Apreciadísima gente que me lee , hace unos años atrás trinaba a esta mujer que se fuera del país a criticar a la madre patria y cosas similares. No la conocía; simplemente me parecía una mujer con una mentalidad que no aportaba cosas positivas a la construcción de un país mejor. Hoy escribo para contarles una historia y un proceso real de destejer pensamiento, de abrir el corazón más allá de las razones, las lógicas apasionadas que siempre me han motivado en mis resistencias…
PUBLICIDAD
Hace cuatro años quienes me conocen saben que no hablaría más de lo socialmente exigente con una persona con la mentalidad de Salud Hernández. ¿ Qué sucedió? ¿Por qué un día decidí hacer un ejercicio de comunicación cultural, social y humanista con ella ? Sucedió que me atreví a leer y escuchar a pensadores y pensadoras que me han cambiado la vida en la medida que he comprendido que quienes piensan diferente por las razones que sea también tienen un contexto, que el odio que sentimos nos lleva a pensar que somos superiores moralmente porque no somos clasistas, racistas, sexistas, entre otras cosas espantosas, y además protegemos los derechos humanos. Que tener esas virtudes no nos hace menos ególatras y tampoco crea puentes de construcción.
Nunca imaginé conocer personalmente a Salud Hernández; voluntariamente nunca la hubiera buscado. Hace un tiempo atrás me invitaron a dar una charla a una universidad, ella estaba invitada y públicamente sin descortesías señalé su pensamiento de derecha, a mi juicio deshumanizante. Ella ese día expuso ampliamente su visión sobre el conflicto armado en Colombia y la construcción de paz; fue confrontada por varios estudiantes y admiré su manera de responder.
No estaba de acuerdo con ninguna de sus posturas pero presencié mucho odio en la gente que dice ser de avanzada, ese odio que nos está envenenando. Una estudiante murmuró a otra compañera mientras grababa el viento: «¿ Dios, me perdonarías si te pido por favor que a ésta la violen y la torturen y la dejan viva para contarlo?». Mire a esta chica y sentí muchísima tristeza, y pensé llena de frustración que está mal que violen y torturen mujeres y personas solo si ellas no son de derecha, privilegiadas y ricas.
Acto seguido felicité públicamente a Salud Hernández por conocer el territorio colombiano más que yo que soy nativa, y que muchas personas nativas, por ser valiente en un país donde nos cuesta la vida pensar y decir distinto, y le dije que ella tenía todo el derecho de decir lo que muchísimos no queríamos escuchar, que yo nunca estaré de acuerdo con su cabeza, que su mirada de país no era la única y que sentía que su opinión era irresponsable. Me sorprendió con una sonrisa y me dijo que ella también era colombiana, que dejó su país no por falta de oportunidades sino porque Colombia le dio la oportunidad de ser una reportera de realidades humanas que la conmueven.
Ya después vía WhatsApp le pedí que me disculpara por mi xenofobia, y fue ahí cuando yo quise conocer a esa mujer para entender sus postulados y para darle a conocer Feminismo Artesanal y ver cómo podíamos desde la diferencia crear puentes. Yo no quería seguir odiando su cabeza, quería entender para poder cuestionar.
Mis diferencias de pensamiento producen un ejercicio pedagógico. Le haría tres entrevistas: la primera la hice ese mismo año, fue una entrevista cordial, un tanto fría, con preguntas comunes como un par de desconocidas que no sabían nada la una de la otra. El año siguió su curso; hablamos periódicamente de un tema o de otro cada vez que la vida nos ponía tema por WhatsApp. No se daba la coyuntura para mi segunda entrevista pedagógica . Leí sus columnas en el contexto coyuntural del país más reciente, y me dolía que ella tuviera ese tipo de opiniones y me repetía mi misma: «No puedes odiar a quien piensa diferente porque al hacerlo te conviertes en todo lo que no quieres».
Con este paro histórico, paro del que he participado poquito por razones de salud, con la convicción de siempre de que la Colombia profunda está agotada de tanta injusticia, llena de desesperanza y muerta del miedo por protestar contra un estado asesino, ladrón, que entristece y aterra… Y Salud sale a opinar y muchísima gente apoya sus ideas. La culpan de todos los muertos en el paro, la mandan a su país, le desean la muerte y lo hacen quienes dicen ser progresistas, humanistas y demócratas, tal cual como yo muchas veces lo hice. Aunque yo lo hice sin desearle la muerte o violación, eso no me convierte en superior moral.
Repudié ese acto y me repudié a mi, y decidí invitarla a mi programa no a pelear sino a dialogar. Invité también a la periodista de talla internacional y defensora de derechos humanos Alexandra Correa, e hice el ejercicio de decirnos las mismas cosas que ya hemos dicho delante de las personas que vieran el programa solo para invitar a respetarnos en la diferencia. No es fácil para mí dialogar con las mujeres que defienden cosas a mi juicio indefendibles, pero decidí que debo hacerlo para buscar caminos de construcción responsable de opinión.
Recibí decenas de comentarios sobre este programa, unos positivos, otros muy negativos. Los negativos fueron crueles y despiadados, llenos de calificativos que tendría yo que ser de palo para no dejarme afectar un poquito y mentirosa para negarlo. A mí juicio el paro está polarizado, someter a Salud Hernández a escarnio pública e invitarla para decirle que es una asesina y otras cosas ni aporta al cambio, ni me hace superior. Mi ejercicio antropológico era ser capaz de dialogar con ella sin caer en los lugares comunes del tufillo de superioridad moral y juicios de valor que llevan a la incineración y lapidación social y no construyen nada nuevo. Para mi como pedagoga urbana que me reconozco, e intelectual orgánica y comunicadora para las resistencias que me reconocieron en dos tesis para la Universidad Javeriana, y como activista feminista, proponer la convivencia en la diferencia es un asunto ético, es pluralista y es democracia.
Yo quiero un mundo donde ser diferentes no nos cueste la vida, no quiero censurar a nadie porque no quiero ser censurada. He hablado en tres años con todo tipo de personalidades de derecha y de izquierda, he aprendido mucho y sigo aprendiendo. Mi revolución es intelectual y filosófica, para mi es claro que ser feminista es reivindicar todas las formas de ser mujer, aunque esas formas no me gusten.
Algunos periodistas amigos me han sugerido que no hable con ciertos personajes porque son detestables, porque en su opinión estos personajes hablan pestes de algunos medios de información y por todo tipo de personalismos. Hace unos años un director de un medio reconocido me dijo : «nuestra línea editorial nunca permitirá diálogos con», y yo sabiendo que era mi oportunidad para crecer en diferentes aspectos me fui a tocar otras puertas. Tenía miedo de que mi voz desapareciera y con ella la oportunidad de seguir ayudando a que otras mujeres, que como yo han sido “nadie”, encuentren su camino para dejar de ser nadie y convertirse en factor político social activo.
Este ejercicio no me hizo ni rica ni famosa, muchísimo menos mejor persona; lo que sí hizo fue permitirme la osadía de intentar construir puentes entre la diferencia y me dio la oportunidad de iniciar un proceso de nuevas prácticas de comunicación entre mujeres desde la diferencia dentro de una resistencia diversa. Salud Hernández es una mujer que piensa y dice cosas que no comparto, pero ni ella ni ninguna merece ser lapidada por pensar y decir diferente. Esa es mi posición: no podemos llamarnos feministas, demócratas pluralistas, cuando aprobamos que a ciertas mujeres se les maltrate solo porque ellas representan todo lo contrario a nuestros postulados.
Salud Hernández me dio agenda para el próximo año para mí tercera entrevista con ella y está vez será para contestar las decenas de preguntas que me dijeron que debí hacer. Me comuniqué con ella y le pregunté si estaba dispuesta a responder una entrevista con todas las preguntas no moderadas de las personas que no soportan sus columnas; pensé que diría que no, y me sorprendió cuándo me dijo: «¡Claro ! Preguntando todo lo que quieras». Así que tengan la seguridad que preguntaré todo lo que varias personas han dicho que me faltó.
Quiero agradecer públicamente al señor Alejandro Pino Calad por ser un demócrata, por hacer prensa sin personalismos, por darme la oportunidad de aprender y hacer camino al andar en medio de todas mis falencias estructurales. ¡Gracias ! Gracias señor director porque en este país muchísima gente habla de libertad de expresión hasta que alguien le dice algo que no le gusta. Gracias porque a diferencia de algunos otros directores de medios de información, usted no se escuda en una línea editorial para cerrar puertas a quienes somos diferentes. Que la vida me permita seguir aprendiendo de las cosas que usted hace: hay muchísima gente de la que debemos siempre decir : “hagamos todas las cosas que dice más no las cosas que hace”.
Gracias por no ser parte de ese grupo de gente . El país que necesitamos es un país donde podamos caber todas las personas, donde no se justifique la vulneración de derechos para defender derechos. Seguiré trabajando con amor y reinventándome, seguiré con esta sed de querer un mundo donde yo pueda ser yo y las demás personas puedan ser las demás personas . El.fascismo no se combate con más fascismo, se hace con convivencia en la diferencia. La Colombia profunda está cansada de tanto odio. Yo me comprometo a seguir haciendo resistencia al odio, yo me estaba enfermando de odio sin darme cuenta y cuando el corazón se intoxica de odio nada bueno puede salir de ahí. Mi invitación de hoy es a que hagamos el ejercicio de disentir sin odio y seamos consecuentes con nuestro deseo de un país mejor.