En el mismo instante en que se conocían las primeras noticias del repudiable atentado terrorista del sábado en el Centro Comercial Andino, se daba inicio a diversos comentarios en las redes sociales sobre las causas del mismo. Falta de autoridad, el incentivo a los delincuentes originado en el proceso de paz, la entrega del Estado al terrorismo, fueron algunas de las expresiones que más se repitieron entre quienes prefirieron tomar este hecho para fortalecer sus posiciones contrarias al proceso de paz en lugar de solidarizarse con las víctimas del atentado.
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Las reacciones posteriores al atentado reflejan el tamaño de la grieta que ha dejado en la sociedad colombiana el proceso de paz. La oposición a los acuerdos del gobierno con las Farc que se manifestó en el plebiscito de octubre no es temporal. Al contrario, una parte importante de la sociedad considera que los acuerdos se realizaron contra su voluntad y los mismos son el inicio de la llegada del castrochavismo al poder, generada por un presidente que traicionó a quienes lo eligieron para su primer periodo. Desde esa óptica, ninguna noticia que provenga de los pactos de paz puede considerarse como positiva. Todos los sucesos alrededor del proceso se relacionan con impunidad, humillación, entrega y traición.
No ha sido posible ponernos de acuerdo en la importancia de la suscripción de un acuerdo para la terminación del conflicto con la guerrilla más antigua del continente. Pareciera que finalizar una confrontación de más de medio siglo hubiere sido un acto abusivo y perverso que tiene como única finalidad la cubanización de Colombia. No ha existido espacio para la grandeza.
El discurso que ha construido una parte de la clase política colombiana en los últimas décadas se ha fundamentado en un enemigo al que tenemos que destruir, pisotear y eliminar. De la noche a la mañana el enemigo ha desaparecido y ante la imposibilidad de elaborar nuevos argumentos, se insiste en la existencia del monstruo.
La supervivencia política de quienes han triunfado con el discurso del enemigo depende de su existencia. En ese afán no importa llevarse al país por delante. Ellos van a seguir abriendo la grieta para demostrar que tienen la razón. No habrá desarme ni cifras que los convenzan. Después de cada atentado y cada atrocidad futura saldrán a cobrar su triunfo. Su existencia solo se justifica en un país en guerra.
Por: Miguel Angel Garcés Villamil
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