Opinión

La olla a presión del confinamiento

“Pero como nos han asfixiado en extremo dos meses y desde cuando el virus apenas asomaba, ahora que forcejeamos y exigimos que nos suelten porque el desastre social y económico ya patea la puerta y el cuello está más que rojo, nos dicen que la cresta de la ola no ha llegado, pero que ya casi”: Melquisedec Torres

Si usted aprieta fuertemente un cuerpo, con toda seguridad lo asfixiará o lo destruirá, sin importar que su idea sea evitarle un daño. Quizá logre su cometido inicial pero el costo final será catastrófico.

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No hay duda de la preparación, el conocimiento y las buenas intenciones de los epidemiólogos y demás expertos que han asesorado a nuestras autoridades para el manejo de la pandemia. Pero, finalmente, son versados en medidas de salud, no en economía, política o ciencias sociales. Y no tienen ni es su obligación gozar de la capacidad de prever o proyectar las consecuencias finales de las decisiones de confinar a la mayoría de 50 millones de personas durante dos, tres o cuatro (¿o cuántos?) meses. Los que sí están obligados son quienes firmaban, y firman, las decisiones.

Pero resulta francamente extraño que tales expertos – y los políticos que los escuchan y firman – no hayan considerado que la magnitud física de la excesiva presión opera tanto sobre cuerpos individuales como en conglomerados humanos. Es decir, analizar – antes de dictar apresuradamente sus leyes marciales – que podríamos resultar asfixiados más pronto que tarde en el comportamiento social y en todo el conjunto de nuestras actividades económicas y sociales. Y que el fin buscado sería a un costo más que ruinoso. Y tal vez sin lograrlo.

Es evidente que las dictaron cuando la pandemia apenas empezaba a manifestarse en el país, provocando, como ya vemos, dos fenómenos: la caída inatajable de la economía, con su huracán de pobreza subsiguiente, y la inevitable necesidad de ponernos en otra cuarentena extrema cuando alcancemos la temida cumbre de casos y de muertes conectadas con el virus. No por madrugar amanece más temprano.

El 20 de marzo, cuando el país apenas tenía 48 contagiados y 1 persona fallecida, las medidas extremas comenzaron con el “simulacro” de Bogotá, seguido por otras ciudades y municipios. Y tres días después el “aislamiento” (ipso facto, sin ninguna gradualidad) ordenado por Duque; con ello, cada Alcalde – convertido en un “napoleoncito” de pueblo – empezó a dictar sus propias leyes marciales, una más radicales que otras, como “pico y cédula”, “pico y género” y cuanto pico se les ocurrió. Tal si fuesen prisiones, literalmente se ha permitido a ciertas personas salir a tomar el sol un día a la semana y a otras – niños y mayores de 70 años – se les ha impuesto el enclaustramiento total.

Todo en aras del loable fin de frenar el pico – otro pico – de la pandemia. Pero como nos han asfixiado en extremo dos meses y desde cuando el virus apenas asomaba, ahora que forcejeamos y exigimos que nos suelten porque el desastre social y económico ya patea la puerta y el cuello está más que rojo, nos dicen que la cresta de la ola no ha llegado, pero que ya casi. Y, por lo tanto, volverán a extremar las medidas para evitar lo que se supone pensaban contener con la ley marcial que comenzó el 20 de marzo.

Nos han encerrado más de dos meses con la promesa de que harían todo para prevenir una crisis en el sistema de salud. Ahora nos dicen que si las UCI pasan del 50% de ocupación, nos confinarán más. Entonces las medidas fracasaron.

Como aquellos pueblos medievales que se encerraban para evitar la guerra y terminaban muertos de hambre todos. O el Sitio de Leningrado, entre 1941 y 1944, que forzó Hitler y Stalin permitió al costo final de más de 1 millón (un tercio de la población) muertos por inanición y frío. Seguramente muchos hubiesen preferido caer luchando contra el enemigo.

La máxima del saber popular es que ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre. Parece que no solo han quemado al santo sino que ya arde el templo entero.

Melquisedec Torres Ortiz

Periodista y abogado

@Melquisedec70

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