Acabo de leer tu columna en El Espectador defendiendo a Fernando Quijano, director de “La República”, aludiendo a que quienes lo denuncian por maltrato y acoso laboral en un reciente artículo de Vice son “millennials quejicas que no dan la cara”, y que por cosas de su generación no aguantan nada. Mejor dicho, te enfocas en defender a tu colega calificando de mediocres a quienes lo acusan solo porque nacieron luego de 1980. Y así de tonta puede sonar una hipótesis cuando solo te limitas a satanizar una generación que te quedó grande.
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Querido Sergio, yo nací en 1987. Llevo 5 años en mi trabajo. Soy millennial, también periodista. Investigo y me gusta mucho. De hecho, por mis últimos temas podría escribir perfectamente en cualquier revista de la monarquía o de Historia Universal. Y también he aguantado muchas cosas. Pero eso no debería ser así.
Que tu no entiendas la tecnología ni las lógicas generacionales de hoy no te da argumento alguno para decir que nuestra generación existe solo para “quejarse por su debilidad”. No somos débiles. De hecho, solo exigimos (como en el caso de los periodistas de “La República” y el trabajador de cualquier empresa) mejores condiciones de trabajo. Si Google las tiene, si Facebook las tiene, ¿por qué no el lugar donde trabajamos?. Lo siento mucho, pero gente de la “old school” como tú se niega a ver que los tiempos han cambiado y desde hace mucho tiempo. Y que el buen trato y la motivación no riñen con la exigencia y calidad periodística.
Ahora, Sergio, yo misma fui víctima de un psicópata que me torturó por dos años y medio y en tierra extraña. Nunca me dejé, siempre peleé como una leona por mi dignidad. Porque la falta de liderazgo de esta persona hizo que mi pelo se cayera tan solo a los seis meses de haber llegado. Hacía comentarios sexistas y siempre trataba de pisotearme por cualquier error. Yo peleé. Todo el tiempo. No me importó que me tildara de “problemática” y de incluso, ser “mala persona” solo porque yo era una mujer que se defendía de un abusivo y tenía una voz.
No aprendí nada con él: solo a no ser como él. Lo que yo me gané lo hice sola. A él solo le debo cicatrices psicológicas, nada más. Por eso no te entiendo cuando defiendes a Fernando Quijano, quien ha tenido los mismos comportamientos de mi ex jefe. Porque así, como ellos dos hay muchos y son los que causan bajas, absentismo laboral y que las oficinas sean un infierno. ¿Sabías, Sergio, que un estudio hecho en Inglaterra este año muestra que un jefe tóxico puede arruinar la vida en todo sentido de sus empleados? ¿Sabías que no solo pasa con los “jóvenes quejicas” de los que despotricas como un viejo gagá?
Es que no entiendo en verdad qué tiene que ver tu defensa con la era digital en la que nos encontramos, o con que nosotros hayamos tenido mejores oportunidades o mejor calidad de vida. Y ni siquiera oportunidades, Sergio. Somos la generación mejor preparada, pero la que menos encuentra empleo y también la que más vive con sus padres porque no puede procurarse su estilo de vida (ni quiere). Las deudas estudiantiles y los empleos mal pagos hacen que tengamos que luchar tanto como ustedes. Pero eso, claro, lo sabrías si en vez de criticar con clichés te dedicaras a saber quiénes somos realmente. Incluso, ¿qué tiene que ver con que liguemos con Tinder con la defensa del acoso laboral que haces tu? ¿No sucedía lo mismo hace 20 años, en plena época de “Sex and the City”? Ni quien te ayude.
Sergio, creí que eras uno de esos periodistas que se informaban y argumentaban en sus columnas. Tu defensa es patética y realmente pobre atacando a una generación de la que no sabes nada. Si investigaras, sabrías que muchos de nosotros tenemos talento, sentido humano y responsabilidad y aún así, no queremos desperdiciar nuestras vidas. Que querer cambiar no es malo y que así funciona el mundo hoy en día . Que ya no tenemos que “aguantar” si no vemos que vale la pena. Y que cada quien hace su carrera y su camino a su modo. Y no por eso es «malo».
¿Te cuento algo? Siempre fui la número uno con mi jefe maltratador, pero a él no le debo nada. Le debo más a alguien que tiene tu edad (mi maestro en México, Gustavo Prado) y que supo guiar mi talento para ser quien soy hoy. Él suele decirme: mantente siempre joven. Y si alguien como Karl Lagerfeld, que es un genio y tiene un imperio a sus más de 80 años, puede y antes aprecia lo que somos generacionalmente, no veo por qué tu no.
Por: Luz Lancheros (@luxandlan)