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Peter Robson padecía de fibrosis pulmonar, una enfermedad muy parecida al cáncer pulmunar. Le costaba respirar, tenía tos seca y los tejidos de sus pulmones eran gruesos, lo que le impedía recibir el oxígeno necesario.
Robson estaba en la cama del Hospital Ninewells de Dundee rodeado de sus familiares, pero le faltaba alguien: su leal amigo Shep. Ese fue su último deseo, poder despedirse de su perro.
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Varios trabajadores del hospital se hicieron cargo de cumplir esa petición, y a pesar de las reglas del lugar, llevaron a Shep con su dueño.
Ashley Stevens, la nieta de Robson, grabó el video que atesora los últimos minutos de estos mejores amigos. Los demás en la sala no contuvieron las lágrimas, incluyendo a Shep.