Votar por el menos peor

Ha sido la constante de nuestra historia electoral. Más allá de apasionamientos o demás factores que hacen que alguien vote por zutano o mengano, la idea básica y primaria de la democracia es que los ciudadanos votemos por la persona que creemos que puede traer mayor progreso, calidad de vida y felicidad a una sociedad o a un entorno. Lo veo así de simple y sencillo, pero del dicho al hecho hay mil burocracias y vicios eternos con los cuales nuestra “sólida” democracia está dañada desde su nacimiento. Votar por el menos peor cobra más vigencia en esta elección presidencial que se nos viene. Creo que es así y respeto lo que usted sienta o crea, pero miro los nombres y esto me dejan. Aclaro que no entraré en profundidades de análisis de la política, es solo un ejercicio de lo que me arroja cada uno de los candidatos.

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Carlos Caicedo: confieso que no tengo ni la menor idea de quién es, qué ha hecho y de dónde salió. Obvio que puedo mirar y encontrar la información, pero de sopetón, cuando conocí su aspiración, no supe quién era. Ante eso, pues veo que no tiene fuerza, no sé si es como esos personajes que se lanzan a la Presidencia (todo ciudadano tiene ese derecho) como lo hacía en su momento el cantante Mario Gareña o un torero retirado que también fue candidato y del que, menos mal, tampoco recuerdo su nombre.

Rodrigo Londoño ‘Timochenko’: la mejor forma de derrotar a la Farc es en las urnas. La mejor manera de manifestar nuestro desprecio ante todo lo que hizo ese grupo y lo que representa es no votar por él. Con eso todo queda dicho.

Juan Carlos Pinzón: con su porte de Clark Kent y la gestión, buena y mala, que hizo como ministro de Defensa, denota un perfil moderno, ejecutivo y de progreso. Maneja un buen discurso en redes que genera buena onda, se toma bien las críticas y responde a los ataques con argumentación. Pero no tiene fuerza y lo veo como una extensión de Santos…

Piedad Córdoba: todo en ella causa polémica y división. Solo me genera pereza y desconfianza.

Viviane Morales: sinónimo de anticarisma. La clásica profesora de física cuántica que hace dormir al más duro de los pacientes de insomnio. Otra que ubico en el partido generador de pereza.

Humberto de la Calle: la gratitud hacia él por su papel como líder del equipo negociador en el proceso de paz es eterna y la historia así lo debe dictar. Es un hombre brillante, pero no es un candidato brillante. Se enquista en el Partido Liberal, se une con Clara López y todo ahí se ve viejo. No inspira Humberto, no cautiva…

Alejandro Ordóñez: su momento como personaje histórico o relevante, si pudo haberlo tenido, se ubica en la era de Torquemada o cuando Poncio Pilato manejó los hilos de Jerusalén. Ahora no.

Marta Lucía Ramírez: es una mujer muy capaz, pero es curioso, siente uno que solo aparece cada cuatro años y es como si el resto del tiempo estuviera en otro norte. De igual manera, a veces luce como otra Noemí, siendo mejor que Noemí. A veces le falta mucho carisma y le falta ese don que hace que la gente le crea o la vea amable.

Germán Vargas Lleras: representa todo lo que ha construido por décadas lo malo de la política nacional. Lo tradicional, los vicios de los partidos, lo mismo de siempre. A eso adicione esa soberbia, esas ínfulas de superioridad y los coscorrones…

Iván Duque: joven, muestra frescura, académicamente está muy bien preparado, inspira innovación, pero el lunar es su mismo respaldo político: su partido, el respaldo de Uribe y todo lo que eso polariza y conlleva. Y aprovecho para sentar mi posición: nada peor que un antiuribista, nada peor que un uribista. Fanatismos horribles…

Sergio Fajardo: muchos dicen que su gestión como gobernador fue un desastre y dejó quebrado al departamento. Creo que fue un buen alcalde en su momento. Como con todo candidato, ataques van y vienen. Me quedo en lo que me proyecta, que es la razón de ser de este ejercicio: se quedó en el discurso de la educación y, como un trompo, da vueltas ahí. A veces le falta fluidez para generar contundencia en otros frentes de los problemas del país. Es inteligente, curtido, tiene carisma, aunque a veces luce adusto. Da muchas vueltas para responder una pregunta. De igual manera, no identifico cuál es su lado; sí, tiene una coalición, pero no entiendo su proceder y hacia dónde va.

Gustavo Petro: era el más antipolítico y ahora es muy político. Me aburre que siempre está a la defensiva y contratacando, es decir, peleando. Me aburre su voz, su tono y lo que comunica a nivel corporal. No fue un buen alcalde y con eso no veo que tenga con qué ser un buen presidente. Puntea encuestas y la gente le cree, respeto eso. Pero veo que es otra maquinaria más…

Este ejercicio, repito, va más allá de izquierdas, derechas, centros o partidos. Va más allá de los planes o tesis profundas de lo político. Estas letras van hacia el sentir primario de un ciudadano que nada que se decide y ve un triste panorama en el que hay que votar por uno que sea el menos malo, el menos peor…

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