Siempre he creído que el audiovisual nos sana un poco. En cualquiera de sus formas: series, películas de ficción, cortometrajes y documentales. Nos sana cuando nos vemos reflejados como sociedad o como individuos, y cuando comprendemos al otro como un ser sintiente, con sus complejidades, problemas, confusiones. Pero sobretodo nos sana cuando nos enseña que tenemos también el poder de sanar, que nuestra mente, más poderosa de lo que creemos, no solo es la responsable de lo que vemos, sino de lo que no vemos, de todo el universo. Un documental disponible en Netflix, Heal, nos recuerda eso.
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Con Heal no esperen una pieza audiovisual de festival, de esas en las que vemos con lascivia cada plano y nos deleitamos con los detalles cuidadosamente pensados por parte del director. Con una estructura narrativa muy simple, la actriz Kelly Noonan acude a expertos de distintas áreas para explicarle a la audiencia paso a paso por qué el cuerpo y la mente son los responsables de su propia sanación. Ella logra hacer un esfuerzo honesto por evidenciar las debilidades de una sociedad que se contamina con el estrés, los fármacos y los pensamientos negativos, y que se puede curar con la lógica natural que le ha dado vida a todo lo vivo.
El lenguaje audiovisual tiene algo de mágico. Se escribe una historia, se seleccionan encuadres con la cámara, se elige qué irá y qué no en edición, y, al final, se construye un cuerpo audiovisualmente vivo al que pocas veces se le ve el esqueleto. Al igual que las imágenes en movimiento, la sanación también resulta ser mágica. El proceso es similar: primero escribimos una historia, a veces un poco condicionada (genética) y a veces determinada por las decisiones que tomamos; luego, se le da el encuadre que se le quiera dar: medicina occidental, oriental, holística, fe; antes del “The End”, ocurre el milagro, se selecciona lo mejor, lo que le hace bien al cuerpo a partir de la propia experiencia y se cuenta la historia. Ese es el show.
Heal lleva al espectador a que reflexione sobre su propio show y evita vender una verdad absoluta sobre la salud, el sistema médico o la alimentación. Por el contrario, invita a que cada uno defina, con su propia experiencia, cuál es el mejor camino. No hay que olvidar que en el show que es la vida, cada uno hace su propio casting y define quiénes son los protagonistas y antagonistas.
El documental utiliza dos casos, que mezclan elementos de la medicina tradicional y métodos alternativos para que sea el espectador el que juzgue cuál le podría funcionar más, en caso de llegar a necesitarlo. Incluso deja un caso abierto, evidenciando así que el conocimiento se construye de manera gradual, que siempre hace falta subir un escalón más, y que lejos de caer en discusiones que demonizan determinada postura, lo más sano es respetar y aprender de las infinitas formas que existen para ver y vivir este mundo.