Francisco Maturana habla y vale la pena oírlo siempre, más allá de que en últimos años haya preferido estar más silencioso porque, como él mismo lo dijo alguna vez, cada vez que digo o haga algo se malinterpreta. El síndrome de “perder es ganar un poco” ha colaborado en ese silencio monacal. Sin embargo, en el momento en el que accede a charlar, deja muchísimas frases listas para quedar impresas.
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Y así pasó con la riquísima charla que sostuvo con Claudio Mauri, periodista de La Nación. Uno de los asuntos que dejó más tela fue cuando Mauri lo interrogó sobre la administración Pékerman en el seleccionado que Maturana supo dirigir y conducir con muchas más altas que bajas y que ya está más allá del bien y del mal. Dijo que Pékerman puso orden, inclusive con la prensa. Tal vez -y espero no incurrir en aquellas malas interpretaciones de las que se queja con razón Maturana- tenía esa frase un sabor también, y de golpe sin quererlo, a autocrítica.
Concluyó que hay prensa que pega y mucho; que este blindaje protegió el trabajo del DT y el del equipo y que ojalá esa puerta de protección que abrió el entrenador no se cerrara nunca. Así era el trabajo de prensa con Pékerman, que igual todavía recibe palo, más allá de que la evaluación de su trabajo se debía hacer por resultados más que por afinidades. Y ahí hay confusión a veces entre la prensa y los DT y viceversa: algunos parten de lo personal para lanzar sus denuestos porque el protagonista no quiso hablarles (lo dice Maturana en esa entrevista a Mauri: “si uno no los atiende, te voltean”) y algunos DT suponen que hacer una crítica a su labor se convierte en un ataque personal. Todo termina siendo una pelea de egos que a veces traspasa límites más fuertes.
Alguna vez un entrenador de fútbol que estaba activo en aquel entonces llamó al lugar en el que yo trabajaba: al DT le molestó muchísimo una entrevista que se le había hecho a otro técnico, no a él, en donde ese entrenador hacía una alusión indirecta a ciertos métodos que cuestionaba de su colega. El ofendido dijo que era el colmo que a él no le hubiéramos enviado la nota para que él se encargara de revisarla antes de que fuera publicada. El DT antes de colgar espetó, furibundo, a uno de mis jefes: “yo espero que ustedes echen a ese triplehijueputa de Samper o nunca más les vuelvo a hablar”. No me echaron, porque no había motivo pero uno se queda pensando en esas frases que a veces las pronuncian algunos protagonistas o incluso periodistas que quieren bajarse a alguien -en el sentido más laboral de la expresión, por supuesto- o cerrar las puertas de un colega. Porque ha pasado que esos deseos se han vuelto realidad.
Tan cuestionable eso -y aquí hay que hacer un gran mea culpa- como aquellos que piden la cabeza de un entrenador a través del micrófono como si fueran el jefe de personal del club.