Opinión

La vida sin el Infierno del Norte

“Uno de los golpes más duros para los apasionados fue el pasado 12 de abril domingo de pascua, ya que se corría La Clásica de las Clásicas, El ‘Infierno del Norte’; La Paris- Roubaix. Una de las carreras más difíciles y emocionantes de este deporte”: Caballito de Acero

(Marketa Navratilova/Cor Vos)

Estos tiempos tan extraños y caóticos nos han enfrentado a varias situaciones extremas, una de esas es la vida sin ciclismo. Para los que no son fanáticos de este deporte puede ser algo muy casual vivir sin ver carreras, pero para los apasionados nos sentimos como si algo faltará en nuestras vidas. No es algo de vida o muerte, pero sí es una sensación de añoranza y nostalgia por ver a nuestros corredores favoritos sudar, llorar y enfrentarse en una bicicleta por obtener un título.

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Uno de los golpes más duros para los apasionados fue el pasado 12 de abril domingo de pascua, ya que se corría La Clásica de las Clásicas, El ‘Infierno del Norte’; La Paris- Roubaix. Una de las carreras más difíciles y emocionantes de este deporte, un verdadero duelo entre barro, y pavé, un monumento del ciclismo, un destino de millones de amantes de la bicicleta, una carrera con años de historia entre sus adoquines, un recorrido en el cual antes existían ruinas, campos de minas, edificios abandonados, y un final majestuoso en el Velódromo de Roubaix, que es actualmente después de 117 ediciones ( donde se hubieran corrido hubiera sido la número 118) el destino de varios de ciclistas que buscan la gloria .

Esta clásica es un verdadero peregrinaje, y su ausencia el pasado domingo es un evento que quedará en la memoria de todos. París-Roubaix solamente se había cancelado, por causa de las dos Guerras Mundiales de 1915 a 1918 y de 1940 a 1942; es decir, solo en 7 ocasiones. Sin embargo, es un momento para recordar la magnificencia de esta carrera, pero sobre todo para resaltar el temple de los que están dispuestos a bañarse en barro para obtener la victoria.

Como no mencionar la primera vez que se disputo esta carrera en 1896, ganada por el alemán Josef Fischer logrando una ventaja de 25 minutos sobre el segundo en su meta o la primera edición después de la Primera Guerra Mundial, donde ganó el francés Henrí Pélissier, toda una carrera por un panorama desolador, pero una victoria impresionante, que alegró la vida de los espectadores. También está el triunfo de Emile Masson en 1939 antes de la Segunda Guerra Mundial. Y no hay que olvidar el glorioso regreso de la carrera en 1943 cuando los organizadores volvieron a permitir que se diera el recorrido original y obtuvo la victoria el belga Marcel Kint.

La París Roubaix en definitiva es un espectáculo digno de ser comparado con las peleas de los gladiadores en el Coliseo romano, es un evento donde millones de aficionados ansían la lluvia, el adoquín, rezan para que no haya tantas caídas y alaban a sus favoritos. Esta carrera ha sido reconocido por sus victorias belgas durante años, pues han dominado el Infierno del Norte en 57 ocasiones a lo largo de la historia y precisamente el año pasado, el ganador fue el belga Phillippe Gilbert.

Además de esta suerte belga en los triunfos, este monumento ha tenido la fortuna de ver correr por sus adoquines a leyendas del ciclismo como Roger De Vlaeminck y Tom Boonen, que han obtenido el título en cuatro ocasiones. A Fausto Coppi (1950), Felice Gimondi (1966), Bernard Hinault (1981), Sean Kelly (1986), Eddy Merckx (1968, 1970 y 1973), Francesco Moser (1978, 1979 y 1980), entre otros corredores valientes y llenos de espíritu por probar la gloria y el dolor de esta carrera. Mientras los ciclistas añoran disputar los tramos con 5 estrellas de la París Roubaix, nosotros los espectadores reflexionamos sobre la falta que nos hace el ciclismo.

Sentimos la ausencia cada día de las carreras ciclísticas, extrañamos los eventos donde se podía asistir para gritar los nombres de nuestras estrellas, añoramos salir a montar bicicleta e imaginarnos por un momento la adrenalina que se debe sentir ser ciclista profesional. Pero estamos seguros, que lo que más nos hace falta es poder reunirnos con quienes queremos y sentarnos a compartir las carreras ciclísticas, tener largos debates sobre quien debía ganar, encontrarnos emocionados por este intrépido, valiente y hermoso deporte, que no solo nos enseña el valor del compañerismo, sino que también nos enseña a tener aguante y espíritu para vencer aun en las situaciones más difíciles.

Del ciclismo hay que aprender a no rendirse y hay que practicar más -en estos tiempos lo que nos enseñan las carreras-. Puede ser en solitario pero hay que llegar al final con honor, pasión y pensando también en el colectivo, mantengamos el espíritu en estos tiempos difíciles tal y como todos los ciclistas mantuvieron su pasión durante la dos Guerras Mundiales. Conservemos la esperanza de poder volver a ver el Infierno del Norte, de ver el barro, la lluvia y por último, el tan anhelado triunfo.

Daniela Mogollón @AceroCaballito

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