No importa si usted se gana el salario mínimo; incluso no importa si usted no gana nada, pero trabaja; no importa si usted es un millonario y bajo el amparo de su vida privada gasta sus millones en chocolatinas o “pispirispis”. No, acá lo que importa es que todo ciudadano, todo humano, tiene derechos y uno de ellos, sin duda fundamental, es el de ser escuchado ante una inconformidad o protesta. Esta última bajo el amparo del respeto.
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Los futbolistas, hasta hace poco más de 15 años, vivían en una especie de esclavitud. Contratos hechos a dedo bajo la presión del mayoral, perdón… del dueño del club o del empresario, con cero salud, cero seguridad social, cero garantías laborales y la dictadura del “asúmalo o de malas, se va y lo vetamos” de parte de muchos clubes del fútbol profesional colombiano.
Muchas cosas han cambiado, muchas siguen igual. Hay que reconocer que los clubes grandes, los de infraestructuras serias, han hecho mejoras sustanciales en la humanidad de la relación contractual con los deportistas y están dentro del marco de lo humano (algo no tácito, pero igual o más importante) y de lo que reza la ley laboral colombiana.
El punto es que todavía hay baches muy grandes en el mundo del balompié en cuanto a la dignidad, protección y respeto del futbolista. Y esto, amigos, aplica a muchos otros deportes, unos muy olvidados, en los que el atleta, literalmente, está descalzo, aguanta hambre y debe vender empanadas o rifar quién sabe qué en aras de obtener apoyo. Esto, un tema tan profundo y denso. Acá me refiero es al tema del fútbol y su coyuntura actual.
Porque ahora, con el tema tratándose desde hace varios años, los futbolistas, representados, unidos y en su entero derecho, en la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales (Acolfutpro), vienen solicitando ser escuchados por la Dimayor para debatir una serie de peticiones, pero su llamado ha recibido un portazo total de los directivos.
Y acá no voy a entrar a analizar punto por punto lo que quieren discutir los futbolistas. Acá lo que da arcadas es el manejo dictatorial de la Dimayor ante la situación. En un principio, y hasta hace pocos días, la constante fue el silencio, el no atender los deseos de una reunión y, peor aún, el veto hacia la solicitud de sentarse en una mesa a hablar de los temas. Es que la petición fue clara, era sentarse a hablar, no que de entrada les aprobaran todo a los futbolistas.
Y eso es lo que da asco. El no aceptar la acción dialógica, esa que indica humildad, esa que denota gallardía, incluso gratitud y un mínimo de sentido de decencia humana. Los futbolistas pueden pedir jugar en marte, OK, no lo acepte, pero tenga la educación de decirlo en la mesa de negociación, no cierre todo sin abrirlo.
Tuvo que intervenir la FIFA y obligar a la Dimayor a sentarse con la asociación de futbolistas, el resultado de esa cita lo refleja este trino de la cuenta de Acolfutpro: “Informamos a la opinión que hoy nuestros representantes fueron recibidos por los presidentes de la @FCF_Oficial, @Dimayor, @cdtolima @MillosFCoficial y @SantaFe, quienes se negaron a negociar nuestras peticiones. Consultaremos con nuestros asociados las acciones a seguir”.
¡Qué feo todo! Dimayor los recibió obligados por “papá” FIFA y les dio otro portazo. Y ni hablar del canal Win Sports, que veta las protestas, simbólicas por demás, de los jugadores en las canchas. Sesgar la protesta pacífica en medios de comunicación, eso me huele a puro Goebbels en uso de su estrategia esvástica.
Y sí hay futbolistas millonarios y tristemente hay gente que por ese hecho juzga el derecho a irse a una huelga. Se olvidan de que también está el fútbol femenino, en el que se compite administrando miseria y desilgualdad, también que los futbolistas de la B no viven en las mieles de los bellos contratos y que en la A hay clubes que siguen manejando sus contratos a punta de tesis esclavistas.
Qué mal, qué mal esa Dimayor soberbia y barrigona. Por cierto, le exijo que me devuelvan los 12.000 pesos del enrolamiento, es mi plata y me siento robado.