Opinión

Putas y dignas

Mar Candela celebra el reconocimiento de los derechos laborales, sociales y civiles a las prostitutas en Colombia, y a la vez exige acabar con la falsa moralidad sobre este oficio.

La reglamentación de la prostitución no trata de moral, ni de religiosidad. Tampoco trata de pretender que todas las mujeres consideren la prostitución como su opción laboral más viable y rentable. No se trata ni siquiera del imaginario colectivo de que las prostitutas “son mujeres de la vida fácil” y, por ende, no deberían exigir el respeto por sus DDHH.

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De ninguna manera se trata de juicios de valor. Señoras y señores, ilustraré lo más sencillo posible el tema. Y seguro la mayoría tampoco lo comprenderá, no por no comprender, si no por no querer. Aquella maravillosa letanía feminista que dicta “mi cuerpo es mío, yo decido” no es únicamente para decidir sobre parir o no. Se trata de mi cuerpo como territorio político donde yo y solo yo debo decidir y que nadie debería infantilizar las decisiones personales de una mujer sobre su cuerpo y sobre su vida.

El feminismo que es abolicionista de la prostitución es un feminismo hipócrita que le dicta a las mujeres “tu cuerpo es tuyo, tú decides sí y solo sí no tienes relaciones sexuales con ánimo de lucro; “tu cuerpo es tuyo y sólo tuyo únicamente para saltar de sexo en sexo como te apetezca siempre y cuando no decidas hacer de tu sexualidad una herramienta de empoderamiento económico». Soy Feminista y como feminista entiendo que el patriarcado es el único interesado en ese tipo de postulados.

Hace poco debatí sobre este tema. Escuché: «Mar, no es lo mismo promiscuidad que prostitución», a lo que le repliqué: “claro es mejor ser una mujer promiscua que puta» (no tengo nada en contra de la promiscuidad, es una opción personal, a mi juicio tan válida como cualquier ejercicio de la sexualidad).   Mi punto es darles a conocer que son los machos los que desean que todas seamos mujeres de mente abierta con la sexualidad, sin derecho a hacer del sexo una herramienta de poder económico; los que quieren que nos sintamos inmundas y aceptemos que merecemos ser ciudadanas de segunda categoría si decidimos lucrarnos abiertamente de nuestra sexualidad; por no querer tener relaciones sexuales sin un propósito y no considerar que el placer en sí mismo debe bastar. Lo cierto es que la revolución sexual tiene que contemplar el derecho al lucro.

Sé del ruido de no pocas mujeres que desde su moralidad no comprenden que las prostitutas voluntarias -ojo a eso: voluntarias, no víctimas de explotación sexual- son mujeres que han decido hacer de su sexualidad una fuente de emancipación económica y social.

Las prostitutas voluntarias jamás han pedido permiso alguno para realizar su trabajo, pagan sus impuestos como toda la ciudadanía y generan millones de entradas económicas al país. Son maltratadas y humilladas por una sociedad hipócrita que considera más valiosa la vida de una mujer que folla sin ánimo de lucro, que la vida de aquella que decide hacer de su sexualidad su recurso de poder para sostener su calidad de vida.

Y no hablo solamente de la desventura de las mujeres que se prostituyen por física hambre y sostienen relaciones sexuales a cambio de unos cuantos pesos. La prostitución marginal siempre será mi enemiga y la combatiré desde mi discurso y resistencia mientras viva. La prostitución de la mendicidad debe desaparecer y no por un tema de moral, si no por justicia. Es un asunto de dignidad humana. Las prostitutas que decidan estar subordinadas en un centro de recreación sexual para adultos deben contar   con condiciones dignas de trabajo; no obstante, siempre las motivaré a trabajar independientes.

Sea este el momento para decirle a la distinguida sociedad que ninguna prostituta trabaja por lujos, que todas trabajan en busca de su calidad de vida, que la mayoría de mujeres que se prostituyen en los altos estratos son mujeres  supliendo sus necesidades materiales y que nadie debe cuestionarlas del mismo modo que nadie cuestiona el hecho de que una abogada gane dos millones de pesos y otra diez. Y desde Feminismo Artesanal cuando hablamos de prostitución libre, exigimos al estado garantías de las condiciones dignas no solo laborales si no condiciones de vida digna para todas; sin importar a qué estrato prestan sus servicios.

Reprochamos categóricamente la revictimización de las prostitutas en público que algunas organizaciones han venido realizando en espacios de discusión política, usándolas como parapeto que alimente imaginarios confusos donde no se aclara la diferencia de una víctima de explotación sexual a una prostituta voluntaria. Invitamos respetuosamente a todas las mujeres que están exigiendo el abolicionismo porque se consideran víctimas, que exijan ser auxiliadas desde el estado y la sociedad para que puedan tener la posibilidad de un trabajo diferente. Les extendemos toda nuestra solidaridad y nos comprometemos a buscar nuevas alternativas para su vida, del mismo modo que les pedimos no obstaculizar la defensa que hacen las mujeres que han decidió prostituirse y no desean cambiar de trabajo y exigen garantía a la dignidad, no a lo que la sociedad considere digno si no lo que para ellas desde su realidad y decisión de existencia es una vida digna.

Festejamos que la Corte Constitucional afirme que no pagar el servicio de atención sexual configura falta de consentimiento en la relación, aunque no estemos conformes con que la motivación sea el argumento de que resulta contrario a la dignidad humana y al contenido axiológico (valores predominantes) de la Constitución ignorar el estado “de marginalidad de quienes, en razón de necesidades apremiantes, ejecutan el comercio carnal, así  como echar de menos la motivación del pago como elemento de la voluntad”.

Tenemos claro que la prostitución debe dejar de ser marginal y que la motivación para defender la dignidad humana en todos los aspectos de la vida de una prostituta no tiene que ver con que sea o no sea marginal, si no con que es su derecho legítimo. Soy pragmática en esto: puta o no puta mis derechos no se disputan.

Y me paro al lado de todas las prostitutas colombianas y las invito a vivir sin miedo, a denunciar y a resistir. A no permitir que la moralina de una sociedad hipócrita les niegue el derecho a vivir como mujeres putamente libres. Putas y dignas

 

Por: Mar Candela // @femi_artesanal

Ideóloga Feminismo Artesanal

 

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