodo
El Jeep Wrangler llega a Colombia con un motor de 3,6 litros V6, con 285 caballos de potencia acoplado a una transmisión automática nueva de 8 velocidades. En Estados Unidos hay una versión microhíbrida con motor turbocargado de 2.0 litros, pero no se ha planeado para el país. Tampoco lo ha hecho la versión con transmisión manual de 6 velocidades.
Este paquete hace que el vehículo, que tiene la penetración aerodinámica de una caja, llegue con facilidad a velocidades de autopista. Aunque esta llegada no sería un viaje sencillo. En alta velocidad tiende a oscilar muchísimo ante el mínimo roce de los frenos o giro levemente abrupto. Además, el ruido de marcha es altísimo, a lo que contribuye un techo desmontable que se vuelve caja de resonancia. Esto sin hablar del consumo de gasolina, que en el mejor de los casos no supera los 30 kilómetros por galón.
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Todo se entiende al salir del pavimento. Ante la trocha, la suspensión blanda se vuelve capaz de absorber cualquier roca o hueco. La transmisión ofrece un torque tremendo al bloquearla en primera y segunda marchas, que hace casi innecesario usar el bajo. Posicionar las ruedas se vuelve prácticamente intuitivo con una dirección eléctrica directa.
Incluso, la distancia corta y la dirección ayudan a ingresar a cualquier lugar, aunque el ancho es considerable. La altura del techo ofrece una visibilidad soberbia. En autopista los compromisos son muy evidentes. Pero en su hábitat, es muy difícil que haya un vehículo que le compita al Jeep Wrangler.
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La comodidad es una idea
Toda esta capacidad mecánica está acompañado de las exigencias de la actualidad. Por ejemplo, tiene cámara de reversa porque es obligatoria en Estados Unidos, acompañada de sensores de punto ciego. Esto también hace que tenga una pantalla de 8.4 pulgadas con el excelente sistema de infoentretenimiento Uconnect. Y deja de contar con llave mecánica, para pasar a tener botón de encendido.
El mínimo espacio interior, el ruido de marcha y el consumo impiden pensar en un vehículo cómodo para el uso diario. Gran parte del éxito del Jeep Wrangler viene en mantener este concepto y evitar diluirlo. Es algo que lo acerca, curiosamente, a los superdeportivos de marcas como Ferrari o Porsche. Si se quiere, eso es justamente el Wrangler: un deportivo de alto desempeño para el offroad.
Por eso es muy difícil hablar de una competencia. Marcas como Toyota, Nissan y Land Rover ofrecían referencias capaces de hacerle competencia, que son ahora de lujo. Tremendamente capaces, pero acompañadas de materiales y que hacen que duela meterse con zapatos embarrados. El Wrangler promete ensuciarse con sus ocupantes, y pedir más barro.
Para los fanáticos el golpe más duro es el precio: a 170 millones de pesos, está muy lejos de los camperos tradicionales. El ser único en su especie lo ha hecho un éxito en ventas y, en Colombia, ha posicionado a Jeep como una marca premium. Si bien el precio es disuasor, para quien quiere un juguete que se sienta en casa entre los lodazales y las trochas, es muy difícil pensar en una mejor opción.
Ficha técnica
Vehículo: Jeep Wrangler 2020 Sport
Motor: V6, 3.6 litros, 285 caballos de potencia.
Transmisión: Automática de 8 velocidades con modo manual.
Tracción: A las cuatro ruedas seleccionable manualmente.
Precio: desde $169’990.000.