Un par de cosas con respecto a la medida tomada por Claudia López de restringir la salida en Bogotá de acuerdo al género. Entiendo que es más fácil controlar a la gente así y no por el número en que termina la cédula, aunque entiendo también que se presta para problemas porque la vida ya no es de hombres y mujeres; la sexualidad binaria es cosa de otro tiempo, y aunque se ha aclarado que en dichos casos cada persona puede salir de acuerdo a cómo se sienta, el asunto no es tan fácil y ya se han reportados casos de abuso por parte de la policía. Pero no es de eso sobre lo que quiero hablar.
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Primero, ¿por qué le ponen a la medida ‘Pico y género’? ¿Por qué tienen que ser tan corronchos? ¿No les alcanza ya con tener ‘Pico y placa? ¿Cuál es el afán por bautizar otra medida con un nombre aun más cursi? Una de las cosas que más me llama la atención de los cachacos es el manejo del lenguaje, infantil a ratos, más allá de que se vanaglorien de hablar el mejor español y de no tener acento. ¿Ha oído decir a un bogotano, por poner un ejemplo cualquiera, ‘Mi Santafecito lindo’? Dígame sí no da ganas de cogerlo a cachetadas a ver si reacciona.
Pues se siente el mismo escozor cuando alguien dice ‘Pico y género’ porque es que no se puede ser tan corroncho. Y estoy siendo clasista, yo sé, pero nada que no sean en Bogotá también. De hecho, lo chistoso de los bogotanos es que pese a ser más clasistas que ninguno (tal vez solo los cartageneros lo superan) no tienen clase alguna. No hay nada más corroncho que un bogotano corroncho, y aun así desprecian todo lo de tierra caliente llamándolo provinciano, solo porque viven en clima frio, y como si haber nacido en una montaña con acceso a nada no solo fuera un privilegio, sino lo más cachetoso del mundo.
Entiendo si se ofenden con esto que digo, pero por favor tengan en cuenta que el que escribe estas palabras no soy yo, sino el aislamiento que ya me tiene desesperado. Yo soy un ser de luz y, ya evacuado el odio, ahora viene el amor, o la falta de él, más bien.
Lo triste de este pico y género es que no sale uno nunca de la casa, y el día que puede le toca ver solo gente del mismo género, muy depresivo todo. Y es cierto que los tiempos no están para ponerse romántico: nos cuesta mantener el hilo en un chat, ahora nos vamos a enamorar, pero igual hace falta tener aunque sea contacto visual con gente por la que podríamos sentirnos atraídos. Y sé que aislarnos y segregarnos es lo que toca ahora, pero lo cierto es que esta pandemia ha alargado la soltería de muchos, si es que alguna vez íbamos a salir de ella.
Y no está bien que me refiera a la soltería como si fuera una maldición, pero es que a veces tanta soledad cansa. ¿No les pasaba antes de todo esto que estaban en un sitio o iban por la calle y veían a alguien que les parecía interesante, pero esa persona no las veía de vuelta? Pues esto del pico y género es peor. La historia de mi vida ha sido buscar sin poder encontrar porque algo hay en mí que hace que nada me reconforte, nada me llene. Y en estos tiempos de cuarentena todo es más dramático porque antes al menos había opciones, bastaba con voltear la cabeza, ahora solo hay calles vacías.
En condiciones normales, cuando veía en la calle a alguien que me interesaba, esa persona solía ir en dirección contraria, la tapaba un poste, estaba mirando para otro lado o el semáforo cambiaba muy rápido. Y siempre quería que me mirara a ver si le interesaba de vuelta y con un cruce de miradas empezábamos a hablar, pero nunca me veía, o quien sabe, tal vez era que me detectaba con el rabillo del ojo, no le llamaba la atención y entonces hacía como si yo no estuviera ahí. O también era que me ignoraba por timidez, ¿por qué no?
Y todo lo que ocurre hoy es más triste aun en Chapinero, un barrio lleno de familias de una sola persona, solteras y vaciadas, saliendo cada una por su cuenta a comprar lo necesario para vivir y sin posibilidad alguna de encontrar al amor pese a que muchos por acá estemos solteros. De hecho, para acá nos vinimos no solo porque fuera un barrio bien ubicado y con todo tipo de facilidades, sino porque había otras personas en las mismas condiciones, entonces cruzarse y conocerse sonaba como una posibilidad emocionante, más allá de que nunca se diera, que podía terminar en mudarse a un barrio menos agresivo donde entre dos se pudiera pagar una mejor vida. Ya nada eso no tiene sentido.
El otro día me puse mi mejor ropa para ir al D1 porque salir a hacer vueltas básicas se ha vuelto el plan de la vida, y en la portería del edificio me recordaron que era día par y que debía quedarme en la casa. Perdí la arreglada, qué tristeza, como esmerarse en escoger la pinta del 31 y al final no ir a la fiesta.