Twitter: @nataliaescribe
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En una decisión controversial, el juzgado segundo penal del circuito de Bogotá ordenó a Semana TV retirar un artículo en el que de manera de ‘chiva’ periodística, revelaba las interceptaciones legales que la Corte Suprema de Justicia ordenó para escuchar a la familia del testigo estrella en el caso del expresidente Álvaro Uribe: Juan Guillermo Monsalve.
El fallo a favor de una tutela presentada por la hermana del exparamilitar habla sobre la vulneración de derechos de privacidad e intimidad a la familia de Monsalve y, además, la violación a la reserva procesal de la investigación que se lleva en curso y que tanto polariza al país.
La periodista Vicky Dávila puso el grito en el cielo. Con el hashtag #NosQuierenCallar manifestó lo que siente. Ella lo ve como censura pura y dura. Y la realidad es que el fallo sí tiene tintes de perjudicar, no solo a la periodista, a Jairo Fidel Lozano y al medio que ha virado su línea editorial drásticamente en los últimos meses, sino a todos los comunicadores.
El fallo se puede extender y dejar sin armas a las salas de redacción que logran obtener audios, conversaciones, procesos y cumplen su labor de hacerlos evidentes a la ciudadanía. El fallo representa un peligro para el periodismo colombiano, pero es evidente que la culpa la tiene Dávila. En pocas palabras, Vicky Dávila nos perjudica a todos.
El problema que tiene Dávila, y que hoy pone en riesgo a los demás comunicadores, consiste en que no sabe diferenciar lo que es noticia de lo que es información personal. Ya le ha pasado muchas veces. La periodista, que reveló el video del exsenador Carlos Ferro sosteniendo una charla de grueso calibre con Ányelo Palacios, aún cree que la noticia era la orientación sexual del exviceministro del Interior y no el entramado de prostitución interna en la Policía Nacional.
Y ese es el lío con su información. Cuando reveló los datos personales de los hijos (uno menor de edad) del excandidato a la Alcaldía de Bogotá Hollman Morris (caso por el que el exconcejal aún pide ayuda de la justicia), para Vicky esa información era noticia. Sin embargo, cuando un tuitero publicó el nombre de su hijo menor de edad, hizo un programa en su canal de información para que se defendiera el derecho de los niños. Ahí, eso, no era noticia.
En pocas palabras, cuando es la vida personal de otros, la información es noticia y debe ser protegida la libertad de expresión, pero cuando las noticias tratan sobre su familia, ahí habla de vulneración de derechos. Una doble moral increíble.
En esa medida las sanciones deben ser sociales contra una periodista claramente sesgada, que no sabe diferenciar entre una noticia y un chisme de pasillo o un rumor de almuerzo en la oficina. Esto nos debe servir, a todo el gremio, para entender que siempre debemos preguntarnos ¿por qué cuento esto? El ‘por qué’ siempre es más importante que el ‘para qué’.
La mala labor de un colega termina perjudicando todo el andamiaje periodístico. Nuevamente, el interés de una periodista por revelar detalles «oscuros» de la vida privada de fuentes que no se alinean con su filiación política perjudica a los otros medios. En su labor encontrarán algunas de las malas prácticas que nos joden como profesión en Colombia.
Y espero, de esta manera, que los colegas con tendencias cercanas a las de Vicky, cuestionen su accionar como culpable de una decisión judicial injusta en algunos de sus componentes, que desampara a los periodistas, por castigar a una vendedora de humo.
Hoy, la justicia le vulnera un derecho a un medio, pero defiende los de otros. Nuevamente, el problema es que Dávila no tiene interés en proteger los derechos de las personas, sino la ‘chiva’, tan parecido al «periodismo» de la ‘Negra Candela’…
Lo que hoy Vicky reivindica como uno de sus derechos, es la continuación de una serie de ‘metidas de pata’ que logran que el periodismo en el país se degrade con el pasar de los días y se convierta en el hazmerreír ciudadano. Con su periodismo sensacionalista, Vicky Dávila nos perjudica a todos.