Como una manada de lobos furiosos, como una jauría hambrienta de derecha, llenos de ira, algunos con cabeza fría, otros con los ojos vendados, pero todos con palabras que no me molestaron, pero que dejaron ver la proclive aceptación de las opiniones y las críticas.
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Antes de cualquier línea, quiero llevar el siguiente mensaje, según la Real Academia de la Lengua Española, la palabra crítica significa: “Analizar pormenorizadamente algo y valorarlo según los criterios propios de la materia de que se trate.” Y la palabra ataque según el diccionario de la R.A.E.: “Acción de atacar, acometer, emprender una ofensiva, perjudicar o destruir.”
Luego del lanzamiento de la serie para WhatsApp “Matarife”, la cual según el marketing que le dieron durante semanas hablaría de la vida del expresidente y hoy Senador Álvaro Uribe Vélez, sus nexos aparentemente con grupos armados ilegales, el narcotráfico, etc., para la cual levantó muchas expectativas hasta del mismo partido de gobierno que, entre otras cosas, sacó una campaña con tal de desprestigiar o desacreditar dicha serie.
Unos días antes me preguntaron en mis redes sociales que diera mi opinión respecto a la serie, para lo cual respondí que por ética profesional y al tocar temas que pueden ser delicados para la opinión pública, preferiría dar mi opinión una vez viera el primer capítulo que pensé me sorprendería.
Así fue, una vez terminé de ver, lancé varios trinos donde hago una crítica al clip: señalé que se debió usar mejor el tiempo para mandar un mensaje más claro, al ser el primer capítulo debió ser más fuerte o impactante, de hecho, personalmente le escribí al autor de la serie con mis sugerencias: “vi el primer capítulo, con mucho cariño digo que la investigación suya es muy buena y eso no lo desconozco, pero en materia comunicativa le faltó un poco, creo que se debieron aprovechar más esos seis minutos… la producción es muy buena y eso es innegable.” Mensaje al cual no tuve respuesta alguna.
Me causa algo de sensación el ver como muchos en las redes han usado adjetivos para descalificar mi trabajo, mi trayectoria y, sobre todo, para descalificarme como persona; la verdad no les he puesto mucha atención, pero si me deja un sinsabor de saber quiénes somos, si realmente estamos preparados para llegar lejos o si por el contrario viviremos de amarguras, de rencores y resentimientos; de saber si podremos aceptar la voz por más contraría que sea a la nuestra o por más incómoda que nos parezca.
Siempre he dicho que “para aplaudir todo están las focas” y yo no soy una foca, me gusta indagar, me gusta saber el cómo, cuándo, dónde y por qué, pero no me gusta quedarme con el sabor de ser quien aplauda todo y por todo, quizá cercenando mi opinión o autocensurarme, eso jamás pasará.
Tibio, aliado de paramilitares, cómplice de Uribe, mezquino, lambón, desleal, defensor de corruptos, traidor, marica de pueblo, fariseo y el peor de los insultos “Fajardo”, yo sé que a veces mis opiniones no son claras, pero tampoco es para llegar a ese punto de destilar tanto odio contra una persona.
Bien, estoy bien, estoy tranquilo, no me afecta en lo más mínimo sus ataques, pero, sobre todo, si buscan que me sienta mal, les costará y bastante, desde pequeño me enseñaron que si mil veces me caigo, mil veces más me levanto y me levanto fuerte y con la frente en alto, eso sí, prefiero regresar a los medios, montar mi propio negocio o simplemente buscar nuevos rumbos, pero jamás seré tibio y mucho menos Uribista.
Si queremos una real democracia, todas las voces y opiniones deben ser respetadas.
Andrés Hernández.