Ya nos acercamos al año del confinamiento por cuenta de esta pandemia. Las dificultades que ha sorteado el gobierno Duque han sido extremas, pero la capacidad de análisis, sindéresis y acompañamiento permanente a los colombianos también lo ha sido. Sin lugar a dudas hemos tenido gobierno con derroteros claros para hacer frente a los desafíos que demanda una circunstancia tan atípica y sin precedentes como la que estamos viviendo. Las hipótesis alrededor del mundo acerca de los daños que podrían traer las vacunas para hacer el frente al covid no se han hecho esperar, con la certeza de que no hacen más que una estrategia negra en contra de la comunidad científica y quienes materializan sus aciertos.
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Muchos han sido críticos de los laboratorios, de gobiernos y desde luego desde el mismo ente multilateral encargado de la salud publica del mundo, frente a la necesidad de convertir la vacuna en un preciado bien de supervivencia de la especie humana y la necesidad de revelar sus secretos industriales para hacerla masiva, circunstancia que desde luego no es fácil en principio, porque ello conllevaría a la feria de vivarachos y falsificadores de la única puerta que hoy tenemos para inmunizar a la población, generando ello más problemas y desde luego con consecuencias catastróficas públicas. Por ello las circunstancia de la vacunación en Colombia merece un cuidado excepcional y puntos a revisar de manera integral.
Desde luego es imposible lograr una inmunización tan rápida y exponencial como lo ha logrado el Estado de Israel,en donde ya se alistan para la segunda dosis de inmunización, que en extensión geográfica solo sería comparable con el departamento del Quindío. Ahora la preocupación es cómo parar la propagación del virus y un eje articulador para lograr ello sería replantear las prioridades de inmunización en la población, en lo que sería prudente revisar con la sindéresis del gobierno que en primera línea estuviera la población joven.
Eso tiene dos aspectos de alta consideración a saber: primero, por ser agentes de transmisión del virus con mayor potencia y mayor posibilidad de multiplicación. Y segundo, porque la población entre los 18 y los 55 años es la población que se encuentra en ejecución del primer piñón esencial de la economía, es decir la cadena de producción humana de bienes y servicios que hacen que una economía funcione. Ello ayudaría sin lugar a duda a descartar por completo nuevos confinamientos y cierres de la economía, junto a ese nicho poblacional desde luego tendrían que estar quienes estén en los servicios médicos y población adulta mayor de los 55 años.
Otro aspecto interesante a examinar con absoluto cuidado es el cierre de fronteras, especialmente la de Venezuela, por cuenta que la movilidad de ciudadanos venezolanos podría exacerbar los contagios con una cadena de nunca acabar. Es menester priorizar nuestros compatriotas en la inmunización. Como también la posibilidad de examinar la posibilidad de crear el tipo penal extremadamente fuerte para quienes intenten ingresar la vacuna de contrabando o falsificarlas.
Ahora, tratándose de los mecanismos que ha utilizado el gobierno para contratar la compra de vacunas, no se hacen esperar los áulicos del santismo que siempre ven el lunar donde no lo hay, como es el caso del ex secretario de “poca transparencia”, quien de manera loca y delirante sale a descalificar el proceso contractual de las vacunas. Se le recuerda que la máxima autoridad administrativa en el país es el presidente Duque y que el criterio de su gobierno para contratar la compra de la vacuna con ciertas reservas y confidencialidad atienden a: seguridad y salubridad publicas, estabilidad económica de la nación y, en virtud de la autonomía de la voluntad de las partes, entre esos los laboratorios que así lo exigen, ¿o no compramos vacunas?
Corolario: lo sucedido en Twitter con la cuenta de Donald Trump marca duras perspectivas para lo que será el próximo debate electoral en Colombia: el debate será entre el que diga Uribe, el que diga Twitter o el que diga Google. Por lo pronto hago un llamado a Tomás Uribe para que valide las razones y el contexto frente a la necesidad de ser candidato a la presidencia, por sus calidades personales, pero también sobre todo por los valores democráticos que él enarbola.