Opinión

La gente tiene rabia

La gente tiene rabia. En redes sociales al menos, donde reacciona con gran violencia a las injusticias que salen todos los días en medio de la crisis por el coronavirus. Colombia ya era así desde antes de la pandemia, pero es en situaciones de emergencia como esta cuando las carencias del sistema hacen más daño.

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En estos días se ha sabido que el presidente Duque gasta dinero en contratar encuestas, en asesorías para mejorar su imagen y en camionetas blindadas, todo por un puñado de miles de millones de pesos que no es que nos sobren precisamente. Mientras tanto, el Senado compra para sus empleados diez mil tapabocas por valor de 180 millones de pesos. Y no cualquier tipo de tapabocas, sino el N95, el fino, el bacano, el que escasea. Ciento ochenta millones de pesos en mucha plata para una persona, pero para el funcionamiento de un gobierno son monedas apenas, lo que usted y yo gastaríamos en pan y gaseosa en una idea a la tienda.

Molestarse por eso es como indignarse cuando Santos gastó una millonada en almendras y cortinas para la casa de Nariño. Y sin embargo nos indigna, no por la plata en sí, sino por el mensaje que se manda: ustedes jódanse mientras nosotros gozamos de comodidades a las que ustedes no pueden aspirar. Por mucho que insistamos en que los empleados del estado están para servir al pueblo y no al revés, en cada acto, en cada contrato, queda reafirmado que no es así.

En un tuit la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez nos dice atenidos y en otro posterior, redactado con la intención de aclarar, la embarra más. Curioso que alguien que ha vivido de la plata de los impuestos llame atenidos a quienes hemos pagado su sueldo. Luego, alguien consigue un video de archivo donde ella muestra su hogar y cuenta que la casa al comienzo era pequeña, apenas doscientos metros cuadrados, pero que con tiempo y esfuerzo lograron ampliarla a quinientos. Desgarradora historia, ¿quién es capaz de vivir en apenas doscientos metros en estrato seis? ¿Qué clase de condiciones infrahumanas son esas? Y si de espacio se trata, ni idea cuál habrá sido el metraje en el que tuvieron secuestrada durante un mes a Edy Fonseca, la celadora del edificio Luz Marina, también un inmueble de estrato seis, como la casa de la vice. Quizá hasta fueron vecinas durante esos treinta días y nunca lo supieron.

Si de por sí las desigualdades en Colombia duelen, por estos días de supervivencia al extremo es enterarse de ellas y sentir ganas de acabar con todo. Y entiendo que la turba indignada es un peligro porque no solo no piensa, sino que encima se agarra de lo que sea para descargarse, pero supongo que de eso se tratan las revoluciones: que gente que sufre por cosas diferentes se junte, deje de pensar, explote y reaccione. Por estos días dan casi la misma rabia la mujer de la receta del mandarino de Andrés carne de Res y lo de Amazonas, una de las regiones más pobres del país y que está alcanzando a Bogotá en número de contagiados por coronavirus pese a tener una población infinitamente superior. Todo lo que vemos son fósforos que van a parar a la misma hoguera.

Y lo curioso es que toda esa rabia se quede en internet. Mientras allí la gente explota, en la vida real es resignada y contenida. Qué raro es nuestro instinto de supervivencia, que en vez de llevarnos a tomar acciones nos hace volvernos sumisos, como si esa fuera la mejor forma de seguir respirando un día más. Quizá es eso, o tal vez es que no somos tan buenos como nos juramos y no queremos cambiar el mundo ni acabar con las injusticias, solo anhelamos que nos dejen en paz para poder pasar por este mundo sin pena ni gloria.

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