Opinión

Los fantasmas del Giro de Italia

Unas pocas páginas que cuentan una historia fantástica, la historia del día en que los muertos de la guerra salieron a contemplar el paso de los ciclistas; pero hay algo más, una reflexión que Buzzati insinúa y que el lector no deja de advertir

Fausto Coppi, Giro de Italia

El ciclismo, como tantos otros deportes, ha pasado por la literatura; y ha pasado, como tantos otros deportes, con desigual suerte. Pero a diferencia de otros deportes, el ciclismo cuenta en su haber con una de las grandes plumas de la literatura fantástica italiana del siglo XX: Dino Buzzati, autor de novelas y cuentos celebrados por los grandes antologistas de la literatura de ficción. Buzzati, además, era un entusiasta de los deportes y periodista deportivo ocasional; fue en esa faceta que, en el año de 1949, cubrió el Giro de Italia, como corresponsal del Corriere della Sera.

Ese año el Giro tenía un atractivo especial: la batalla entre los dos grandes monstruos del ciclismo italiano y mundial del momento, los legendarios Fausto Coppi y Gino Bartali; además, se reanudaba la actividad deportiva tras el parón de la Segunda Guerra Mundial. Italia, aún convaleciente de las heridas del conflicto, vio en el Giro una forma de reafirmar su identidad, de la mano de los dos máximos exponentes del ciclismo de la época.

¿Casualidad? ¿Diseño? Los organizadores del evento anunciaron que la etapa que llevaría a la caravana de Nápoles a Roma pasaría por Monte Cassino, un lugar emblemático en muchos sentidos. Fue allí donde, hacia 529, san Benito fundó la abadía que acogería a la orden de los benedictinos, en la cima de una colina que alguna vez estuvo dedicada al dios Apolo. Fue allí donde, entre enero y mayo de 1944, las fuerzas aliadas y el ejército alemán chocaron en una de las batallas más terribles y cruentas de la guerra, una batalla mal planificada y ejecutada por los aliados, que terminó con grandes bajas de lado y lado, y con la destrucción casi completa de la abadía debido a los bombardeos aliados. Por la carretera que transcurre al lado del legendario monte cruzó el pelotón ciclístico el 27 de mayo de ese 1949. Fue una etapa de transición, en la que el grupo rodó sin grandes ataques, sin prodigarse mucho, mientras que Coppi y Bartali juntaban fuerzas para afrontar etapas más prometedoras. Fue un día de ciclismo monótono, de esas etapas largas en las que nada ocurre y en las que un periodista se las ve y se las desea para tener algo que decirles a sus lectores.

¿Qué vio Dino Buzzati? Su crónica, muy breve, consiste en un diálogo entre el periodista y quienes están al lado de la carretera, a la espera de los ciclistas. Allí están, por ejemplo, Martin J. Collins, Friedrich Gestern y muchos otros; franceses, alemanes, italianos, polacos. Le preguntan al periodista qué es eso del Giro, por qué tanto ruido que viene a perturbarlos, por qué la agitación. El periodista responde que son hombres en bicicleta que corren, pedalean, se persiguen. ¿Para qué?, preguntan las voces. Para nada, responde el periodista, para llegar de primeros a la meta, para dar placer a los espectadores, por el gusto de hacerlo, porque si el hombre no combate de algún modo, es infeliz. Pero tal vez, dice el periodista, este espectáculo no será del gusto de ustedes.

Pasa la caravana, las voces van callándose, las sombras (porque eso eran los espectadores ese día, los fantasmas de la batalla de Monte Cassino) vuelven a sus tumbas anónimas y el periodista termina pensando que, al menos durante esa etapa, el pelotón rodó compacto. Unas pocas páginas que cuentan una historia fantástica, la historia del día en que los muertos de la guerra salieron a contemplar el paso de los ciclistas; pero hay algo más, una reflexión que Buzzati insinúa y que el lector no deja de advertir. Hay formas y formas de combatir. Miles de soldados combatieron (combaten) en guerras que no les pertenecen; pero se combate también desde una bicicleta. Y es importante combatir porque, dice Buzzati, el ser humano necesita algún tipo de batalla para ser feliz. Puesto a escoger un combate, Dino Buzzati prefirió el combate de las bielas.

En un país como Colombia, acosado por décadas de violencia, ¿por qué no preferir esa forma especial de combatir sobre dos ruedas?

Jorge Salazar / @acerocaballito

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