El sol está del lado de José Guillermo Ortiz. Cada vez que aparece en acción logra meter la pelota en la portería rival y eso es bueno para Millonarios, que hace rato no contaba con un goleador que les resolviera difíciles papeletas. El costarricense lo ha podido concretar gracias a su manera de ubicarse en el área y por su oportunismo. Pasó ante Equidad, cuando el asunto futbolístico no colaboraba mucho con la posibilidad de sumar los tres puntos. Allí emergió Ortiz con tres anotaciones que garantizaron la victoria.
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Y ante el Cali sí que fue importantísimo su aporte: Cali perfectamente pudo haberse ido arriba en la primera parte del encuentro 0-3 de no ser por las intervenciones del portero Jefferson Martínez y por la misma imprecisión de los atacantes del equipo que dirige Lucas Pusineri. En la segunda etapa encontró Ortiz lo que requiere un nueve de área: espacios a su alrededor para poder moverse con mayor libertad en el lugar de influencia y tuvo un socio magnífico, Hansel Zapata, ya no tan goleador como en Equidad, pero con el desequilibrio suficiente para ganar la espalda a Puerta y a quien se le pusiera cerca.
Los goles de Ortiz han representado en la tabla seis puntos que tienen a Millonarios arriba. Y eso que no contabilizamos la dupleta del tico frente al Medellín por copa porque a pesar de que su registro individual en ese partido fue buenísimo, sus tantos no fueron suficientes para cubrir el mal juego de los azules aquella noche de eliminación en El Campín.
Hay momentos de la vida que son así: de rachas. Las rachas son buenas –como le está ocurriendo a Ortiz en este instante– o malas, incluso malísimas y que todo delantero ha vivido: la memoria siempre nos lleva a pensar en ese concepto de buenos y malos momentos y recordar a Juan Gilberto Funes. Al comienzo, en 1984, pateaba y algo pasaba: pegaba en el palo, cuando iba hacia el gol aparecía la pierna de un defensa que la sacaba de la línea o sin arquero al frente la mandaba por encima del travesaño. Un día a Funes se le acabó el mal momento y se cansó de romper porterías.
A confiar en que lo de Ortiz no sea solamente una racha y tampoco a caerle con furia si una tarde de esas que todos los goleadores tienen, el hombre no consigue marcar. Porque de eso viven los goleadores: de las rachas afortunadas y el que tenga más de su lado, se transforma en inolvidable.
Milton Rodríguez en Millonarios –me recordaban varios usuarios en Twitter– arrancó muy bien y de golpe se pinchó y no volvió a funcionar. De hecho, ese arranque le dio la opción de hacer parte de la selección Colombia pero su merma en el rendimiento lo llevó a otros lugares menos firmes en lo futbolístico. Y yo siempre me acuerdo de un delantero uruguayo que trajo Santa Fe para comienzos de la década del 2000. Tenía poca fama a cuestas, pero venía dispuesto a trabajar, y al principio la apuesta parecía imparable. Hacía goles por montón. Fue una chispa que se apagó pronto (creería que hizo 10 goles en el mismo número de encuentros) pero nunca más pudo refrendar en Colombia esa condición. Su mala fortuna se alargó.
Que la racha positiva siga del lado de Ortiz.