Hace poco más de dos años, en octubre o principios de noviembre de 2016, todo en Atlético Nacional era pletórico. El equipo verde era el campeón vigente de la Copa Libertadores, estaba ad portas de disputar la final de la Copa Sudamericana y se preparaba para afrontar el Mundial de Clubes. A eso hay que agregar que gran parte de su plantilla de jugadores estaba con una alta cotización en el mercado, había muchos negocios, las asistencias al estadio Atanasio Girardot dejaban buenos dividendos y todo era felicidad. La vida cambia en un suspiro, y hoy el club verde vive momentos muy distintos.
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En este año, Nacional disputó tres finales, perdió dos en casa, ganó una, quedó eliminado en la Libertadores en fase de octavos ante un rival sin historia, cambió de técnico en dos ocasiones (Almirón-Herrera), vivió novelones con jugadores (Dayro-Lucumí-Macnelly) y, la situación por lo regular, lució dentro del marco de un electrocardiograma de inestabilidad. Un oasis fue la obtención de la Copa Águila. En eso el club verde cumplió: no se fue en blanco en cuestión de títulos. Algo que desde que se inició este proceso exitoso en 2012 ha sido la constante: ganar al menos un título, el que sea, en el año.
Bien lo dijo en rueda de prensa el presidente del club, Juan David Pérez: “Este ha sido un año más de abogados que de títulos”. ¿La razón? Nacional ha tenido un “bombardeo” de demandas que han surgido o que estaban ahí, y como una “mina antipersonal” han estallado en este año. La más complicada de todas, por el monto –cinco millones de dólares– y por el proceso mismo, la del Cortuluá por el jugador Fernando Uribe.
Hagamos un breve abecé de esta situación con información suministrada por el periodista y analista Leonardo Chica (@poldoneitor):
- Fernando Uribe llega proveniente del Chievo Verona en julio de 2012 con un contrato por tres años. Nacional adquiere el 50% de los derechos deportivos en 1.500.000 dólares (aproximadamente), el otro 50% pertenecía al Cortuluá.
- Nacional y Cortuluá firman una negociación en la que el jugador saldría del club verde si se lograba una valoración de pase por encima de los 10 millones de dólares. De esta manera protegía su porcentaje que aún tenía sobre el jugador y, en caso de que fuera así, ese porcentaje pasaría a pertenecer a Atlético Nacional.
- Desde octubre de 2014 comenzó la negociación para ampliar el contrato de Fernando Uribe. El jugador no quería seguir en el equipo y se fue prestado a Millonarios.
- En junio de 2015 se trata de nuevo de renovar con el jugador, pero él ya había firmado un contrato como agente libre con el Toluca, lo cual impedía que Nacional pudiera renovar.
- Al irse libre, Nacional no recibió ningún, repito, ningún beneficio económico por el negocio entre Fernando Uribe y Toluca.
- Cortuluá procede a demandar a Nacional por la pérdida de ese beneficio sobre el porcentaje que aún tenía, ya que, al no renovar y quedar como agente libre, automáticamente el 100% de los derechos pasan a ser del jugador.
Si aplicamos todo lo anterior con un ejemplo simple, podría ser que alguien me vende un carro en 200 pesos, firmamos un compromiso en el cual, si yo vendo el carro por más de 300 pesos, a ese alguien le debo dar 30 pesos más, pero resulta que le regalo ese carro a un familiar, ese alguien me demanda por los 30 pesos que no recibió.
Algunas conclusiones:
- Fernando Uribe estaba en su derecho de no renovar e irse como jugador libre cuando estaba en Nacional. Eso ahora es así y las normas amparan al jugador.
- Atlético Nacional tiene todos los soportes para demostrar que hizo las gestiones necesarias para renovar el contrato del jugador, incluso seis meses antes del vencimiento del mismo.
- Cortuluá, según los fallos de las dos instancias de Dimayor y la Federación Colombiana de Fútbol, tuvo razón al demandar por lo que existe el convenio de protección de porcentaje de transferencia y alega pérdida de patrimonio
- Atlético Nacional tiene razón en recurrir al TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo o Tribunal Arbitral del Deporte) para que se revise a fondo la viabilidad de ese convenio y la cifra que debe pagar, ya que no obtuvo ningún beneficio económico al irse el jugador como agente libre.
Ante lo anterior, creo que hay maneras de hacer las cosas. Nacional, en dos instancias, ha perdido esta demanda. Va al TAS para defender, más allá del monto –que es grande y duele– el honor. El equipo, en cabeza de las actuales directivas –comprometidas, serias por demás y que están lidiando esta tormenta que no agitaron– no ven justo el pago de todo ese dinero.
Creo también que Cortuluá ha sido poco flexible y queda un tufillo de querer pescar en “río revuelto”, así como lo puse anteriormente: aunque la ley lo ampare. Es una cuestión del cómo, no del qué.
Dicen algunos gurús del emprendimiento que cuando las empresas viven momentos de gran éxito, es cuando más cosas graves pueden estar ocurriendo tras bambalinas. Creo que a Nacional eso le pasó y hoy capotea vendavales que se gestaron hace un par de años en medio de vaya uno a saber qué desorden o situación. Acá, al final, la plata sí importa, pero importa más el honor. Ese es invaluable.