Opinión

La democracia en su laberinto y la resistencia feminista en Colombia

“Mientras la democracia siga siendo una farsa, este país no merece más hijos nuestros”: Mar Candela

La democracia, sueño libertario de millones y pesadilla de quienes aman oprimir. El concepto de democracia y la posibilidad de construir una sociedad democrática han existido como pesadilla para aquellos que veían con terror la posibilidad de perder sus privilegios frente a grupos a los que ni siquiera reconocían como semejantes y muchísimo menos como personas  (las mujeres, las poblaciones indígenas, los pueblos esclavizados, los pobres, etc.); y también ha existido como ideal para aquellas ciudadanías que veían en el sistema democrático la posibilidad para iniciar paulatinamente la  reparación de las desigualdades.

Por eso, como lo expresa Anne Phillips (1996), la relación entre democracia e igualdad es un asunto reciente. De hecho, las diferentes teorías sobre la democracia, desde los griegos hasta el presente, han asumido la existencia de una ciudadanía abstracta, difusa, ambigua sin cuerpo, sin clase, sin etnia y sin género. Esto ha sido absolutamente conveniente para quienes disfrutan el poder excluir a quienes no consideran como iguales por tener un cuerpo y una posición social diferentes.

Y es por este motivo que las feministas hemos advertido en distintos momentos históricos que esa supuesta neutralidad es en realidad una cortina de humo que esconde la visión de los grupos dominantes, que son los que han definido los términos de la democracia desde la exclusión. Mejor dicho, la abstracción engañosa de las teorías dominantes sobre la democracia está saturada de la intencionalidad de ocultar y de excluir el sexo, la clase, la etnia y la sexualidad. La evidencia irrefutable de esto, está en la constatación histórica de que esas reglas, supuestamente neutrales de la democracia, sólo han producido resultados desiguales y abiertamente discriminatorios contra las mujeres y otros grupos.

De esta forma, el feminismo siendo no pocas veces ignorado y ridiculizado en el debate, siempre pone sobre la mesa una crítica directa y argumentada a la “insustancialidad” de la democracia y a su promesa incumplida de otorgar igual valor moral a todas las personas. De hecho, uno de los primeros movimientos sociales que demandó el establecimiento de esa relación entre igualdad y democracia fue el feminismo de raigambre liberal. Desde sus inicios como movimiento social en la Europa del siglo XVIII, tanto desde el discurso como desde sus prácticas, el feminismo ha tratado de establecer esa conexión y de introducirla en las nuevas discusiones sobre la democracia que comienzan con la Ilustración. Esta relación fue planteada por las primeras feministas occidentales en términos éticos y de aspiraciones. Así mismo, fue planteada no sólo como un problema de justicia, sino en nombre de una visión para transformar el mundo en un mejor lugar.

Democracia no es montar cortinas de humo que nos distraigan de los problemas de fondo, no es vestir de igualdad en la superficialidad de las realidades mientras se castran derechos.

Las feministas en Colombia debemos iniciar una campaña que invite a las mujeres a ser conscientes del país que tenemos y debemos empezar a ser radicales en aquello de “no parimos hijos para la guerra “.

No olvidemos de que el feminismo es la resistencia es la revolución dentro de la revolución y nosotras decidimos negarnos a parir hijos para la guerra, aunque los de siempre nos obliguen desde el poder a hacerlo.  Nuestra misión si decidimos aceptarla es no reproducirnos mientras el país siga siendo un país de censura de prensa, aumento de desempleo, con una de las peores educaciones del mundo y uno de los más empobrecidos.  Mientras la democracia siga siendo una farsa, este país no merece más hijos nuestros. ¿Nueva guerra? Sí mis estimadas, dije nueva guerra, la guerra de más de 50 años el gobierno de Santos la había desarticulado y lo que hay ahora es una otra guerra hecha a base de excusas para no hacer la paz por los mismos de siempre y un puñado de guerrilleros que no representan a la mayoría de la guerrilla que se desmovilizó.

Nosotras no le demos más hijos a la guerra y dediquémonos a resistir, a sanar heridas, a crecer y a hacer nuestra parte para parar tanto odio. Sin un país con una democracia real y en paz no tiene sentido reproducirse.

PD:  Lamento tanto haberte hecho madre mi hija no merecía crecer en esta Colombia lamento haberle hecho eso.

Mar Candela – Ideóloga feminismo Artesanal

 

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