Adiós abuelo

“Me ha costado horas eternas y suspiros escribirte, hablarte, recordarte, sonreírte y llorarte, pero debo aceptar que no estas, debo decir adiós”

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Abuelo.

Te escribo esta columna, una especial, muy intima, personal, muy profunda. Escribir en medio de tu partida me ha costado tanto, me he costado mucho, nunca había sentido como las horas se me hacían tan largas, sentir como el tiempo se detiene mientras pienso cada una de las vivencias, historias, sonrisas, carcajadas y rabietas que pasamos y que hoy solo serán recuerdos que llevare en mi mente y mi corazón.

El sábado habíamos quedado con mi familia hacer una maratón de visitas para ti al día siguiente, pues estabas preguntando por todos, en la tarde Cris me llamó, pasaron por mi, fuimos, estuvimos a las afueras del la Shaio, lugar que siempre te recibió con los mejores cuidados, con la mejor atención, donde te aguantaban tus rabietas y donde siempre dijiste que estarías agradecido eternamente con ellos.

Hacía frío, tomamos café con la familia y decidimos quien se quedaría contigo, nos repartimos para cuidarte, unos de día, otros de noche, decidimos que me quedaría al otro día en la noche, nos despedimos y regresamos cada uno a sus casas, por la tarde me llamó Cris, mi hermano, me pidió quedarse esa noche, él venía de acompañarlo toda la tarde, tenía una corazonada y no quería dejarte solo a lo cual le dije que sí, sin saber que sería la ultima vez que te vería.

Eran las 12:30 de la madrugada, me cepillaba los dientes y sentí que el teléfono sonó, pero no presté atención, regresé a la habitación y tenía dos llamadas de mi hermano, en ese momento se me pasó todo por la cabeza, temblaba, se aceleró mi corazón, me pasó un frío por todo el cuerpo, allí sabía que te habías ido, regresé la llamada, Cris, con la fortaleza que sacó (no se de dónde) me dijo “se nos fue el abuelo, venga, ya hablé para que lo dejen entrar y lo pueda ver” en ese momento colgué, pasaron luego de los minutos por mi y allí estuve, subí al segundo piso, saludé a mi hermano y tomé aire antes de entrar a la habitación y recité: “Que la verdad siempre este en mi mente, mis labios y mi corazón” di el paso, allí estabas tu.

Pensé que era un mal chiste de mi hermano, pues estabas allí en la cama como si nada hubiese pasado, tus ojitos cerrados y una sonrisa de paz, de tranquilidad, tus manos frágiles aun estaban tibias, me senté a tu lado, respiré profundo, te hablé por unos minutos, te sonreí, te pedí que nunca me abandonaras y prometí nunca olvidarte, allí sentí tu cuerpo, tu mano se quedó débil, sentí en ese momento que te habías ido, que te despedías, sentí que tu alma estaba allí y se despidió de mi, me levanté te dije: “Chao viejito, perdone todo lo malo, perdone todos mis pecados” di media vuelta. El mundo se me derrumbó.

Cuando salí, sentía un nudo en la garganta, no dije nada, me subí al carro, llegué a casa, me acosté y en ese momento de silencio rompí en llanto, se me había ido una parte del alma, se me fue el viejo de los chistes, el amigo con el que podía hablar de todo, el que siempre me apoyó por quien soy y por lo que soy, él, mi viejo cascarrabias.

Ese martes no me quería levantar, no tenía fuerzas, no tenía ganas, me sentía muy cansado, no quería hablar con nadie, no quería ver la luz del día, solo quería quedarme en cama, volver a dormir y despertar pensando que todo era un mal sueño.

Me escribió Charry, recuerdo, me dijo que me levantará y fuera donde mi familia, que alguien más necesitaría de mi en ese momento, me levanté, tenía en agenda una entrevista con La W, luego pedí que me llevaran a casa de mi abuela, me la pasé todo el tiempo con ella, fuimos a comer postre, tratar de tener la mente ocupada, en otro espacio, pero sabíamos que al otro día sería la hora de darte el ultimo adiós.

Luego de la funeraria salimos a la iglesia, allí el cura recitó el Salmo 23 que siempre he querido y que me acompaña: “El señor es mi pastor, nada me faltará”, respiré tranquilo y recordé el día que me contaste del sueño que tenían con Eva, la casa en Boyacá, la tierra natal, recordé que me diste las medidas del lote, y te hice un pequeño plano de como sería la casa, plano que guardaste hasta el ultimo día, plano que se plasmó (con varias modificaciones) en la casa de los sueños de Manuel Francisco y Evangelina.

Abuelo, fuiste lo más lindo que tuve en esta vida y te doy infinitas gracias por ser quien fuiste, un amigo, un confidente, un papá. Solo prométeme que jamás me olvidarás, que me sigas queriendo como lo hacías y que desde donde estés, siempre me acompañes y protejas. Yo te prometo cuidar a la Eva, al amor de tu vida, a la compañera de vida, a su confidente, a su cómplice en las mil y una historias de amor, de risas, de tristezas, pero, sobre todo, de esa historia llamada vida que construyeron y de la que me siento orgulloso de ser parte, te prometo cuidarla hasta el último minuto, como siempre la cuidaste.

Perdóname si alguna vez te llegué a ofender, te hice sentir mal o te decepcioné, siempre recordaré la primera vez que me viste en televisión y que me escuchaste en la radio, ese día llamaste a todos tu amigos y familiares a decirles que sintonizaran, estabas feliz por que estaba allí, estabas orgulloso y esa sonrisa jamás se me olvidará.

Ahora quedarán solo tardes de buenos recuerdos, anécdotas mágicas, sueños cumplidos y gracias infinitas.

Te quiero mucho Manuel Francisco, jamás me olvides.

Andrés Hernández R.

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