Confesiones que surgen cuando una comadre hace un récord mundial de apnea

Diego Esteban Romero es amigo desde hace muchos años de Sofía Gómez Uribe, la colombiana que este miércoles rompió el récord mundial de apnea sumergiéndose a una profundidad de 83 metros. Esto nos cuenta sobre ella.

Sofía arriesgó todo por el récord mundial desde hace muchos años. A continuación, pequeñas reflexiones sobre Sofía Gómez Uribe como suelen aparecer en la memoria de uno, como cortos recuerdos que llevan a un análisis más profundo y que ayudan a dar razones que expliquen porque una amiga logra romper un récord mundial.

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Eran empanadas pequeñas en una bolsa de papel que se iba deshaciendo con la grasa típica del postre. Estábamos sentados en un parque escuchando boleros en vivo, Sofía se había puesto un piercing en el labio y yo había hecho que me dibujaran líneas en la cabeza en una peluquería del barrio Colombia en Medellín (éramos la propia nea). Esa noche la conversación fue sobre nuestros ex novios, las tendencias en redes sociales, su carrera profesional y lo que ella quería hacer. Recuerdo que me dijo subiendo el tono de la voz: “Parce, yo quiero ser apneista, pero no cualquier apneista, quiero ser una ingeniera apneista y yo me conozco, yo la voy a lograr”. Ese día me di cuenta que Sofía era la persona más disciplinada que había conocido en mi vida.

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Para explicar la apnea en Colombia era necesario citar Azul Profundo hasta que Sofía decidió practicarla. Siempre me manda un pantallazo cuando un “famoso deportista” la sigue o le escribe a desearle lo mejor y siempre le digo: “Sofi, eres famosa y con eso hay que vivir”. Con el tiempo he notado que a ella no le preocupa la fama o tener un récord mundial, lo que le preocupa es perder su esencia, la que la hace un ser que le gusta competir con ella misma todos los días por ser mejor, la que la motiva todos los días a entrenarse con todas sus fuerzas, la que no le duele nada así esté sintiendo que su cuerpo le pide alerta, la que quiere controlar todo en su deporte hasta el punto de exigirse y llevarse al límite, la mujer que expresa con acento paisa lo que siente sin miedo a nada y la que sonríe al saludar y al despedirse porque le sale del alma.

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Pedimos jugo de mandarina en la Lucerna del centro de Pereira, su ciudad natal; hablamos de la dinámica chistosa de las redes, del poder las mismas. Era enero de 2012, en esa época los medios no leían las tendencias para llenar sus parrillas de noticias, en esa época ella se sorprendía al ver que la gente interactuaba con mi cuenta en Twitter, hoy yo veo cómo cada paso de ella en redes es mejor, cómo sus fotos le dan la vuelta al mundo y cómo los medios siguen sin entender que no son la única fuente de información y que fueron los usuarios admiradores de Sofi los que la pusieron en donde hoy está, con su apoyo, con sus likes y con sus mensajes que la impulsaron a ser una deportista de le élite colombiana, de esas que salen en las campañas y en los noticieros, de esas que inspiran a otras mujeres a luchar por sus derechos y por lo que siempre soñaron, de esas que la gente ve en la calle y le pide fotos y de esas que muestran que con dedicación todo se logra.

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La llamé y le dije: “¡Vas a ser tía madrina! Podrás tener un ahijado o ahijada que te grite: Madrina Sofía, mire cómo me tiro al mar”. Me dijo que había llorado de felicidad, también la he visto llorando de rabia, tristeza y orgullo, por peleas con ella misma, por peleas con su entorno, por peleas políticas, por mi culpa y hasta porque algo se nos sale de control, pero eso nunca me ha sorprendido tanto como estar hablando con ella en medio de la preocupación y tenerla en otra conversación siendo la mujer más fuerte que he visto ante un medio de comunicación que siempre le pregunta lo mismo: “¿No te da miedo?”, o frente a un ente gubernamental que respalda su deporte a medias, o frente a una cámara que necesita lo mejor de ella, o frente a su familia cuando más la necesita, o frente a mí cuando más la necesito como amigo, como comadre y como la amiga de Claudia, mi amor. Sofía es parte de mi familia porque nos hemos mostrado con virtudes y defectos en los mejores y en los peores momentos, porque el linaje y la sangre de los apellidos es algo que se construye y no se hereda.

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“Romero, usted no es serio con sus cosas, ya es hora de que madure, mijo”, me dijo un día que acudí a ella a pedirle un consejo, ella tenía 23 años, andaba en una bicicleta Monark por todo Medellín sin casco, cada que podía se iba al mar a hacer apnea y todo el día compartía chistes en sus redes sociales y aún así ella siempre ha tenido la razón porque luchó por ella, porque aprendió a ser correcta, tanto que no se mide al expresar lo que piensa. Lo que para muchos puede ser un problema, para ella es una bendición porque es su ímpetu el que la llevó a ser lo que es hoy. Para ella siempre fue correcto practicar un deporte y vivir de eso, para ella siempre fue una opción ir en contra de la corriente para ser la mejor del mundo, para ella siempre estuvo bien representar a su departamento y país sin recibir mucho a cambio, porque eso hacen las personas correctas, ser ellos mismos sin importar las consecuencias y enseñarle a los demás.

Hoy vi todo en equilibrio, vi cómo los periodistas que siempre estuvieron dispuestos a ayudarla se sentían orgullosos de haber dejado a un lado el fútbol para filtrar una nota de apnea, vi cómo las marcas que apostaron por ella hoy veían una recompensa, vi como su familia y amigos se llenaban de orgullo y me vi ahí, en medio de un San Andresito sentado en un andén llorando de felicidad porque ella escribió: “Lo logré”. Lloraba porque sabía que a esto ella le puso alma y arriesgó todo, logró que nada se le escapara, hizo todo lo que quiso sin remordimiento y sin deberle nada a nadie, siendo ella, la mejor, la del record mundial.

Por: Diego Romero / @romerovaron

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