Los libros (a propósito de Mike Wilson)

“Un buen escritor sabe, como lo sabe Mike Wilson, que hay que usar el lenguaje que heredamos, el mismo de Cervantes, para invitar al lector a conocerlo y, sobre todo, también a usarlo”: Miguel Ángel Manrique

En los libros está todo. Los libros son un puñado de páginas, blancas o mate, tapizadas monótonamente de letras, por lo general, impresas en tinta negra, apresadas por una cubierta de cartulina, brillante o mate, bella o feamente ilustrada.

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Los libros, esos objetos tan comunes en las casas, tan costosos en apariencia, nacieron perfectos desde que Johannes Gutenberg se los inventó. Todos los libros impresos así son hijos de la Biblia de 42 líneas, la Biblia de Gutenberg, la Biblia de Mazarino, edición de la Vulgata, una Biblia de divulgación escrita en latín corriente, para que la leyera el pueblo. Nacieron perfectos como la cuchara, precisó el filósofo Umberto Eco, que algún otro genio se inventó en el período Cuaternario, o sea, hace unos 2,59 millones de años. Y ahí sigue intacta.

Los libros están llenos de buenas frases, como esta que me encontré en Zombie de Mike Wilson, sí, lectores, el mismo autor de la inolvidable Rockabilly: “Las colinas que arregazan la vecindad protegieron el suburbio de la devastación que obliteró el resto de la ciudad”.

Uno se da cuenta de inmediato que Wilson, el mismo de esa otra genial historia, rara como me gustan las historias, en la que aparece la Suicide Girl, es un gran escritor. Un escritor escribe ‘arregazan’ para mostrar esa idea femenina y maternal, humana, de que las colinas llevan hacia su regazo a la vecindad para cuidarla del desastre. Que, de hecho, hicieron. Y también escribe ‘obliteró’ en vez de ‘borró’, por ejemplo, para sugerir que el desastre desapareció toda la ciudad y no quedó ni el recuerdo, como sucede, en cambio, con los manchones en un cuaderno escolar.

Qué diferente hubiera quedado la frase: “las colinas que arregazan la vecindad (porque ese hermoso verbo no tiene sinónimos) protegieron del suburbio de la devastación que borró el resto de la ciudad”. Porque obliterar, un verbo latino que significa borrar algo escrito, adquirió el sentido de borrarlo también del recuerdo, de olvidarlo.

Un buen escritor sabe, como lo sabe Mike Wilson, que hay que usar el lenguaje que heredamos, el mismo de Cervantes, para invitar al lector a conocerlo y, sobre todo, también a usarlo. No sé qué hacemos escupiendo expresiones de emprendedor de Silicon Valley. No obstante, a Wilson ‘arregazan’ y ‘obliteró’ le suenan natural, como si su educación literaria hubiera estado llena de esas palabras. No le suenan impuestas ni fingidas. No rechinan. No disuenan. Así que un buen escritor sabe cuándo usar esas palabras tan extrañas a nosotros, el vulgo, pero tan adecuadas, porque la adecuación es una propiedad textual, a la historia. Palabras tan acompasadas las unas con las otras como las notas de una partitura que forman la frase musical. Un buen escritor aprende esas palabras en los libros y no importará si son traducciones, desde que el traductor sea tan magnífico como lo que traduce, porque en los libros, sin duda alguna, está todo, se encuentra todo.

No hay que confundir ‘arregazan’ con su anagrama, ‘arrezagan’, que significa remangar (como cuando uno está lavando la loza y le pide a la pareja que le arrezague las mangas). Arregazar significa llevar las faldas hacia el regazo, esa cavidad cálida que forma, entre la cintura y las rodillas, la falda de una persona sentada. Mike Wilson la escribió en Zombie, un buen libro postapocalíptico.

Por: Miguel Ángel Manrique / Mi twitter es @miguelmanrique

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