Mi hermano y yo

“Mi hermano y yo es una canción de amor, un paseo que se adapta al son del tocar el acordeón y eriza los pelos. Y sí, conozco muchos hermanos que no se toleran, son distantes o no se entienden. Incluso los hermanos Zuleta no se llevaban muy bien que digamos durante gran parte de sus vidas”: Pote Ríos

La canción de los Hermanos Zuleta es una oda. Mi hermano y yo, la que Poncho le canta a Emilianito y la que Emilianito le canta a Poncho, es una declaración auténtica de amor. Con el corazón en la mano un hombre le dice al otro que lo ama y lo admira, son dos seres humanos que compartieron el mismo útero, tienen los mismos genes, cuentan con el mismo ADN y así se aman en medio de lo distintos que pueden llegar a ser.

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En esta pandemia el manejo del lazo familiar, la nostalgia que este genere, el ir a los recuerdos y el conocer y añorar más lo que antes era una costumbre, porque se sabía que estaban ahí, es un aspecto que a diario nos invade los pensamientos y arruga el corazón.

Los que están bajo el mismo techo han visto nuevas facetas de esos seres queridos. Ya sea porque ahora algunos salen de sus casas para trabajar o ya sea porque los esperan, cada despedida cobra mayor validez ante la incertidumbre que reina con lo que vivimos. ¿Y al regreso? La misma incertidumbre del aplazamiento del abrazo, del saludo lleno de amor ante la misma incertidumbre que implica llegar de un exterior donde flota lo que sabemos que flota. Pero tras un proceso de quitada de ropa en la puerta, alcohol va y viene, y la ducha, el abrazo fraternal es más fraterno.

La lejanía también tiene su historia. Antes la llamada o el saludo ocasional eran suficientes. Ahora, para ese ser querido nada será suficiente. La videollamada ayuda mucho, hay contacto visual, se pueden percibir expresiones, tonos y ambientes, pero sigue la orfandad de sentir el calor humano. Y en esta pandemia, así haya existido lejanía física en varios tiempos de la vida, el calor humano de la familia se pide más.

Mi hermano y yo es una canción de amor, un paseo que se adapta al son del tocar el acordeón y eriza los pelos. Y sí, conozco muchos hermanos que no se toleran, son distantes o no se entienden. Incluso los hermanos Zuleta no se llevaban muy bien que digamos durante gran parte de sus vidas. Y es entendible, el hermano es ese amigo entrañable que puso el destino en nuestras vidas y que uno no eligió, le tocó, y llegó para compartir en el mismo “garaje” de vida de la mamá y en el mismo espacio de vida del núcleo formado por esa madre y ese padre.

Los hermanos se aman siempre. Conozco casos en los que no se hablan, se hicieron cagadas enormes, Caín y Abel son una “ternura” al lado de ejemplos que he visto, pero creo que hay un vínculo que lleva a esa “forma” extraña de exacerbar el resentimiento, y es el mismo amor que los une.

Mi hermano y yo somos tan distintos que somos parecidos. Con siete años de diferencia, siendo yo el mayor, lo recibí en mi vida como ese amiguito que me hacía falta para jugar, ya que estaba cansado de ser el hijo único. Nunca sentí una invasión a mi “trono”, no; a mí me llegó fue un parcero para compartir mis pasiones. Jugábamos fútbol en la habitación enrollando medias como balón, el rock que me polinizó, lo polinizó a él y jugábamos a emular bandas como Iron Maiden o Def Leppard al son de air guitar o con una raqueta de tenis, o una batería de tarros y lapiceros Kilométrico. Mirábamos El hombre nuclear, Los superamigos y Los magníficos; y Star Wars fue una evangelización instantánea de un jedi con su aprendiz. Conocimos juntos a Maradona y somos de la logia del 10. Y hablando de fútbol, la vida nos puso en orillas distintas, pero el respeto ha sido el marco de todo en cuanto a su color azul y mi color verde. De acuerdo al partido, a mi mamá le toca ser verde o azul para apoyar a sus hijos. Eso sí, el verde ha dado mayores felicidades, las cosas como son…

Las pasiones nos unieron. Sí, hemos tenido alegatos, cruces de puños, bobadas normales que nunca ha soprepasado el dejar de hablarnos. Jamás. Es una relación de complicidad, estar pendiente del otro, compartir y querernos. Mi hija es su hija, su hijo es mi hijo.

Un hermano no se elige, un hermano se construye y el destino me dio uno genial; y hoy, con esta mierda de situación que vivimos, añoro verlo, destapar muchas cervezas, que suene Queen, Black Sabbath, Iron Maiden, Journey, Def Leppard, Mötley Crüe y, por supuesto, Mi hermano y yo. Y así cantar a todo pulmón, abrazarnos y ver que siempre en nuestra mirada hay la lealtad del amor.

 

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