Ritos adolescentes y correr hacia el televisor los viernes a las 7:30 de la noche. El plan era simple: sentarse a ver un partido que aunque ya había pasado, era tan atractivo como si estuviera ocurriendo en directo. Eran las noches del fútbol argentino que comenzaron a llenar la pantalla del canal 3.
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Ni imaginar que fueran partidos en vivo y en directo, ni más faltaba. Perfectamente los comienzos de estas retransmisiones comenzaron en 1991 con encuentros de fútbol que habían disputado tres, cuatro, seis meses atrás. Entre la mitología que generaron estos partidos, mucho se especuló, sin que existiera una verdadera comprobación al respecto, con que Millonarios contrató en 1991 a un volante creativo llamado Raúl César, que venía de Boca Juniors pero que era habitual suplente, después de que varios directivos les llamara la atención la actuación del jugador en un Boca-Mandiyú de 1990, donde marcó dos goles a Fernando Alvez. Y la única vez que se pudo ver al 10 de pelo largo con luces en el campo fue en aquella retransmisión. En Bogotá fue fracaso rotundo y rimbombante.
La dinámica era sencilla: se pasaba el partido de la jornada, elegido caprichosamente por los argentinos: podía ser un Boca-River o un San Lorenzo-Racing (partidos que siempre eran elegidos como los principales en la parrilla) pero también ahí clasificaron algún Boca-Argentinos, River-Huracán o Independiente-Estudiantes. La condición de estos duelos es que por lo menos uno de los cinco grandes del fútbol argentino hiciera parte de la contienda. A veces la coyuntura también funcionaba: varios choques protagonizados por el Newell´s de Marcelo Bielsa también ocuparon la pantalla.
La dicha de poder ver estos juegos en diferido duró, si no estoy mal, hasta 1993. El último equipo que se disfrutó en estos maravillosos refritos fue el Vélez Sarsfield de Carlos Bianchi, que no lograba el título desde 1968.
Pero en todo el resumen de lo que se vio en aquellos días se podrían seleccionar varias postales: la versión negra de Batistuta en el Boca que dirigía Carlos Aimar (eran tiempos en los que desperdiciaba más de lo que celebraba) y la versión más brillante de su rendimiento con la azul y oro de la mano de Oscar Tabárez; la definición por penales entre Boca y Newell´s para definir el campeón de esos tiempos, en medio de una Bombonera repleta y con el campo imposible, la gresca del duelo Argentinos-Vélez donde le anularon un gol increíble a Nicolás Lauría Calvo.
Luego la televisión por cable iba a mandar la parada así que en las señales nacionales de televisión no volvimos a oír la canción de Blade Runner anunciando que comenzaba el clásico del domingo. En el cable nos enteramos de Fútbol de Primera, de ese resumen que protagonizaban Enrique Macaya Márquez y Marcelo Araújo. Había que hacer lo que fuera para ver ese programa: después de una de tantas crisis económicas en la casa no había plata para TV Cable; hubo que cortarlo. Entonces me las arreglaba para que aquellos amigos más privilegiados -mi novia de aquel entonces también ayudó mucho para que no me lo perdiera- me grabaran ese programa en cassettes de VHS, o me quedaba en la casa de ellos el domingo hasta las 10 pm. No era fácil aguantar la presión de una casa entera que se quiere ir a dormir o que no comprende el porqué un huésped se demora tanto en irse un domingo. Pero valía la pena.
Fue así mucho tiempo, muchos años. Esas imágenes volvieron cuando, revisando Netflix, encontré el especial “Fútbol de primera, 20 años”. Darle play fue prender de nuevo todos esos recuerdos de adolescencia.