Opinión

Violencia solo cuando me conviene

Cuando la gente está cansada y desesperada responde con violencia. Podrá gustarnos poco o mucho, que nuestra opinión al respecto es irrelevante, ha sido la reacción natural de la raza humana a través del tiempo, el cumplimiento perfecto de la ley de acción y reacción. Y aunque hoy las condiciones políticas y sociales son diferentes a las de siglos atrás, el abuso sigue siendo abuso, la pobreza es aun pobreza y las personas seguimos siendo más o menos la misma cosa.

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Las protestas de los últimos días en Bogotá y otras ciudades de Colombia son un claro mensaje del descontento ciudadano (por usar un término suave), pero tiene que evolucionar si queremos que las cosas cambien. Quemar y pelear contra la autoridad es algo fuerte, toda una declaración, pero si se queda en eso, con el tiempo los eventos y disturbios decaerán hasta ser olvidados y quedar en mera anécdota. La rabia está, ahora hay que ver cómo la convertimos en razonamiento para lograr soluciones de fondo. Eso no quiere decir que haya que bajar la guardia, solo que la furia en estado puro debe transformarse en inteligencia con firmeza para que no nos vuelvan a ver nunca más la cara de bobos.

Es imposible respetar la institucionalidad cuando las instituciones son la delincuencia misma, y acá el Estado toda la vida ha querido que respetemos su autoridad sin cuestionarla, con una obediencia sin reparos porque sí, porque toca. Hemos vivido bajo gobiernos opresores que disfrazados de demócratas quitan y quitan, abusan de su poder, se roban la educación, la salud y hasta la dignidad mientras arman a la policía y el ejército, y aun así esperan que no haya consecuencias por sus acciones. Tienen su sistema de corrupción tan bien montado que si reclamamos mandan a la policía, institución a la que le han dado una especie de carta blanca para que actúe a placer. Luego de sus abusos ordenan investigaciones internas que no llegan a ningún lado, pero eso es otro asunto. No es institucionalidad lo que representan, es terrorismo de Estado, y aunque no creo que odien a los que gobiernan, sí sienten un profundo desprecio por nosotros.

En resumen, en la vieja y conocida ley del palo y la zanahoria ha habido mucho de lo primero y poco de lo segundo. Y cuando alguien salta la respuesta de quienes gobiernan es la represión, meter a todos en la misma bolsa (estudiantes, ciudadanos, oposición, infiltrados, vándalos y ladrones de ocasión) y calificarlos a todos como terrorismo organizado. Hay infiltrados y oportunistas, claro, gente que obra adrede para empeorar la situación y ver qué réditos saca de ella, pero es que esos infiltrados surgen porque también están cansados de no tener oportunidades y de comer mierda, para ponerlo en términos que todos podamos entender.

Creo que nos equivocamos esperando soluciones por parte del presidente y demás autoridades porque lo que ellos representan es el problema, no la solución. Nunca les hemos importado, toda la vida han borrado al que se interponga en su camino y lo van a seguir haciendo; mientras más rápido entendamos eso más rápido podremos cambiar la forma en que nos gobernamos. Ahora se les ve asustados, pidiendo calma y llamando a la unión, afirmando que la violencia no es el camino cuando toda la vida han apelado a ella; dicen eso solo porque les aterra perder sus privilegios.

No sé si recuerden, pero en su día Francisco Santos propuso electrocutar a los estudiantes y marchantes que causaran problemas como quien va a comprar ropa a un centro comercial. Y lo dijo frente a una cámara así, casual. Cuando alguien dice algo de ese estilo, además de ser un idiota, lo hace porque sabe que tiene inmunidad, y más que inmunidad, impunidad. Se siente cómodo formulando lo que cree que son soluciones, sabiendo que nunca le va a tocar algo así. Siempre tendrá a la policía de su lado, que es una especie de perro del estado, gente igual de pobre y oprimida que las personas a las que repelen, solo que escogió el lado del amo para poder comer; a la larga no son otra cosa que colombianos armados y eso siempre va a dar mucho miedo sin importar el lado en el que estén. Al final el problema, además de que apelemos a la violencia para solucionar todo, es que después de dos siglos de independencia, aun haya bandos.

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