Si en una coyuntura como esta lo que anda roto, defectuoso, con mala operatividad e incómodo no trata de replantear su situación (sí, el reinventarse, una palabra que a muchos les causa urticaria, pero que a mí me gusta) es porque el nivel de terquedad y soberbia es tan, tan fuerte, que ni la cachetada que la Covid-19 les está dando a nuestras vidas es suficiente. En sí, ya no los cambiaría nada, ni nadie. Y esto, en el fútbol, es un escenario que se está viviendo. Nuestro fútbol colombiano tiene una oportunidad para salir del hoyo en el que anda inmerso, sobre todo en ese hoyo moral, ético y de divorcio con su hinchada.
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Entre la Federación Colombiana de Fútbol (Jesurún, González Alzate, entre otros) y la Dimayor (Jorge Enrique Vélez y otros), en los últimos tiempos, se ha creado una bomba molotov de acciones que han derivado en un desprestigio de la marca “fútbol colombiano” entre un gran porcentaje de la hinchada.
A usted le dicen FCF y se remite al escándalo de la reventa de boletería en las eliminatorias, otra neurona le recuerda los sucesos con el fútbol femenino en medio de escándalos de acoso sexual con el condimento de desafortunadas declaraciones de algunos de sus directivos. Luego también se le viene a la mente que Luis Bedoya, el anterior presidente de la Federación, sigue con su proceso en los Estados Unidos por el gigantesco escándalo de sobornos que enlodó al fútbol mundial. Y luego recuerda, el hincha, usted o yo, que nada relevante ha pasado con las selecciones Colombia juveniles y que, a nivel de mayores, no se logran títulos o finales. ¿Un oasis? Podría ser lo de Brasil 2014 y participar en Rusia 2018.
A usted entonces le dicen Dimayor. Ahí la cosa se pone más “sabrosa”. Es claro, el fútbol es de los clubes, se supone, es un negocio y es privado. Así ha sido así siempre. Pero hay maneras. Recuerdo que antaño, cuando había directivos como León Londoño Tamayo o Jorge Correa Pastrana (que yo recuerde con claridad), a nosotros los hinchas nos hacían sentir que el fútbol era nuestro. Es decir, seré más claro, uno creía que el fútbol era de nosotros los hinchas y que esos señores de corbata y más viejitos eran los que lo administraban para nosotros. Y uno estaba hasta tranquilo, era un “pajazo mental” que uno se aguantaba…
Gracias a una estrategia comunicativa completamente desacertada, en la que su principal protagonista es la cabeza de la Dimayor, el señor Vélez, con acciones pirómanas al son de sus muy soberbias declaraciones sobre el pagar por el fútbol, sobre quién es el dueño del fútbol, en sí, sobre el demostrar que ellos son los amos y señores, los que “la tienen más larga”, y nosotros somos los de abajo, los que tenemos que acatar, es que ahora los hinchas vemos que el balompié que creíamos nuestro, que tenía un lugar de pertenencia en nuestro corazón, no lo es y es de ellos: los de la corbata, los de las barrigas, los del whisky, los de las ganas insaciables de dinero, los de los escándalos y malos manejos…
Sin profundizar en el rosario de situaciones que hay con los derechos de televisión, con el manoseo a la liga femenina, con los negocios mal hechos, con las declaraciones soberbias, con la falta de humanidad hacia los jugadores y ni hablar de esa misma falta de sentido común hacia lo más importante del fútbol, nosotros los hinchas; no recuerdo que la marca Dimayor y el fútbol profesional colombiano hayan estado tan desprestigiados como ahora.
Por eso creo que esta es la oportunidad de cambiar. Si hay que jugar con menos equipos, que se haga, que sea con los serios, los que den garantías. Si los jugadores deben entender que hay otra realidad y ya los sueldos son otros, que se adapten. Si hay que cambiar el negocio de la televisión, que se haga, no más tumbadas y entuertos raros, no más mala calidad y estrategias erradas de mercadeo y ventas. Si hay que cambiar de directivos, que se haga. No más viejitos del museo de Madame Tussauds que siguen de escándalo en escándalo, los González Alzate, por ejemplo. Que sea el momento que tipos del fútbol con sapiencia, decencia y buen perfil lleguen. Apellidos y nombres como Ángel, Yepes o Iván Ramiro.
Hay mucho por cambiar para que nuestro fútbol sea eficiente, justo, decente y de mejor nivel. Es privado, sí, pero administra pasiones de multitudes, y esa pasión es de nosotros, los hinchas, los que pagamos la boleta, los que queremos sentir que es nuestro, aunque no lo sea.