Karen Anne Carpenter murió el 14 de febrero de 1983. Tenía 32 años cuando su madre, con quien, al parecer, no llevaba una buena relación, la halló muerta en el piso frío de la habitación donde había pasado los últimos días de su vida. Fue, hasta ese momento, la voz líder del dúo Carpenters y una de las artistas más queridas del mundo del espectáculo norteamericano, pues en solo una década había vendido un poco más de 100 millones de copia de sus discos y su voz era considerada por los críticos musicales como “angelical”. En el momento de su muerte pesaba 40 kilos y en su rostro desencajado habían quedado las huellas de esa enfermedad que hoy conocemos con el nombre anorexia.
PUBLICIDAD
Desde niña, cuentan sus biógrafos, había sido “gordita”. Cuando alcanzó la popularidad, contaba con 20 años y empezó ese largo y traumático proceso de mantener una figura esbelta. Es decir, bajar de peso y, sobre todo, mantener el estándar que el medio exigía. En la mente de los fans estaba presente la figura radiante de Marilyn Monroe, la delgadez idílica de Audrey Hepburn en la aclamada cinta Breakfast at Tiffany’s, la hermosura de una Sofía Loren y el encanto de un cuerpo elástico como el de Ursula Andress. La prensa que elevó la voz de Karen Anne Carpenter a la categoría de “angelical”, fue la misma que inició las críticas sobre su apariencia física, pues, por momentos, aparecía en las presentaciones con varios kilos de más.
Esto fue solo el principio del fin, pues Karen Anne Carpenter empezó con 20 tabletas diarias para adelgazar y terminó consumiendo más de 100. Comía y vomitaba. Lo anterior llevó, a finales de 1975, a que su manager cancelara una gira de conciertos por varios países de Asia que incluían Japón y China. Desde entonces, el látigo despiadado de la prensa amarillista y especulativa cayó sobre ella. El ciclo de entradas y salidas de clínicas y hospitales se volvió rutina. A esto se le sumaron los problemas conyugales. Su apariencia física llegó a tal extremo de la delgadez que la revista Variety, contó Randy Schmidt en su libro La niña de azul: la vida de Karen Carpenter, publicó una nota en donde aseguraba que la artista “estaba tan delgada que casi parecía un fantasma”.
Dicen que a Karen la mató la anorexia, cuando en realidad su muerte la propiciaron los tabloides y revistas amarillistas que enfocaron su atención -más que en el éxito arrasador de sus canciones que la llevó a ganar varios Grammy- en su aspecto físico.
Esa imagen de la Carpenter muerta en el piso frío de la habitación donde creció al lado de su hermano Richard, con apenas 40 kilos de peso, me llegó de golpe la noche en que abrí el Facebook y encontré en la bandeja una nota que alguien había compartido y que se enfocaba en la apariencia física de Daniela Beltrán, una periodista e influencer colombiana que en Twitter firma con el nombre de Lalis. El asunto, por supuesto, me llamó la atención, no por lo que decía sino porque el tuit polémico tenía el logo de BluRadio Colombia. “Publicaba solo fotos de su cara y en redes la ‘boletearon’ al revelar su real apariencia”, fue el titular de la reconocida cadena radial. El portal Las2Orillas publicó una nota con el desacertado y grotesco título “Merece una demanda por engañar a caballeros: el bullying uribista a Lalis”. El resumen decía: “La foto de la influencer petrista despertó un debate. Por un lado, hay quienes la apoyan, pero las burlas no paran”. Y para terminar, el texto iba acompañado de un pantallazo que mostraba un close up de la periodista frente al computar y uno de cuerpo entero durante las protestas del 21 de enero.
El británico Edward Gibbon llegó a afirmar que la historia estaba en los detalles; Francia, mi vieja, sin haberlo leído, sin saber de su existencia, solía decir que el “diablo estaba en los detalles”. En este sentido, se podría afirmar que “el periodismo está en los detalles”. Y frente a estos, la pregunta que surge entonces es: “¿qué tipo de periodismo están haciendo estas reconocidas cadenas radiales y portales noticiosos?
No conozco a Daniela Beltrán (Lalis), pero sé que en argumentación los ataques personales solo dejan ver la poca capacidad argumentativa de quien los expone y un desconocimiento absoluto de las herramientas que soportan el pensamiento crítico. Acusar como respuesta frente a una posición política los ataques a la persona y no a sus ideas, es una interpretación clara de a quién o a quiénes tenemos en frente. La poca estatura de la crítica no solo es una muestra de la escasez de lectura y una interpretación cerrada del mundo que nos rodea, sino también una posición política, porque, queramos o no, todos nuestros actos son, necesariamente, políticos.
Una cosa es que los seguidores de un partido político ataquen sin argumentos e irracionalmente a una seguidora opositora, y otra cosa muy distinta es que esos ataquen personales vengan de un reconocido medio de comunicación. Ahí está la diferencia, señores de @BluRadioCo.
En Twitter: @joaquinroblesza
Email: robleszabala@gmail.com
(*) Magíster en comunicación.